Noelia tiene 14 años y camina con su madre por las calles de Lanús a mediados de los 90. Se acerca una vecina, una mujer mayor, y las saluda. Le pregunta a ella si lo ve al padre. ¿Qué dice esa señora: cómo lo va a ver si su papá está muerto? La vecina sigue hablando.

–Qué linda estás, tenés los mismos hoyuelos que él.

La frase resuena como una piña en los oídos de la adolescente. Noelia se crió como hija única de esa mamá que guardaba un secreto. Siempre le contó que su padre era Corral, una pareja anterior con la que estuvo casada pero que había fallecido. Morocha de ojos oscuros, ella no se parecía a nadie de su familia de italianos rubios y de ojos claros.

La duda, que ya merodeaba, crece y se instala después de esa charla casual en la calle. Busca fotos viejas en su casa, revuelve todo. No ve hoyuelos en las viejas imágenes de Corral. Revisa en la guía telefónica. Lo encuentra y lo llama. Confirma que su mamá la engañó todo ese tiempo: el hombre está vivo. Pero le dice que él no es su padre.

–Con tu mamá nos separamos en 1975 y vos naciste en 1980. Es otra persona.

Noelia siente un temblor interno que recién empezará a encausarse 26 años después, el 2 de septiembre de 2021. En el medio, protagoniza una larga, solitaria y casi siempre angustiante búsqueda, que incluye un viaje a Rosario para hacerse un ADN que demostrara la fragilidad de un sistema sin respaldo estatal.

Al final, más por empuje propio y “por magia”, como sintetiza ella, terminó por encontrar a un hermano y por conocer la verdad sobre su identidad. Un derecho humano básico que suele minimizarse, sobre todo por quienes no atraviesan ese trance que marca vidas enteras (y familias).

Un ex Side durante la dictadura

 

Después de la charla con Torres, Noelia confronta a su madre y ella reconoce la mentira. Como no hubo divorcio formal, solo separación de hecho, usó el apellido de su ex para anotarla sin avisarle al hombre. ¿Por qué hizo eso? Le revela que eran años de dictadura cívico militar y su padre trabajaba en la Secretaría de Inteligencia del Estado (Side). Le jura que era muy peligroso ponerle su apellido y que después falleció pero no le dieron el cuerpo. El resto del relato se diluye en la nada.

La aún adolescente ya desconfía de cada cosa que le afirma su mamá. Vuelve a allanar su propia casa y surge una pista que valida al menos parte de ese nuevo relato: una percha con el nombre de su padre (el nuevo) y un apodo. Rastrea más pistas en agendas y papeles. Aparece un número de documento tachado pero que se lee. Ya tiene un nombre, un apodo y un DNI. “Entonces es verdad”, piensa.

Noelia empezó a rastrear sus orígenes a los 14 y lo encontró a los 40.

Pasan los años y en 2003, la joven Noelia de 22 se anima a ir a Abuelas de Plaza de Mayo. La derivan a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). La atiende Claudia Carlotto, la hija de Estela, referente de Abuelas y ejemplo de lucha por la memoria, verdad y justicia. Por esa organización, nacida un 22 de octubre, ese día se recuerda el Día de la Identidad.

Su caso es particular. No le hacen el análisis de ADN aunque sí la ayudan con datos. Le informan que su padre vivía en marzo de 1980 en Quilmes, cuando ella fue concebida. Las fechas coinciden. Pero la carga se le hace demasiado pesada.

“Para la ley, soy la hija nacida de un matrimonio constituido legalmente, o sea que tenía que sacarme el apellido Corral y después hacer la demanda de paternidad a mi padre biológico. Y a todo esto dejaba a mi mamá expuesta que me había cambiado la identidad en años de dictadura”, reflexiona hoy sobre aquella renuncia en diálogo con Rosario3.

Cuando trabajó en la empresa telefónica Movicom, lo volvió a encontrar en la base de datos. Supo que seguía vivo en Azul, provincia de Buenos Aires. Anotó el teléfono y la dirección. Intentó contactarse. Hasta que un día recibió un llamado de su supuesto padre que la amenazó para que dejara de buscarlo. Nunca supo si ese mensaje fue real u otra maniobra de la madre. La incerteza, la mentira, tiene la costumbre de invadirlo todo.

“Me olvidé del tema. Aunque es imposible olvidarse. Cada elección lo buscaba en el padrón electoral. Soy locutora y trabajé en televisión (TyC Sports, Metro, Magazine y otros canales) y esperaba que me reconociera y apareciera. Pero eso nunca ocurrió. Hasta que tiré todo lo que venía guardando, todos los papeles y datos”, recuerda.

Un poco de magia, un poco de ADN ancestral

 

La mamá de Noelia murió hace tres años cuando ella había dejado su búsqueda en un segundo plano, enfocada en su trabajo. El año pasado una historia cercana volvió a activar ese deseo profundo de saber quiénes somos. Una conocida suya encontró a su padre. El hombre nunca se había enterado que había tenido una hija.

“Eso me movilizó de nuevo a buscar: ¿y si él nunca supo de mi existencia? Tenía que volver a empezar pero ¿cómo? Aunque había tirado todos los documentos me acordaba de los datos fundamentales: el nombre, el DNI, la dirección de Azul”, cuenta.

