El poder de los hechos, de eso que ocurre por ejemplo en las calles de una ciudad, suele ser demoledor para desarmar algunos relatos. Este 20 de diciembre, la marcha en Rosario para recordar a las víctimas de la represión policial de diciembre de 2001 y reclamar contra las medidas de ajuste del nuevo gobierno nacional, fue nutrida, pacífica y no tuvo incidentes. Alcanzó con un poco de diálogo entre manifestantes y autoridades para acordar el formato de movilización, que incluyó cortes de calle por el centro de la ciudad, para dejar al desnudo la inutilidad de algunas medidas, como un protocolo que exige marchar solo por veredas y otros límites que encubren un mensaje más profundo.

Los acuerdos entre partes, es cierto, tienen una debilidad. No permiten el marketing político que buscó la ministra Patricia Bullrich al presentar su protocolo antipiquetes horas antes y celebrar su cumplimiento esta misma noche. No habilitan escenas como la del presidente Javier Milei y Bullrich siguiendo el operativo especial en Buenos Aires, donde la marcha llegó a Plaza de Mayo, como si se tratara del lanzamiento de un cohete espacial.

En Rosario, la movilización organizada por la Asamblea del 19 y 20 de Diciembre de 2001, el Polo Obrero, el Frente de Izquierda, la CTA Autónoma, Amsafé Rosario, Coad, entre otros, se concentró en la Plaza San Martín a las 17. Minutos más tarde comenzaron a caminar por calle Dorrego y tomaron San Luis y desde ahí hasta el Monumento a la Bandera.

Policías provinciales de la Unidad Regional II siguieron la columna desde adelante y atrás. Hacia los costados, personal de Tránsito desplegó desvíos a medida que la marcha avanzaba por el centro. Con ese despliegue acotado, infinitamente menor que lo expuesto en Buenos Aires, se garantizaron dos derechos: a manifestar y a circular por la ciudad.

Pero el diálogo, el consenso y la normalidad (o algo parecido a eso) parecen pagar poco en esta nueva era de la desmesura.

“No tengo donde dejar a mi hija”

 

Faltan un par de horas para que Bullrich festeje que en las marchas de este miércoles no hubo niños. Son las 17.30 y la movilización rosarina avanza por calle Dorrego. Entre las columnas del Polo Obrero, hay una, dos, tres, cuatro, muchos chicos y chicas, a upa de sus madres o en cochecitos.

Galilea tiene un año y marcha sobre ruedas mientras la empuja su madre que explica, con pocas palabras su presente. Sí, escuchó a la ministra cuando dijo que no se movilice pero no, no tiene a dónde dejar a su hija.

–Yo vengo acá porque quiero, nadie me obligó. A mi hija la traigo porque no tengo donde ni con quién dejarla.

La mamá de Galilea se somete a la ingrata experiencia de explicar por qué hace lo que hace con sus hijos. La interrumpe el primer cántico de la tarde: “Milei, basura, vos sos la dictadura”.

Antes de doblar por San Luis, como si nadie les hubiese avisado, quedaron varados una camioneta y un minibus de la Policía y son rodeados por los manifestantes. Nadie dice, ni hace nada ante la mirada de los uniformados que quedan rodeados.

Helado, marcha peronista y reproche

 

Es un 20 de diciembre distinto y las organizaciones acordaron una doble bandera barrenadora al frente de la columna de cinco cuadras que se mueve rápido, para cumplir con el pedido de hacer una marcha “dinámica” y no prolongar los cortes por Corrientes, Entre Ríos, Mitre, y así. No hay ánimo de incumplir y todos avanzan. La primera es la clásica bandera con las víctimas de 2001 que pide "Juicio y Castigo" y la otra grita: "No al ajuste de Milei".

Los comerciantes miran el despliegue sin sorpresa. No es una novedad una marcha por ahí. Algunos hacen compras e ignoran el hecho político relevante: la primera manifestación masiva contra Milei en Rosario. En las esquinas, el micromundo de la marcha se cruza con otros ajenos. Un pelado de camisa celeste le da una orden extraña a un pibe más joven, quizás su hijo.

