“Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad”.

(Génesis, capítulo uno, el primer relato de la creación).

¿Existe dios? Cientos de fieles llenaron la catedral de Rosario el martes pasado para encontrar una respuesta a la pregunta que atraviesa la historia del ser humano. Buscando alguna revelación de esa presencia, se cobijaron bajo las manos de Leda, la mujer con carisma de liberación y sanación otorgado por la Iglesia Católica, que llevaba adelante un ritual de oración cantada cada semana en la basílica de Córdoba y Buenos Aires hasta que las autoridades eclesiásticas decidieron retirarla. “Confunde un poco el modo en que se administra la oración de sanación”, consideraron.

Desde que fue acogida en la catedral en febrero, cada semana Leda congregó más y más gente, quienes aseguran que encontraron en ella un puente para conectarse con dios. Durante sus canciones o bien, al momento de imponer sus manos, la mujer remarca su esencia meramente instrumental. Su voz es un vehículo de mensajes que no le pertenecen ni comprende. Leda es la manifestación de la divinidad, no la divinidad.

Ancianos y ancianas temblorosos y en sillas de rueda. Jóvenes con dificultades motrices. Mamás y papás cargando upa a sus bebés enfermos. Personas que lloran afligidas, cabizbajas. Los brazos se extienden para tocarla, y cuando ella los abarca se desvanecen, se despliegan y descargan sus pesares en una vulnerabilidad rotunda.

Se despojan y así, soportan. La “sanación” es un instante en que lo extraordinario y lo mundano se conforman. Los rasgos más recónditos de la humanidad se exhiben en la necesidad urgente de creer.

Los dones para los frutos: el carisma de Leda

¿Pero, qué tiene esta mujer de especial? ¿Qué la impulsa a hablar en lenguas y a bendecir? ¿Qué provoca en la gente tanta conmoción cuando les impone sus manos?

“En el cristianismo, el carisma es la gracia o don concedido por Dios a algunos creyentes en beneficio de la comunidad”, definió el sacerdote Daniel Siñeriz, en diálogo con Radiópolis (Radio 2). “El grupo Soplo de Dios Viviente está compuesto por ciento de fieles que sienten la fuerza y energía de Leda que tras recibir el “carisma” de dios acompaña un trabajo de fe y entrega al otro”, confió.

El religioso, con profunda labor religiosa en los barrios más humildes de la ciudad y en la enseñanza de la doctrina católica, explicó que “el espíritu santo sopla siempre y en todas partes. Como el viento, no se sabe de dónde viene y hacia dónde va. Obra con plena libertad y reparte los dones en todos los hijos de Dios. Leda -destacó- recibió ese carisma por parte del espíritu santo con dones de sanación y liberación y ella construye frutos de bondad, alegría, justicia, paz, bien y benevolencia”.

El padre encuentra en la biblia argumentos para entender lo que pasa cada martes en Rosario. “«Si ustedes creen en mí harán las cosas que yo hago y mayores también. Ustedes podrán hacer todas estas cosas»” citó, y profundizó: “Es por esta razón que si Dios otorga a todos los fieles dones sería ordinario poder acceder a desarrollarlos y no extraordinario poder expresarlos. Cuando las personas son agraciadas con esos dones suceden cosas maravillosas. Es el espíritu santo el que está obrando a través de estas personas”.

Dar fe

Rosario3 conoció algunos de los testimonios de las personas que participan del grupo de oración Soplo de Dios Viviente, quienes consideran que a través de Leda lograron modificar estados de salud y de ánimo de modo categórico. Pero, sobre todo, consiguieron reorientar sus miradas de la vida, ya que, teniendo plena conciencia de una presencia superior, dejaron atrás modos de estar y pensar el mundo que los perjudicaba y a la vez, dañaban su entorno.

