Cientos de lagartos de dos metros de largo, considerados repulsivos por la población tailandesa, merodean por los parques de Bangkok sin que las autoridades encuentren remedio por tratarse de reptiles de una especie protegida.

Estos varanos acuáticos no atacan a los humanos, al contrario que su pariente el dragón de Komodo, pero su gran tamaño y hábito de pasear entre las personas les han procurado mala fama pese a su naturaleza pacífica.

El Parque de Lumpini, en pleno corazón de Bangkok , es el hogar de unos doscientos varanos, a los que se puede ver nadando en el lago artificial, paseando sigilosamente por la orilla o subidos a los árboles bajo los que familias enteras o parejas de novios se resguardan del calor tropical.

Estos reptiles aguantan hasta media hora sumergidos bajo el agua y se alimentan de roedores, peces, ranas, huevos, culebras y serpientes, que pueden llegar a medir su mismo tamaño.

Al caer la tarde, los lagartos salen de sus guaridas y se mezclan con la gente que hace deporte o descansa sobre la hierba o en los bancos del parque, el principal pulmón de la metrópolis.

Los varanos mueven su enorme cola, sacan su lengua bífida y se yerguen para otear a su alrededor como un vigía, con actitud segura y fisgona.

"No me gustan estos lagartos, son sucios y carroñeros, no te puedes fiar de ellos. Además, los tailandeses creemos que dan mala suerte", explica uno de los agentes de seguridad del parque, quien no obstante aseguró que no permite que se les haga ningún daño.

En Tailandia, la aversión hacia el varano acuático fue tanta, que su nombre, "jía", es uno más recurridos términos despectivos del argot tailandés.

Sin embargo, la percepción sobre este reptil, al que el Gobierno ha declarado especie protegida, ha comenzado a cambiar paulatinamente y muchos tailandeses prefieren llamarlo "túa ngen túa thong", que significa "plata y oro".

"No los considero animales de mal agüero, todo lo contrario. Creo que traen buena suerte. Cuando los veo, pienso que mi situación económica va a mejorar", replica Varada, una tailandesa jubilada que acude al parque a leer un libro.

El desprecio por estos reptiles data de cientos de años atrás cuando los tailandeses vivían en casas de dos pisos y los varanos se colaban en la parte baja para robar los huevos de patos y gallinas.

Debido a su proliferación en los últimos años, los lagartos invaden con más frecuencia los hogares de las familias que viven cerca de los intrincados canales que recorren la capital tailandesa.

En ocasiones, la propia sede del Gobierno ha sido visitada por los varanos, lo que ha sido interpretado incluso por los ministros como una señal de mala suerte y ha provocado que muchos funcionarios supersticiosos se negaran a ir a trabajar.

Los turistas también suelen sobresaltarse al ver a los reptiles salir del agua con paso lento pero decidido.

"La primera vez que los vi me intimidaron porque me sorprendió ver un animal tan enorme en un parque. Pero luego me acostumbré y me gusta ir a buscarlos y observarlos; creo que son muy inteligentes", terció un turista francés.

El varano acuático (varanus salvator) es la especie de mayor tamaño de la familia Varanidae después del dragón de Komodo. Su hábitat se extiende por India, Tailandia, Vietnam, Malasia y Filipinas, principalmente en zonas pantanosas.

Puede llegar a pesar 90 kilos, aunque la mayoría sólo alcanza la mitad de peso, y la fortaleza de sus patas, dotadas de fuertes garras, le permiten correr tan rápido como una persona en trayectos cortos.

Cada año Indonesia exporta cerca de 1,5 millones de pieles de varano acuático a Estados Unidos, Europa y Japón, para la manufactura de artículos de marroquinería.

Fuente: EFE