–Mirá, mirá, son del Polo Obrero, sacale una foto, dale, sacale.

El pibe con remera blanca se saca el celular del bolsillo y apunta contra una de las banderas. Se quedan en la ochava mirando.

Ana tiene 68 años y es jubilada. Las columnas la sorprenden cuando come un helado de granizado en vasito de pasta con su nieta. Parece reprobar algo y aclara lo que siente: “No, no voté a Milei, me parece una basura. Yo soy bien peronista y todo el pueblo tendría que estar en contra pero estos se acordaron tarde. Lo que tienen que cantar es esto...”.

La mujer petisa y morocha revisa su celular, busca algo y de pronto reproduce la marcha peronista. “Viva Perón, esto tienen que cantar”, les dice a los manifestantes y canta y le agradece Evita y habla de sus derechos como mujer. La nieta se terminó el helado y ella se emociona con sus propias palabras. Lo último que dice que es que la jubilación mínima no le alcanza.

Una vidriera de calle San Luis ofrece una “Promo remeras” a dos por 10.999 pesos. Se choca con las pancartas del Polo Obrero: “No queremos más ajuste, no queremos represión” o “Acá no existe el Protocolo Antipiquete”. Y un clásico: “Unidad, de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode”.

Gendarmes y crueldad

 

Las columnas bajan por calle Córdoba a las 18.30. Unos 15 gendarmes esperan en la zona de la llama votiva del Monumento, entre vallas. Uno de ellos filma o saca fotos con su celular inclinado a los manifestantes.

Sobre la escalinata, el acto recuerda a las víctimas de la represión de la Policía de Carlos Reutemann en diciembre de 2001: Ricardo Villalba, Walter Campos, Juan Delgado, Yanina García, Ruben Pereyra, Graciela Acosta, Graciela Machado, Marcelo Pacini y Claudio "Pocho" Lepratti, uno de los emblemas de estos actos.

Este año también se suma el nombre de Celeste Lepratti, la hermana de Pocho, que murió a fines de 2022. Fue la primera marcha contra Milei, pero también la primera sin su presencia.

Liliana Leyes, de la Asamblea, abre el acto con una definición: “Estamos en la calle. No nos detienen”. Lo dice con la misma remera amarilla con el nombre de los fallecidos que estrenó en 2011, en los primeros 10 años de aniversario.

Gustavo Martínez, referente de la CTA Autónoma y ATE Santa Fe, amigo de Pocho, ex pareja de Celeste, intenta desanudar todas las emociones debajo del cielo nublado. Lo resume en diálogo con Rosario3 en tres puntos. Uno: “La marcha fue masiva, la más concurrida de los últimos años”. Puede incluso que el efecto Milei y Bullrich genere lo imposible por las múltiples diferencias: la unidad de los sectores populares.

Dos: “Fue un acto de respuesta a la historia, una conmemoración de nuestras víctimas, y también de respuesta a un componente del presente, a un gobierno que vino a apagar el incendio con combustible”.

Tres: “Siempre dijimos y ahora se ve que las causas que desataron el estallido de 2001 están presentes. No solo en la Justicia por la impunidad, que ahí sigue Rafael Gutiérrez en la Corte santafesina, sino en el plano de lo social y económico. Hay incertidumbre y angustia. A eso se suma la improvisación de este gobierno y la crueldad, Milei dice que admira a Margaret Thatcher, trabaja sin límites, porque la democracia le molesta. Hará falta la unidad ante el fantasma del saqueo del país, que ya no es un fantasma”.

Se termina de leer el documento unificado. La manifestación nutrida se desconcentra por las calles de Rosario sin incidentes. Se vienen los anuncios de Milei. Más tarde habrá cacerolazos. Un diciembre pero de 2023. Esto recién empieza.