La perra Lucy tiene unos diez años. Eso es lo que calculó el veterinario de cabecera cuando la familia de Sabrina le abrió las puertas de su hogar en Pichincha durante la pandemia. Su adopción responsable se parece a muchas de las historias de los animales sin hogar que llegan a las protectoras y al Imusa para después ser parte de una familia o de la vida de una persona. Pero es un proceso diferente a la adopción de un cachorro que aún es dócil en aprender comportamientos amigables con sus adoptantes.

En la ciudad se suele rescatar alrededor de 300 perros de la calle por año, y de éstos, solo un 45 por ciento consiguen ser adoptados después, según los registros del Imusa. El resto espera ser elegido, en los caniles del Centro de Adopción o en la sede central de avenida Francia. Ante ese panorama, cabe desasnar y desmitificar los procesos de adopción y por eso, vale la pena conocer la experiencia en primera persona para que más personas entiendan sus implicancias y adopten un animal sin hogar.

Sabrina, su pareja Luciano y sus dos hijos hace años querían adoptar un perro callejero, y en pandemia se enamoraron de Lucy. Pero no todo fue color de rosa: temores, tarascones a los más chicos, desconfianza. Fueron varias las vivencias que atravesaron hasta que Lucy también los adoptó a ellos, y desde entonces es puro cariño con todos.

Sabrina se crió entre muchos animales, ya que su padre es veterinario. “Siempre quisimos adoptar un animal. Habíamos adoptado un gatito pero este después se escapó. Entonces quedaron las ganas de volver a adoptar. A medida que los nenes crecían, más eran las ganas de sumar un animalito a la familia”, recordó.

Lucy disfruta jugar a peinarse con Estela y Vicente, su familia del corazón.

Decidir tener un animal es, en sus palabras “un acto amoroso”, pero de la mano con eso, “requiere pensar ciertas responsabilidades que hay que tener en cuenta, como dedicarle tiempo, o dónde y a cargo de quiénes quedará el animal si la familia se va de viaje unos días”, aclaró de entrada.

Era plena pandemia en 2020 cuando Sabrina vio la publicación de Twitter donde mostraban una perrita en adopción, y daban un número de celular. “Le comenté a Luciano, le dije ‘mirá lo que es esta perrita’, tenía una cara de buena, y saberla abandonada me conmovió mucho”, apuntó sobre esa primera imagen de esa peluda blanca y negra, y aseguró: “Fue una conexión rara, porque uno ve siempre perritos en la calle, o en las redes. Pero sus ojitos me compraron en seguida, me recordaron a una perrita que tuve de chica”.

Para describir a Lucy, su dueña apuntó: “Nos da mucha risa porque, aunque es viejita, tiene momentos que salta y parece que rejuveneciera. Se lleva muy bien con otros perritos. Todos los que entran en casa dicen qué hermosa que es la Lucy, y cuando los nenes ven un perro de raza me dicen ‘la Lucy es más hermosa’. La queremos un montón y ella nos da mucho cariño”.

El proceso de adopción y el camino de adaptación

Consultada sobre cómo fue el camino que realizaron junto a Luciano, en plena pandemia, para acceder a su nueva perrita, Sabrina recordó: “Me comuniqué con una mujer de una protectora, y ella me mandó un formulario con muchas preguntas. Preguntaba sobre cómo es mi vivienda, cómo son las paredes, si la terraza estaba protegida, si tiene balcones, preguntas sobre qué tipos de cuidados podíamos garantizarle, entre otras”.

Unos días después, la mujer de la protectora se comunicó nuevamente con Sabrina y le dijo que las respuestas eran adecuadas, y le preguntó si estábamos interesados en darle la bienvenida a esta perrita. “Me dio algunas indicaciones de cuidado. Me dijo que fue rescatada de la calle y que el Imusa la habían desparasitado, vacunado y castrado”.

Sabrina remarcó sobre esta experiencia, la diferencia con adoptar un cachorro: “En mi vida, todos los perros que tuve los criamos de chiquitos, entonces no me había imaginado antes que la adaptación podía ser complicada. Es muy diferente porque es volver a criarlos, y se requiere paciencia y dedicación”.

El gran día fue cuando Lucy entró a su casa. “Era de un tamaño chico, y recién ahí me di cuenta que era viejita. Cuando los del Imusa la dejaron en la puerta, no quería entrar. Me acerqué para hacerla entrar pero ella me gruñó y me asusté un poco. Estaba algo sucia, se notaba que estaba desgastada. Entonces dejamos la puerta abierta y no la presionamos, nos alejamos de la entrada. Pasaron unas cuatro horas y Lucy se animó a entrar sola”.

Al principio, aseveró, era complicado porque la perra no se dejaba tocar, se escondía. Al segundo día aceptó comer, y dejó a Sabrina que la tocara. “Ahí me aceptó como su dueña madre”, confirmó.

Lucy ahora es dócil y juega con Vicente, uno de sus dueños desde la pandemia.

Algo que les da gracia, aseguró, es no saber la edad que tiene, ni cuál es su cumpleaños -acostumbrados a los perritos adoptados de pequeños, con todos esos registros-, y recordó que les da risa que “cada veterinario le da una edad diferente. Su veterinario de cabecera calculó que ella tiene diez años, el doble de lo que nos decían los del Imusa”.

A su nena más chiquita la tarasconeó algunas veces, y eso fue un inconveniente al principio. Entonces Sabrina y Luciano consultaron cómo educarla con la protectora y con el veterinario. Y a los diez días Lucy ya estaba totalmente adaptada en su nueva casa, cada día mas cariñosa con los nenes.

“Entendimos que es una perrita que ha sido castigada anteriormente. Vimos que sacarla a pasear era complicado, se escapaba porque cuando se asusta corre. Entonces le pusimos una correa que la sostuviera mejor”, describió.

También bañarla fue complicado, ya que probablemente no había sido bañada antes en su vida. Ahora hace rato que se adaptó a una peluquería canina de la esquina de su casa.

Aunque tiene “los achaques de una perrita vieja y del maltrato”, y es muy probable que haya comido basura porque estaba malnutrida, hace tres años que Lucy goza de una nueva vida en la familia de Luciano y Sabrina, en su casa de pasillo de Pichincha, donde juega con los nenes y con otros perros sin ya ningún problema de confianza en el carácter.

Esto Sabrina lo logró “con mucho cuidado y responsabilidad, entendiendo que son perros que requieren mucha paciencia porque vienen con sus problemáticas”, finalizó, y alentó a que más familias experimenten ese amor perruno del más agradecido.