Sabrina Ferrarese

Con la guitarra a cuesta, la voz suena a cascada, como si dejara correr agua fría y limpia. Escuchar a Ana Prada es meterse en un paisaje verde y amarillo, es sentir el sol y el viento en la cara, es poder reconocerse en muchas de sus letras. Esta noche vuelve al teatro La Comedia para brindar un recital en donde promete repasar sus dos discos “Soy sola” y “Soy pecadora”, junto a su banda local conformada por Juan de Benedictis, Fernando Mantaras, Ariel Polenta y Pablo Bendov. Sólo para quienes se animan a las emociones fuertes.

¿Qué te inspira a la hora de escribir tus canciones? ¿Qué es lo que más te conmueve?
Me inspira la vida, cualquier acontecimiento que me toma de improvisto y me genera una emoción que toca una fibra y por mucho tiempo no lo puedo olvidar y tengo que convertirlo en canción. Me conmueve la injusticia de la discriminación, el sufrir propio y ajeno, la alegría colectiva que se emparenta con la fiesta (que no deja de ser la catarsis del dolor).

¿Qué lugar ocupa tu infancia y adolescencia en tus letras?
Un lugar considerable. La mayoría de los elementos campestres que se filtran en mis letras, por ejemplo, tienen su origen en recuerdos infantiles o juveniles. Además creo que las músicas que uno escucha durante su infancia dejan una huella imborrable y aparecen de prepo a la hora de componer.

¿Qué paisajes te movilizan más?
Soy oriunda de Paysandú y viví gran parte de mi vida en el campo. Creo que ese paisaje es el que más me moviliza. Hay una frase de Atahualpa Yupanqui que me encanta: “Yo quisiera hacerle una canción a cada yuyo de mi tierra pero no me alcanza el almanaque”. Me siento en deuda con mi tierra, me ha dado mucho y me ha convertido en esto que soy, con lo bueno y con lo malo. Quizás por eso el paisaje campestre es el que me llama, me convoca más que ningún otro.

En Soy Pecadora abordás el tema del placer y la culpa. ¿Qué te da placer y qué te da culpa?
La pregunta es complicada, no creo en la represión del deseo pero tampoco en la pornografía del goce. Ni Kant ni Sade, digamos. Creo que los placeres y culpas que me mueven son los mismos que a cualquier otra persona. Disfruto de las pequeñas cosas de la vida: prender un fuego, comer un asado con los amigos, andar a caballo, abrazar a mis sobrinos,. Quizás podría agregar que me he propuesto (aunque no siempre lo logro) evitar el placer de la culpa.

También hablás del desamor. ¿Cómo analizás los finales?
El fin del amor es un asunto espinoso. En algunas de mis canciones intento dar cuenta de lo que esto trae aparejado pero creo que apenas llegan a ser un esbozo si se las compara con la experiencia concreta del desamor. Es difícil analizar un final, quizás hasta imposible: ¿cómo razonar sobre algo que es propio del dominio de la pasión? No sé si sería capaz.

¿Cómo fue la experiencia en Montevideo con Martín Inthamoussu en “Las cuatro estaciones montevideanas”? ¿Qué otro tipo de arte te gustaría explorar?
La experiencia con Martín fue una verdadera fiesta: nos divertimos enormemente durante los ensayos y disfrute más de lo esperado las funciones. Nunca antes había bailado y tuve la suerte de contar con la dirección de un maestro de la talla de Inthamoussu. Creo que “Las cuatro estaciones montevideanas” me sirvió y mucho: conecté con algo de la corporalidad que tenía olvidado, tuve que pensar y sentir desde otro lugar expresivo. No sé realmente que otro tipo de arte me gustaría explorar, en general todas las disciplinas me despiertan gran inquietud. Pero por ahora me contento con disfrutarlas en vez de practicarlas.

¿Con quién te gustaría cantar?
Afortunadamente, esta carrera me dio la oportunidad de cantar con muchas personas que admiro: Teresa Parodi, Liliana Herrero, Rubén Rada, Jorge Drexler, y otros muchos más. ¿Qué más le puedo pedir al canto?

¿Qué viene después de Soy pecadora?
Estoy con muchas ganas de componer el tercer disco. Es una necesidad que seguramente en breve encontrará su curso. Ya existen algunas ideas de canciones y ritmos, tengo que sentarme a escribir.