Margarita Rosquín cree que el vuelco espiritual que dio de la mano de Soplo de Dios Viviente le permitió revertir un cuadro de salud complejo. Se acercó a la catedral en febrero pasado y no dejó de ir nunca más. “Estaba mal psicológicamente y tenía un problema en la vesícula en la que me habían hecho todo tipo de estudios, placas y radiografías, tomografías y resonancias por una bola de 7 centímetros”, relató.

El martes pasado se congregó una multitud en la catedral para recibir la bendición. 

De acuerdo a lo que expuso, le practicaron una intervención quirúrgica y cuando se despertó, el médico le comunicó que no había podido hallar esa formación. “Había desaparecido esa famosa bola que me producía una fístula al costado derecho que emanaba pus”, explicó y advirtió: “La bola desapareció, pero yo a todo esto, iba todos los martes a ver a Leda”.

“El médico decidió hacerme otra resonancia y vio unas partículas muy chiquitas, como si el “huevo” se hubiese estallado. El doctor decidió operarme el 26 de junio. Yo seguía yendo de Leda con toda mi fe en dios, en Jesús y en Leda que es una capa. En 20 días, sorpresa, se paró el pus, no hay pus y no fui a la cirugía”, manifestó y añadió: “El médico nunca entendió qué me pasó. Yo al doctor no le conté que iba a la catedral con Leda, nunca le conté al doctor pero él que estaba y está sorprendido de lo que pasó”.

“Estoy, agradeciendo a Jesús y estaré eternamente agradecida a Leda. Confío mucho en dios, Leda es una necesidad para mí, todo el grupo, sentarme a escuchar sus palabras y las del padre (sacerdote Juan José Calandra) es un tiempo como en las nubes”, señaló sobre su experiencia durante la oración cantada y acompañada por la exposición del Santísimo Sacramento.

Noelia R. tiene 37 años y sostiene que su incorporación al grupo espiritual conformado por Leda, su esposo y una veintena de colaboradores y colaboradoras, “fue un antes y un después” en el marco de un diagnóstico médico adverso. “En agosto me hice una mamografía de control y salió una imagen dudosa y a raíz de esa imagen me mandaron a hacer más estudios. Todo indicaba que era un cáncer de mama”, testimonió.

“Consulto con un mastólogo que me mandó a hacer un estudio previo a una punción. La conclusión fue que había algo, me pusieron en un birad 3, para definir la gravedad. Saqué el turno para la punción, previo a eso tengo una entrevista y un estudio previo, me dicen que no hay nada para punzar. No se ve nada”, continuó con su historia.

Al momento de la entrevista yo ya había comenzado a ir de Leda, a rezar, a tener fe. Cuando me dijeron que no tenía nada yo entendí que había una intervención divina, todo indicaba que me iban a operar”, destacó.

Oscar C. también vincula una mejoría emocional y corporal a la oración en compañía de Leda y el grupo. “En junio del año pasado me efectuaron una intervención quirúrgica que en teoría era de rápida recuperación (resección prostática benigna). Sin embargo, comenzaron problemas en el post operatorio que me alteraron totalmente la calidad de vida, medicación y kinesiología no daban resultado. Era una disfunción de los esfínteres que me llevaba de un extremo al otro con la medicación”, confió.

Oscar comenzó a asistir en junio de 2022 a la iglesia del Pilar, donde solía reunirse el Soplo antes de febrero, cuando llegaron a la catedral. “Hacia fines de julio sentí la profunda necesidad de hablar y decirle (a Leda) lo que me pasaba y lo hice. En los días posteriores la situación de los esfínteres se fue normalizando y de manera progresiva dejé de tomar el medicamento y la situación se normalizó”, precisó.

Leda impone sus manos mientras canta y sonríe.

La historia que compartió Rubén F. da cuenta de modificaciones notables en su calidad de vida desde que inició junto a su pareja los rituales de oración. “Mi hijo más grande se autolastimaba y no sabíamos el por qué. Fuimos a psicólogos que nos decían que estaba todo bien pero no era así, al decirle ante algunas cosas que quería "no" o frustraciones que sufría en la escuela, se rasguñaba y se pegaba”, comentó y agregó que el niño aseguraba tener un amigo imaginario que le ordenaba hacer eso.