“En enero de este año apareció un elemento mágico”, dice y explica: abrió una casilla de correo de su mamá para pagar unos impuestos y encontró un email que le había llegado de una empresa de ADN ancestral. “Mi mamá no se había hecho el ADN pero sí había hecho un árbol genealógico, diez años antes. Nunca me lo contó y empecé a ver de qué se trataba ese mundo”, agrega.

Pidió el kit de ADN a la firma especializada de Estados Unidos. Se especializó en burocracia de fronteras, descubrió que hay gente fría pero también muchos otros que la ayudaron, por ejemplo en la ONG Encontrarnos o Nuestra primera página de Rosario (organización que lanzó este viernes una donación de kits de ADN de forma federal y por sorteo).

En mayo de 2021, a Noelia le llegó el resultado del ADN ancestral: no tenía ningún parentesco cercano, tenía que ir cuatro generaciones para atrás. Una misión casi imposible. Empezó de todas formas a llamar a desconocidos. Logró una pista más: la familia paterna venía de Catamarca.

Consiguió el teléfono de la última mujer de su padre en Azul. La atendió un familiar, una cuñada. La anciana estaba enferma pero esa desconocida la ayudó. Aquel hombre, tenía un hijo. Su hermano. Llamó ese mismo día al hombre de 37 años que al principio no quería hablar. Al final la escuchó.

–Pero si no tenés ningún papel, ninguna foto, ¿cómo llegaste a la conclusión de que soy tu hermano?

Ella le contó toda la historia, él empezó a creerle y al final le hizo le pregunta que quería hacer desde hace 26 años, cuando tenía 14 y todo empezó.

-¿Vos tenés hoyuelos?

-¡Sí!

Se emocionaron. Quedaron en verse al día siguiente. Se abrazaron. Los ojos de Noelia vieron, por fin, otros ojos como los suyos.

“Encontrar la verdad libera”

 

Los hermanos decidieron confirmar su vínculo con un ADN y eligieron a un laboratorio de Rosario. El 6 de agosto les dio negativo. “Ese test se usa para determinar paternidad y es muy complicado cuando la relación no es directa de madre/padre. A mí me dio «concluyente negativo» y me quería matar”, reconoce la locutora de 40 años.

“Pasé el peor mes de vida, con mucha angustia, hasta que el 2 de septiembre llegó el estudio de Estados Uninos, porque había mandado el hisopado también allá, y arrojó el resultado real que somos medios hermanos. Y tenemos una hermana más que nació seis días después que yo, y no sabía. Además mi padre tenía hermanos en Catamarca que no saben nada de esto”, alerta sobre la dimensión de los nuevos desafíos que se le abren.

El resultado del ADN con su hermano.

En el andar, se topó con “mucha gente que no puede hacer todo esto por falta de recursos y muchos chicos apropiados fuera de dictadura, víctimas de redes parteras y tráfico de bebés”.

“Con la ley de identidad de origen se busca que todos tengan acceso al banco genético argentino y los recursos para investigar, más apoyo psicológico”, resume sobre ese reclamo federal. “Porque es un camino muy solitario y te aleja mucho de la familia. Cuando hice lo del ADN estuve tres o cuatro semanas sin comer ni dormir, mirando resultados de ADN, videos y tutoriales. Mi pareja no aguantaba más, casi me termino separando porque era una zombi que hablaba con desconocidos del mundo”.

Noelia con su pareja, el periodista Cristian Garófalo.

“Muchos me decían: «Y para qué hacés esto de la identidad, mirá para adelante». No entienden que es muy importante para uno conocer sus raíces y su origen. Poder sanar. Encontrar la verdad libera: es luz, una mochila que nos sacamos, tenga final feliz o no. Y la identidad es un derecho humano”, sigue la comunicadora, que compartió su historia en un grupo con otros buscadores, entre ellos Elena, la rosarina que se cruzó con una alemana apropiada en 1977.

Ley de identidad de origen

 

Además del pedido de una ley nacional, distintas provincias avanzaron con normas propias de identidad biológica o de origen que quedaron a mitad de camino. Mendoza reglamentó en septiembre pasado su legislación y es pionera en la materia.

En Santa Fe, si bien se sancionó la ley 13.725 de Alicia Gutiérrez antes que en ese distrito (en 2017) sigue sin reglamentarse, según confirmó a Rosario3 la secretaria de Derechos Humanos Lucila Puyol.

“Cuando llegamos no había nada en la Secretaría de la gestión anterior, ni siquiera un proyecto de reglamentación. Nos agarró la pandemia y recién hace tres meses estamos con un borrador trabajando con el área de Gobierno”, explicó la funcionaria.

Santa Fe tiene, sin embargo, un espacio activo de "Asesoramiento y Acompañamiento". La provincia empezó a financiar algunos de ADN. Extender ese trabajo y conformar un banco de datos genético, son los principales reclamos de las organizaciones dedicadas al tema.

Solo en Rosario, desde 2015 existen 352 denuncias presentadas. La mayoría, 199 casos, son por “apropiación” y le siguen con 44 el rubro “adopción”. El resto son búsquedas de algún familiar o dudas.