Cuando las conductas conflictivas respecto a la propia imagen corporal se prolonga en el tiempo y la insatisfacción se vuelve una constante, existe riesgo de caer en lo que los especialistas han denominado Dismorfismo, Dismorfia Corporal o Trastorno Dismórfico Corporal.
“El paciente tipo es aquel en el cual uno, como médico al tener la primera y sucesivas consultas, puede advertir determinadas conductas como por ejemplo excesiva preocupación por el aspecto corporal, convencimiento acerca de algún defecto o anormalidad que, supuestamente y según esa persona, a los ojos de los demás puede parecer horrible, así como también la creencia de que todos están pendientes -para hacer una evaluación negativa- de cómo luce”, explicó el doctor Rodolfo Cucchiani, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital Universitario Austral (HUA).
“También es frecuente que las personas que tienen dismorfia se nieguen a aparecer en fotos y se sometan a cirugías cosméticas frecuentemente, aunque se sientan insatisfechos con los resultados. De manera que se trata de una alteración mental en la cual hay una clara distorsión entre lo que una persona ve y piensa de sí misma, y lo que cree que ven los demás. Incluso en algunos casos no pueden dejar de pensar en un ‘defecto’ que muchas veces es mínimo o imaginario, a tal punto que llegan a evitar la exposición social”, detalló el especialista, refiriéndose a esta patología que alguna vez fue llamada Imagined Ugliness (“fealdad Imaginaria”, según la traducción literal en inglés).
Aunque a priori y por la relación que suele hacerse entre las mujeres y la búsqueda de belleza el Trastorno Dismórfico Corporal puede asociarse al sexo femenino, lo cierto es que tanto “ellas” como los varones pueden padecerlo, siendo más frecuente –al menos en el sexo masculino- entre los solteros.
“No hay distinción entre sexos porque las causas que intervienen en el desarrollo de este síndrome son muchas y pueden atribuirse o aplicarse a cualquier género. Entre las principales podemos distinguir tres. La razón bioquímica que está asociada a la presencia de fallas en algunos neurotransmisores relacionados con el humor; la genética, dado que si hay familiares que hayan padecido este desorden es mayor la posibilidad de presentarlo; y el medio o entorno, especialmente si durante la infancia o adolescencia se tuvo alguna experiencia negativa relacionada con el cuerpo o la imagen de uno mismo”, sostuvo Cucchiani.
Tal como expuso el especialista, la presencia de la dismorfia corporal puede, como mínimo sospecharse, a medida que pasan las consultas. No obstante, para eso, “lo más importante es que el cirujano conozca el síndrome, de manera que pueda detectarlo y no realizar ningún procedimiento ni cirugía en estos tipos de pacientes ya que es probable que nunca queden satisfechos con el resultado”. De lo contrario, si eso no ocurriera, es posible que se desencadene una suerte de “círculo vicioso”.
“Cuando preguntan en qué momento parar, o sea cuando decirle basta a un paciente, siempre contesto que la posibilidad de detectar el dismorfismo no está relacionada con la cantidad de procedimientos a los cuales una persona desea y está dispuesta a someterse para corregir algo. Esto quiere decir que no existe un límite. Simplemente hay que saber determinar los cuadros en los que hay una obsesiva y exagerada preocupación por algo mínimo. Igualmente, en lo personal, si recibo un paciente que se operó una gran cantidad de veces por motivos difíciles de advertir, o se encuentra insatisfecho después de tantas cirugías, la sospecha es grande”, remarcó el Jefe del Servicio de Cirugía Plástica del HUA.
El cerebro de las personas que tienen una afección psiquiátrica conocida como Trastorno Dismórfico Corporal, que hace que se vean desfigurados o feos, responde de manera diferente a lo normal frente a imágenes de rostros.
Esta es la principal conclusión a la que arribó un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina “David Geffen” de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, coordinado por el Dr. Jamie D. Feusner, tal como consta en la reciente edición del journal Archives of General Psychiatry.
Los responsables del trabajo analizaron la información cerebral de 17 personas que padecían esta problemática y la compararon con la de 16 voluntarios “sanos”. Esto se realizó mientras los voluntarios observaban fotografías de dos rostros: el de ellos y el de un actor popular.
En comparación con el grupo control, las personas dismórficas tenían una actividad cerebral anormal -en regiones asociadas con el procesamiento visual-, cuando veían la fotografía de su propio rostro.
También se registraron patrones de actividad poco frecuentes en el sistema frontoestriatal, que es el encargado de ayudar a controlar el comportamiento y el mantenimiento de la flexibilidad emocional.
