“No sé si esperarte de nuevo

por una mañana o dos.

El jugo en mi sombra es ardiente,

la buena noticia sos vos... sos vos.

La noche se agota de verme,

quizá es mejor descansar.

Afuera hace frío y es tarde

el hoy del reloj se durmió...y se fue.

Y vendrás con una sonrisa

envuelta en la brisa,

y me verás inútil demente inconcientemente.

Yo pisaré tu cama de fosas (y no mariposas).

Resolveré la última prosa,

resuelve mis cosas, en soledad”.

(“La última prosa”, Lisandro Aristimuño).

¿Qué era lo que brillaba tanto a esos ojos acostumbrados a la penumbra de un coma profundo? Cuando el periodista Waldino Jaime despertó tras permanecer 15 días intubado en el sanatorio Parque de Rosario, pudo ver “un sol radiante y hermoso, una mañana espectacular”. El resplandor que atraviesa los vidrios de la sala de cuidados intensivos lo recibió a una nueva vida en la que, sin saberlo entonces, tendría que volver a aprender la dependencia de los recién nacidos. Había sobrevivido a la peor cara del coronavirus.

Waldino Jaime es un reconocido periodista de Rosario. Trabaja hace años en Somos Noticias Rosario y medios de la región. Aislado, desde una habitación de un centro de rehabilitación de San Jerónimo Sur, rememoró en contacto con Rosario3 su contagio de covid-19, su posterior internación en terapia intensiva y su salida de un coma inducido tras permanecer una quincena de días en estado crítico. “No tenía chance de despertarme y sin embargo, desperté”, resumió sobre su propio destino. Tenía que vivir y hoy la buena noticia es él.

Durante el último fin de semana de mayo, se manifestaron los primeros síntomas. Tras el resultado positivo del test de coronavirus efectuado en el Hospital Carrasco, hizo caso a las indicaciones médicas y se autoaisló. “La contagié a Sabri, mi señora, de forma leve. En casa tuve diarrea, dolor de cuerpo, cabeza, agotamiento, todos los síntomas. Zafé porque decidí ir al Sanatorio Parque, porque la empresa de emergencias me dijo que me quedara tranquilo”, dice desde el otro lado del teléfono.

En el sanatorio, tras practicarle una placa, le ordenaron una internación en la sala covid. “Tres días después viene un médico y me dice «Mire Jaime su situación es complicada, le vamos a hacer una traqueotomía» Yo le dije «Haga lo que tenga que hacer, confío en usted pero tenga en cuenta que tengo que terminar de criar a los chicos, ayúdeme a superar esto» –recuerda–. Me sedaron y me hicieron la traqueotomía, después estuve intubado y ahí fue cuando estuve muy, muy mal”.

Waldino cree sin precisión todavía, que estuvo 10 días sin reaccionar a los tratamientos médicos. “Entonces –contó– probaron con un método nuevo, experimental, que es la máquina Ecmo – funciona como un pulmón artificial que cumple con la tarea de oxigenación por fuera del cuerpo–. Después de 7 días en ese proceso, me desconectan pensando que no había tantas opciones, pero dos días después me desperté y lo primero que veo yo es un sol radiante y hermoso, una mañana espectacular. Miro para arriba y veo 10, 12 médicos, enfermeros, camilleros, todos empiezan a aplaudir, yo mucho no entendía porque para mí fue como una siesta. Pero no, había estado entre 15 o 16 días en coma profundo”, manifestó con un tono de sorpresa aun intacto.

Mientras el “milagro” era celebrado por familiares, amigos y compañeros de oficio, el periodista iniciaba un nuevo tiempo o quizás una nueva vida. En los primeros días, el sueño y la vigilia se confundían: “Tuve situaciones de alucinación por la cantidad de medicamentos que tomaba, sueños densos y pesado. que me hacían confundir la realidad con ficción. Después uno se va normalizando, va comprendiendo lo que va pasando. En un principio no te dicen nada, pero después sí. «Con todo lo que pasaste te quejás porque te sacamos los mocos del pecho», y entonces te preguntás ¿qué es lo que pasó?”.

