Una inversión que puede cambiar el mapa tecnológico argentino ya tiene nombres y apellidos. La cifra, casi inabarcable, es de US$25.000 millones, pero detrás del número hay un entramado de empresas locales y un cerebro argentino que, hasta ahora, operaba fuera del radar nacional.
El proyecto se llama Stargate Argentina y su objetivo es instalar en el país uno de los centros de datos para inteligencia artificial más grandes del mundo. La iniciativa, que se enmarca en el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), no solo posicionaría al país como un líder regional, sino que reconfiguraría la demanda energética y el ecosistema de alta tecnología. La capacidad proyectada es de 500 megawatts (MW). Para ponerlo en perspectiva, el mayor centro de datos de Latinoamérica, ubicado en San Pablo, tiene una capacidad de 61 MW. El salto es, sencillamente, monumental. La protagonista silenciosa de este acuerdo con OpenAI, el gigante detrás de ChatGPT, es Sur Energy, una compañía fundada por los emprendedores argentinos Emiliano Kargieman y el recientemente fallecido Mat Travizano.
Sur Energy será la encargada de liderar la construcción y la gestión de estas mega instalaciones. El nombre de Kargieman resuena en el mundo tecnológico por ser también el fundador y CEO de Satellogic, la empresa de nanosatélites que fabrica tecnología de punta, tiene acuerdos con la NASA y cotiza en Wall Street. Es la prueba de que el talento argentino puede jugar en las ligas mayores, aunque a veces lo haga lejos de casa. Ahora, con este proyecto, ese conocimiento y esa capacidad de gestión vuelven a enfocarse en el país.
Pero una usina de inteligencia artificial de esta escala es, en esencia, un consumidor voraz de energía. Lo concreto es que sin un suministro eléctrico robusto, estable y competitivo, el proyecto sería inviable. Aquí es donde entran en escena dos pesos pesados del mercado energético argentino: Genneia y Central Puerto (CEPU).
¿Cómo se va a alimentar a este gigante tecnológico?
La elección de los socios energéticos no es casual. La respuesta a cómo se proveerá de energía al proyecto es un combo estratégico que combina potencia y sustentabilidad. Sur Energy ya firmó memorandos de entendimiento con ambas compañías para asegurar el flujo eléctrico necesario.
Por un lado, Genneia, la mayor generadora de energía renovable del país, aportará el componente "verde". La propia compañía comunicó su entusiasmo por "unirse a este proyecto de gran relevancia, que promete impulsar significativamente el ecosistema tecnológico del país, asegurando energía eficiente y competitiva". Su participación, aclararon, "se centrará en su rol como proveedor de la energía renovable necesaria para el funcionamiento del proyecto". Los parques eólicos que Genneia opera en Chubut, Río Negro y el sur de Buenos Aires serán claves para cumplir con la creciente demanda global de que la tecnología de punta sea también sustentable.
Por otro lado, Central Puerto suma la potencia y la estabilidad de la energía hidroeléctrica. Como operadora de la represa Piedra del Águila en Neuquén, CEPU garantiza una base de suministro constante, un factor crítico para un centro de datos que debe operar 24/7 sin interrupciones. El dato no es menor, ya que las concesiones de las represas del Comahue están en pleno proceso de renovación, lo que convierte a este acuerdo en una pieza fundamental para el futuro energético de la región.
Imagínese un cerebro digital gigante. No solo necesita energía para pensar, sino también para no recalentarse. La elección de la Patagonia, con Neuquén como la provincia favorita, es una decisión de negocios brillante. El clima frío de la región ofrece una ventaja competitiva directa: reduce drásticamente los costos de refrigeración, que son uno de los principales gastos operativos de cualquier centro de datos. Es, básicamente, usar el entorno natural como un socio estratégico para bajar costos y mejorar la eficiencia.
¿Qué implica esto en la práctica para el ecosistema empresario?
Más allá de la escala de la inversión, el impacto real se sentirá en el mediano y largo plazo. Una pyme o un profesional puede ver esto como algo lejano, pero sus efectos se derramarán de varias formas. Un proyecto de esta magnitud implica:
- Liderazgo tecnológico: Argentina pasaría de ser un espectador en la carrera de la inteligencia artificial a convertirse en un polo de infraestructura crítica. Esto atrae no solo a una empresa como OpenAI, sino que puede generar un efecto dominó, tentando a otras tecnológicas a instalarse en el país para estar cerca de esta capacidad de procesamiento.
- Desarrollo de infraestructura: No se trata solo de levantar un edificio. Requiere una mejora sustancial en las redes de energía y de fibra óptica, obras que benefician a todas las industrias y comunidades aledañas.
- Demanda energética calificada: Se crea un cliente de escala mundial que necesita energía de manera constante. Esto justifica y acelera nuevas inversiones en generación, tanto renovable como tradicional, fortaleciendo toda la matriz energética nacional. Un ejemplo claro es el de empresas como Microsoft, que en sus proyectos de centros de datos en otras partes del mundo han impulsado la creación de nuevos parques solares y eólicos exclusivamente para abastecer sus operaciones.
- Capital humano especializado: La operación y mantenimiento de estas instalaciones requerirá técnicos, ingenieros y especialistas de altísimo nivel, generando una demanda de talento local y potenciando la formación en áreas tecnológicas de vanguardia.
Lo que se está gestando en el sur del país no es simplemente la instalación de servidores. Es la creación de una pieza fundamental de la infraestructura del siglo XXI, una verdadera "fábrica" de inteligencia artificial que, de concretarse, pondrá a la Argentina en un lugar de privilegio en el mapa tecnológico global, impulsada por una combinación estratégica de talento local, recursos naturales y gigantes corporativos.

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