El presidente de la UIA, Rappallini confiesa que "probamos todos los atajos y salieron mal" y exige el fin del debate cambiario

El principal referente industrial argentino subraya la urgencia de trabajar en el "costo argentino" para alcanzar la eficiencia. Las reformas son un paso necesario para dejar atrás los incentivos que favorecen el litigio y el ausentismo, y enfocarse en la productividad

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“En Argentina hemos probado todos los atajos y nos salieron mal”, sentenció Martín Rappallini, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) en una reciente entrevista, al abordar el persistente debate sobre la economía nacional. Esta declaración, cargada de la experiencia de años de vaivenes económicos, resume el diagnóstico de un sector productivo que reclama un cambio de foco: dejar de mirar el termómetro del tipo de cambio y empezar a trabajar en la competitividad sistémica.

Rappallini, referente clave del entramado productivo, ofreció un panorama crudo y a la vez optimista sobre los desafíos que enfrentan los empresarios locales. La consigna es clara: si queremos que nuestros negocios crezcan de forma sustentable, tenemos que construir la cancha donde jugamos, y eso implica reformas profundas, sin caer en las viejas trampas que ya demostraron ser un camino a la frustración.

El "Costo Argentino" y la obsesión por la macro: ¿Por dónde empezar a arreglar la casa?

¿Es posible que la industria coexista y hasta se potencie con la importación, siempre y cuando esta sea virtuosa? El presidente de la UIA parte de una base: “La Argentina tiene un trabajo para hacer que es trabajar sobre la competitividad sistémica, que hoy la verdad que tenemos un problema que es el costo argentino”. Según sus palabras, las distorsiones acumuladas hacen que el costo local sea significativamente mayor comparado con nuestros vecinos, como Brasil y México.

Pero, ¿se puede trabajar en la microeconomía y en los costos empresariales sin una macro en orden? El ejecutivo es enfático: la macroeconomía es el cimiento. “Cuando vos ordenás la macroeconomía, bajás la inflación, hay ahorro y generás seguridad jurídica, tenés una maquinaria de generación de recursos para... las inversiones de rutas, de puertos, de industrias también”, afirma, citando a Brasil como el ejemplo palpable de una economía que, al ordenarse, generó un sistema de financiamiento para el desarrollo productivo 20 veces más grande que el argentino.

“La macroeconomía para el sistema industrial es importante... Brasil tiene un sistema de financiamiento para el desarrollo productivo que es literal 20 veces más grande que la Argentina de un comparándolo con una economía que es cinco veces más grande. O sea, y eso es por el orden macroeconómico.”

La comparación con otros países ilustra la magnitud del atraso: mientras que Argentina tiene un promedio de mercado de capitales de 10.000 millones de dólares en los últimos cinco años, Brasil promedia 22.000 veces más que eso, lo que se traduce en infraestructura de calidad y crédito al sector privado (un 70% de los depósitos, 15 veces más que en nuestro país). Este es el verdadero impacto de la estabilidad: la posibilidad de tener financiamiento a largo plazo para que las empresas de Santa Fe puedan planificar una inversión de cinco o diez años.

Entonces, ¿por qué los países desarrollados solo discuten la microeconomía? Sencillo, porque la macro la tienen resuelta hace décadas. Rappallini lo explica: “El foco prácticamente de la política económica de Italia, de Europa, de Francia, de Estados Unidos, es la microeconomía... viene una etapa donde seguramente la Argentina vamos a tener que poner en debate la política industrial”.

Del miedo a China a las oportunidades con EE.UU.: Mirada de mercado

El panorama de la competencia no es homogéneo. Hay un "partido" aparte que es China, cuyo nivel de apertura está en duda incluso por economías centrales como Estados Unidos y Europa. Rappallini llama a trabajar fuertemente en medidas de antidumping, reglamentos técnicos y control de calidad, un camino que Brasil ya está transitando para defender su industria. “Lo que sí estoy de acuerdo que hay que ponerle una mirada o ponerle el foco a las importaciones de China, a todo lo que es dumping”, subraya.

En contraste, el acuerdo con Estados Unidos lo ve con muchísimo optimismo. ¿Por qué? Porque la industria argentina no competiría contra los americanos, sino contra sus proveedores. “Vos vas a reemplazar al proveedor chino, al proveedor mexicano, al proveedor brasileño... Yo te digo, veo muchísima preocupación del acuerdo de Argentina con Estados Unidos en los mexicanos, en los brasileños”, revela. La historia de México y Brasil, que multiplicaron sus exportaciones a EE. UU. exponencialmente gracias a acuerdos, demuestra que el “sentimiento antiamericano” nos ha inflado mientras ellos hacían negocios.

Otro punto sensible es el régimen de patentes en la industria farmacéutica. El ejecutivo defendió la postura racional de no permitir el "evergreening", una práctica legal que busca extender la protección de las patentes más allá de los 20 años originales (llegando hasta 50 años en algunos casos) mediante otros usos o familias, lo cual mantiene los precios de los medicamentos altísimos por el monopolio.

El nuevo “Contrato productivo”: Menos atajos, más eficiencia

La gran lección es dejar de buscar soluciones rápidas. El presidente de la UIA considera que no hay que obsesionarse con el tipo de cambio. “Queremos que el debate del tipo de cambio deje de ser tema de los industriales, como pasa en Brasil, como pasa en Europa”, argumenta. El verdadero trabajo es otro: “Trabajar en la competitividad sistémica de la industria... ver cómo bajar los costos de los puertos, bajar los costos de energía, tener mayor eficiencia... fabricar productos de la mejor calidad posible, a menor costo”.

Después de un freno en la economía, impactado por las altas tasas de interés y la incertidumbre, la expectativa está puesta en la reactivación y la posibilidad de avanzar con reformas clave, como la modernización laboral y la baja de impuestos.

Esta modernización laboral no es vista como una pérdida de derechos, sino como una herramienta para ganar productividad y eficiencia. Rappallini señala que el sistema actual ha generado “incentivos en contra de la empleabilidad, incentivos para el litigio, incentivos para para el ausentismo”.

“Nadie está hablando de que los trabajadores ganen menos ni mucho menos... pero también vemos que tenemos problemas de productividad en las empresas... hay que generar un modelo que incentive la negociación permanente entre el sindicato y la empresa para mejorar las condiciones de trabajo.”

Rappallini lo resume en la necesidad de un "nuevo contrato productivo", que es un compromiso de fondo entre políticos, trabajadores, el sistema financiero y empresarios. Un corte de ruta, un bloqueo a una fábrica, un trámite ineficiente: todo es mayor costo que, al final del día, termina pagando el consumidor. El camino es más duro y costoso, pero es el sustentable que el país debe seguir.

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