“Cuando empezamos a ir a la iglesia, recibimos la bendición cada martes, nos cambió la vida y mi hijo mejoró. No se lastimaba más y ese amigo imaginario desapareció”, destacó. Sin embargo, no era lo único que sucedía: “Yo sufro ataques de pánico y estaba en un estado depresivo sin ganas de nada, no quería salir a ningún lado, con mi pareja vivíamos discutiendo y no estábamos muy bien económicamente. Donde estamos viviendo que en realidad alquilamos estaba todo patas para arriba, era un desastre”, detalló.

Rubén advirtió que su perspectiva se fue transformando a medida que pasaban los martes. “Nunca me voy a olvidar cuando entré a la iglesia, la prédica de Fabricio (esposo de Leda, quien brinda una charla reflexiva antes de la oración cantada) nos había llegado al corazón. Después llegó Leda, se sentó, saludó y empezó a cantar. Cerré mis ojos y sentía que cantaba un ángel. Tenía la piel de gallina, mi cuerpo empezó a sentir un fuego inmenso que me corría desde arriba hacia los pies. Era el espíritu santo, mis ojos no paraban de llorar y sentía que cada palabra suya era para mí. Me alivió bastante recibir su bendición”, recordó.

Después, vino el casamiento del que Leda y un miembro de la comunidad fueron los padrinos. “De ahí en más nuestras vidas están cambiando día a día. Yo deje de fumar ya hace 11 meses, hago algunas changas porque trabajo fijo no tengo. Mi señora trabaja 4 veces por semana. Conocimos muchos hermanos y sentir esa calidez no tiene comparación con nada. Cada martes, nos vamos con mucha fuerza, volvemos a casa con mucha paz”, celebró.

Julieta tiene fe de que va a mejorarse. Le diagnosticaron un tumor en el riñón y debe ser operada, pero la asistencia a la catedral los días martes, la cargaron de optimismo sobre su recuperación. Contó que su madre había fallecido el año anterior, y en medio de la bendición de Leda sintió su presencia lo cual la reconfortó. “Lo más fuerte fue verla a mi mamá con sus lentes, su campera azul, su pelo blanco y su rosario como diciéndome «yo estoy con vos». Después, lo que me dijo Leda me quedó todo claro y con la fe y la energía renovada, sé que me va a ir bien. Voy a seguir yendo, creyendo y entregándome con toda la fe del mundo”, afirmó.

“Da muchísimo gusto acercarse a la catedral frente a un grupo tan carismático como este”. Celina se recuera de una operación de tiroides y solo pudo compartir con Soplo de Dios Viviente un martes. “Realmente llegan hasta las fibras más íntimas de nuestro ser. La música sana, la risa sana; es una cara nueva del catolicismo que estábamos necesitando”, subrayó sobre la “sanación” de Leda.

Leda imponiendo sus manos a un niño. 

Por último -los testimonios llegan al centenar- las palabras de Sandra sobre su experiencia en catedral: “Con el correr de los martes, no solo me sentí parte, también empecé a descubrir a la Santísima Trinidad en mí, en mi vida, en señales. Los cantos de Leda son curativos, entro en comunión con el Espíritu Santo en mí. Comencé a orar a diario, noto cambios en mi vida y en mi bienestar. La bendición que recibo cada martes sacude impurezas, me queda una sensación de paz no conocida anteriormente”, expresó.

Lo sucedido el martes pasado en la basílica Nuestra Señora del Rosario reclama multiplicidad de lecturas, interpela la razón y sacude conciencias. Un fenómeno que para algunos puede generar incredibilidad, rechazo, incomodidad por su irrupción, pero que es inocultable.

Cientos de personas con necesidades diversas, exponiendo sus malestares, miedos e inseguridades, apelando a una fuerza divina para lograr vivir mejor. Una búsqueda loable en esta Rosario tan atravesada por la violencia, que a veces parece inanimada.