El universo entero y cada parte del mismo sin excepción, está en continuo movimiento y cambio. ¿Por qué entonces el ser humano no asume esta condición natural y se resiste a los cambios, asumiéndose en posiciones pasivas y muy poco saludable?

Un motivo podría pensarse que es el miedo a fallar: ¿pero que es fallar? ¿Cuándo fallamos? Quizás, cuando no lo intentamos. Se ha corroborado que fallar es la clave del aprendizaje y del crecimiento. ¿Pero por qué? El fallar tiene que ver con una señal que nos guía indistintamente hacia nuestros anhelos más profundos.

El miedo verdadero es qué, en el momento en que reconocemos que algo fallo, que no toma el curso que habíamos pre-determinado; es exactamente ahí, donde debemos tomar una decisión o determinación, que va a dar el verdadero cambio de rumbo a nuestra decisión presente. Es en función de este sentido que es esperable que nos permitamos fallar. Que podamos pensar la falla como un requisito indispensable para ir en busca de lo que queremos.

Para viajar saludablemente en el cambio es necesario cultivar dos condimentos: persistencia y coraje. Como así también es necesario que nos podamos respondamos sobre qué es lo que pretendemos de nuestras vidas ¿ cómo queremos ser? y ¿qué anhelamos alcanzar?.

Es decir reconocer conscientemente cuales son nuestros recursos y objetivos en esta vida. Los mismos son miles y van variando de una persona a otra. Es inexcusable que cada persona identifique sus sueños y deseos para recorrer el camino hacia ellos. Y en este camino ir construyendo y reciclando las virtudes en la medida que las situaciones lo requieran.

Ps. Verónica Azorin
Mat. Nº 4945