Rastros

Waldino Jaime tiene 54 años. A pesar de no sufrir de comorbilidades, arrastraba algunos kilos de más y sedentarismo, ambos enemigos férreos de los pacientes que se contagian covid-19. Según señaló, el virus le dejó complicaciones respiratorias pero las huellas más profundas fueron grabadas por la internación en terapia: “El hecho de estar en una sola posición me hizo perder mucha masa muscular y eso impide que pueda pararme o caminar. Yo trataba de hacer algún tipo de rotación en terapia para evitar las escaras y solo tengo una en el talón que la estamos tratando”, describió sobre su estado actual.

Tengo una limitación en el movimiento de manos, brazos y piernas. Hoy por hoy estoy practicando cómo me tengo que parar y cómo tengo que caminar y son dos pasos fundamentales. No los puedo hacer por mí mismo, tengo que tener asistencia para eso”, agregó y consideró en ese sentido: “Quedan los miedos correspondientes a no poder respirar,  a no encontrar una salida cuando tenés un broncoespasmo, son situaciones muy complejas hasta que te das cuenta que lo podés manejar con un buen estado de ánimo, con tu cabeza. Y desarrollando paciencia para superarlo –advirtió y se detuvo en este punto– Al principio tuve crisis de ansiedad que me dieron presión alta que nunca tuve en mi vida, pero es parte de la cabeza de uno, porque de un día para otro te encontrás que para ir al baño tenés que llamar a alguien para que te lleve”.

El coronavirus y su desbastador ataque lo encontró en plena actividad profesional, envuelto en la frenética forma que toma la vida en estos tiempos. “Con 54 años y tras haber pasado esto, con la imposibilidad de ver a los hijos, creo que algo tiene que cambiar, se tiene que modificar de alguna manera. Quiero salir de la locura que muchas veces tenemos los periodistas de saber lo que pasa en la calle, para poder saber lo que pasa en casa”, comentó y remarcó con firmeza: “Es una decisión ya tomada: estar más cerca de los de uno”.

Aplausos eternos

Los primeros rostros que divisó desde la profundidad del sueño comatoso fue el de los profesionales de la salud de quienes, no duda, le salvaron la vida. “Desperté y encontré un mundo de terapia que desconocía, es inmenso el cariño que tiene esa gente por su profesión. Yo lo vi de adentro, médicos desesperados corriendo para salvar vidas, haciendo masajes cardíacos a un tipo y resucitarlo, chicos jóvenes levantándose temprano para ir a ver si los pacientes habían reaccionado a tal o cual remedio”, resaltó.

“Ése es un mundo y en la calle pasan otras cosas. La gente que niega la pandemia, no lo ve ni lo sabe. Yo solo tengo palabras de agradecimiento”, sostuvo y añadió: “Como sociedad deberíamos hacer un aplauso de meses, tomarlo con constancia”.

La misma consideración le merecen los profesionales que ahora lo impulsan a volver a caminar y recuperar su autonomía. “Estoy realmente sorprendido y satisfecho. Acá en San Jerónimo, estoy asistido por médicos, psicólogos, psiquiatras, nutricionistas, terapistas, kinesiólogos, enfermeros, una infinidad de profesionales que están atentos a mí todo el tiempo. Te asisten y te acompañan”, destacó.

La alegría es sabalera

Waldino es hincha fanático de Colón y una de las cosas que se perdió por caer en coma fue verlo campeón. “Al otro día que me despierto, me pregunté qué fecha era y me di cuenta que ya había jugado Colón y no quería preguntar por las dudas”, contó entre risas. “Una madrugada que no podía dormir escucho a un médico de Racing despotricar contra Colon y ahí confirmé que había salido campeón pero no grité «vamos sabalero» por las dudas”, continuó sobre este capítulo aparte de su despertar.

“Cuando vino mi señora a visitarme me trajo el poster de Colón campeón. Lloraba más por eso que por la visita, y me empezaron a caer camisetas de regalo de compañeros de trabajo, del sindicato, revistas que me mandaban conocidos”, deslizó con un fanatismo inalterable y reveló un sueño que planea cumplir pronto: “No vi los goles ni el partido pero me lo reservo para cuando vuelva a mi casa y confirmar que salimos campeones”.