Fuente: Hospital Universitario Austral
“El paciente tipo es aquel en el cual uno, como médico al tener la primera y sucesivas consultas, puede advertir determinadas conductas como por ejemplo excesiva preocupación por el aspecto corporal, convencimiento acerca de algún defecto o anormalidad que, supuestamente y según esa persona, a los ojos de los demás puede parecer horrible, así como también la creencia de que todos están pendientes -para hacer una evaluación negativa- de cómo luce”, explicó el doctor Rodolfo Cucchiani, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Reparadora del Hospital Universitario Austral (HUA).
“También es frecuente que las personas que tienen dismorfia se nieguen a aparecer en fotos y se sometan a cirugías cosméticas frecuentemente, aunque se sientan insatisfechos con los resultados. De manera que se trata de una alteración mental en la cual hay una clara distorsión entre lo que una persona ve y piensa de sí misma, y lo que cree que ven los demás. Incluso en algunos casos no pueden dejar de pensar en un ‘defecto’ que muchas veces es mínimo o imaginario, a tal punto que llegan a evitar la exposición social”, detalló el especialista, refiriéndose a esta patología que alguna vez fue llamada Imagined Ugliness (“fealdad Imaginaria”, según la traducción literal en inglés).
Aunque a priori y por la relación que suele hacerse entre las mujeres y la búsqueda de belleza el Trastorno Dismórfico Corporal puede asociarse al sexo femenino, lo cierto es que tanto “ellas” como los varones pueden padecerlo, siendo más frecuente –al menos en el sexo masculino- entre los solteros.
“No hay distinción entre sexos porque las causas que intervienen en el desarrollo de este síndrome son muchas y pueden atribuirse o aplicarse a cualquier género. Entre las principales podemos distinguir tres. La razón bioquímica que está asociada a la presencia de fallas en algunos neurotransmisores relacionados con el humor; la genética, dado que si hay familiares que hayan padecido este desorden es mayor la posibilidad de presentarlo; y el medio o entorno, especialmente si durante la infancia o adolescencia se tuvo alguna experiencia negativa relacionada con el cuerpo o la imagen de uno mismo”, sostuvo Cucchiani.
Tal como expuso el especialista, la presencia de la dismorfia corporal puede, como mínimo sospecharse, a medida que pasan las consultas. No obstante, para eso, “lo más importante es que el cirujano conozca el síndrome, de manera que pueda detectarlo y no realizar ningún procedimiento ni cirugía en estos tipos de pacientes ya que es probable que nunca queden satisfechos con el resultado”. De lo contrario, si eso no ocurriera, es posible que se desencadene una suerte de “círculo vicioso”.
“Cuando preguntan en qué momento parar, o sea cuando decirle basta a un paciente, siempre contesto que la posibilidad de detectar el dismorfismo no está relacionada con la cantidad de procedimientos a los cuales una persona desea y está dispuesta a someterse para corregir algo. Esto quiere decir que no existe un límite. Simplemente hay que saber determinar los cuadros en los que hay una obsesiva y exagerada preocupación por algo mínimo. Igualmente, en lo personal, si recibo un paciente que se operó una gran cantidad de veces por motivos difíciles de advertir, o se encuentra insatisfecho después de tantas cirugías, la sospecha es grande”, remarcó el Jefe del Servicio de Cirugía Plástica del HUA.
El cerebro de las personas que tienen una afección psiquiátrica conocida como Trastorno Dismórfico Corporal, que hace que se vean desfigurados o feos, responde de manera diferente a lo normal frente a imágenes de rostros.
Esta es la principal conclusión a la que arribó un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina “David Geffen” de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, coordinado por el Dr. Jamie D. Feusner, tal como consta en la reciente edición del journal Archives of General Psychiatry.
Los responsables del trabajo analizaron la información cerebral de 17 personas que padecían esta problemática y la compararon con la de 16 voluntarios “sanos”. Esto se realizó mientras los voluntarios observaban fotografías de dos rostros: el de ellos y el de un actor popular.
En comparación con el grupo control, las personas dismórficas tenían una actividad cerebral anormal -en regiones asociadas con el procesamiento visual-, cuando veían la fotografía de su propio rostro.
También se registraron patrones de actividad poco frecuentes en el sistema frontoestriatal, que es el encargado de ayudar a controlar el comportamiento y el mantenimiento de la flexibilidad emocional.
Fuente: Hospital Universitario Austral


