- La geografía del terreno de juego mostró dos colores bien marcados: el verde, algo apagado pero preponderante, y el marrón, que cubrió la superficie de las dos áreas. Es que la cancha de Racing viene sufriendo un duro ajetreo: allí, además de la Academia, hace de local el club vecino de Avellaneda, Independiente, que tiene su nuevo estadio en etapa de reconstrucción. Por eso, cuando los demás pisos tienen dos semanas de recuperación, el del estadio General Perón soporta los taponazos cada 7 días. Por eso, se aceptan los “pelones”.

- No debe en fútbol haber acción más exquisita y hermosa a la vista que un caño bien hecho (por si alguien lo ignora, se produce caño cuando el balón pasa por debajo del arco que forman las dos piernas de un rival). Porque existen caños casuales, de esos que salen sin buscarlos, o caños sucios, que se afean por algún rebote. Pero placer como el que produce observar un año “limpito”, ninguno. Un caño de estos últimos hizo en este juego el volante centralista Damián Díaz: el talentoso número 10 tomó la pelota casi en la mitad de la cancha, e inició por la izquierda una carrera frenética que frenó de golpe en los tres cuartos del campo. Allí, tras un amago y mirando hacia delante, lo vio venir desde atrás como una locomotora a Nicolás Cabrera: cuando el de Racing se acercó la suficiente como para poner en peligro la posesión del balón, tocó suave con el revés de su botín derecho, casi con displicencia, para que la pelota penetrara por entre las piernas del oponente y le quedara otra vez a su merced. Señores, aplausos.

- Visitantes ilustres, o al menos conocidos, tuvo el estadio académico en esta primaveral nochecita de octubre: mirando (bah, sufriendo) con su querido Racing estuvieron por ejemplo el ministro de Salud de la nación, Ginés Gonzalo García, o el periodista de la señal televisiva TN Marcelo Bonelli. Ambos con gesto adusto durante casi todo el juego, salvo en los goles del Colorado Sava que salvaron las papas en una noche con un rendimiento bajísimo del elenco del cual son fanas. Faltó el más conocido de todos: el presidente Kirchner, quien seguramente se habrá agarrado por TV una de sus rabietas habituales con el pobre fútbol que surge de los botines albicelestes por estos tiempos.