Este fin de semana la historia del "Perro Vaca" rosarino fue de lo más comentado en las redes sociales. Hasta el intendente electo, Pablo Javkin, se pronunció al respecto y anticipó “medidas”, en tono de broma. Se trata del can “escrachado” por los estudiantes de la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) porque pide comida como si fuera callejero pero tiene dueño. Este lunes habló su dueña con Radio 2 y reveló la verdadera historia.

Por empezar, no se llama Perro Vaca. Así lo bautizaron los estudiantes de la casa de estudios de Córdoba y Moreno porque es negro y blanco... y come como una vaca. Se llama en realidad “Blanqui” y tiene unos 12 años. Y por mucho tiempo sí deambuló por las calles de Rosario.

Silvana González, su dueña, contó en el programa Radiópolis que lo acogió en su casa hace más de tres años. En ese entonces iba de acá para allá con otro perro y ambos dormían en una caja que un vecino de Santa Fe y Balcarce le había dejado en un rincón.

“Pero venía una señora y le sacaba la caja y para no terminar en problemas hablé con mi marido”, contó González que reconoció que cuando se trata de maltrato animal “no soy una chica tranquila”.

En ese entonces, en su casa ya cuidaba de otros tres perros y temía cómo podía ser la convivencia. Pero todos se llevaron muy bien aunque Blanqui y Negrito nunca perdieron las mañas: a la mañana temprano pedían salir y volvían a la noche.

En eso, Blanqui sufrió la pérdida de su fiel Negrito que murió tras una enfermedad en los riñones. “Se nos vino abajo –recordó González–. Lo buscaba hasta que se dio cuenta que no iba a ver más a su amiguito y siguió yendo y viniendo”. "Es tremendo, tremendo. En las manifestaciones siempre va primero", se rió. 

Hoy su rutina comienza temprano. En invierno parte a la mañana rumbo a la facultad y regresa a su casa a las 20. “Su timbre es el ladrido”, dijo la mujer, habituada ya a su vida independiente.

Y en verano, Blanqui pasea por la costanera en busca de alguna masita o choripán. Nada de comida balanceada. 

Un enero, había intentado entrar a la facultad a ladrido limpio y González tuvo que ir a buscarlo: “No se dio cuenta que en el verano cierra la facu y una vecina me avisa que estaba a los gritos en la puerta. Pero es muy vivo el tipo, y entonces agarró para el lado del río”.

“Yo considero que el perro es mío pero es también es de todos. Sólo pido que lo respeten como es”, dijo González.