Las llamas arrasaban este viernes hoy por sexto día chaparrales y bosques en el sur de California y amenazaban a unas 24.000 viviendas, pero los bomberos han ganado terreno, mientras la policía busca a los pirómanos que podrían haber causado algunos de los incendios.
Las autoridades dicen tener pruebas de que al menos dos de los focos de fuego fueron intencionados y ofrecieron una recompensa de 250.000 dólares por información que conduzca a la captura de los autores.
Otros focos surgieron después de que el fuerte viento derribara torres de electricidad.
Hasta ahora, la policía ha arrestado a cinco presuntos pirómanos, aunque ninguno ha sido vinculado con los grandes incendios que desde el domingo consumen enormes extensiones en el sur de California.
Dos de los mayores incendios, el "Witch", al norte de San Diego, y el "Harris", en la frontera con México, siguen sin control.
No obstante, la supresión de otros focos ha permitido a las autoridades concentrar sus fuerzas en un asalto a gran escala para doblegarlos.
En Rancho Bernardo, uno de los lugares donde más casas han sido destruidas, era incesante el ruido de los aviones que sobrevuelan la zona de camino a las llamas de "Witch", cargados de agua y de una mezcla química de color naranja que retarda el fuego.
Ese incendio estaba controlado sólo en un 40 por ciento y ha devorado 1.061 viviendas, según las autoridades.
La buena noticia es que las condiciones climatológicas continúan ayudando a los bomberos pues desaparecieron los vientos "Santa Ana", que impulsaron el fuego a velocidades de tormenta tropical entre el domingo y el miércoles, al tiempo que las temperaturas han caído levemente.
La extensión de terreno arrasada sigue creciendo y ya supera las 200.000 hectáreas, área un 30 por ciento mayor que la megalópolis brasileña de Sao Paulo, donde viven unos 19 millones de personas.
Aproximadamente 2.000 edificaciones han sido destruidas y las pérdidas se calculan en más de 1.000 millones de dólares (unos 700 millones de euros) sólo en el condado de San Diego.
Al menos siete personas han muerto por la acción directa de las llamas, pero las autoridades creen que la cifra puede aumentar a medida que examinan los restos de las viviendas consumidas.
"Imagino que encontraremos cuerpos incluso el próximo año", dijo a la prensa el sargento Mike Radovich, de la policía de San Diego.
Aún así, el número de muertos es bajo, comparado con otros incendios que arrasan de forma periódica el sur de California cuando los Santa Ana soplan entre octubre y diciembre.
Por ejemplo, en 2003 murieron 22 personas en 15 incendios que no alcanzaron la intensidad de los de este año.
Las autoridades lo achacan a una mejora en los mecanismos de comunicación entre los distintos cuerpos de emergencia y a un sistema que les permite llamar a los teléfonos fijos de todos los residentes de un área para pedirles que salgan de sus casas.
"El sistema ha funcionado estupendamente", dijo Greg Cox, supervisor del condado de San Diego.
No obstante, numerosas personas que huyeron de sus casas dijeron no haber recibido ninguna llamada y que escaparon al sentirse en peligro.
"La gente está más alerta por lo que pasó la última vez y no espera a que les avisen", dijo Michelle McCallen, de 39 años, residente en El Cajon, al este de San Diego.
Aún así, no todos siguieron ese consejo. Dos de las víctimas son Victoria Katherine Fox y Christopher Bain, un matrimonio que se quedó en su vivienda en Poway pese a que los vecinos les pidieron que se fueran con ellos.
Además de la suya, numerosas casas han quedado reducidas a cenizas en su barrio, en un alto del municipio con vistas al valle, donde los residentes miraban hoy lo que les queda y comenzaban las llamadas al seguro y a las líneas de ayuda.
Es una escena que se repite en otras muchas comunidades adonde finalmente ha vuelto la gente.
En San Diego, las autoridades clausuraron hoy el centro de acogida instalado en el Estadio Qualcomm de fútbol americano, donde llegaron a refugiarse unas 11.000 personas a principios de semana.
Aún así, unas 9.000 personas que aún no pueden regresar a sus hogares pernoctan en otros centros en el condado mientras un número similar de efectivos continúa en los frentes de batalla contra el fuego.
Muchos de ellos no son bomberos profesionales sino prisioneros condenados por delitos no violentos, a quienes se les acorta la pena en dos días por cada jornada trabajada en la lucha contra los incendios y reciben un dólar por hora como salario.
Fuente: EFE