Sabrina Ferrarese

Noche de chicas, con lo que me gustan los chicos. En fin. Ocupar parte de un palco del Fundación Astengo junto a mi hermana, lista a reírse sea como sea. El teatro estaba repleto el sábado a la noche, sobre todo de jovencitas revoltosas pero también de ellas y ellos, dispuestos a enfrentar con buen humor los chistes más incómodos. De eso se trata el stand up protagonizado por Malena Pichot (La loca de mierda, Cualca, la maestra enamorada de Francella en El hombre de tu vida, entre otros) y Ezequiel Campa (Todos contra Juan, Ciega a citas, mucho under porteño). Y también de generar la carcajada desde el espejo, uno bien grande que refleje con algo de patetismo la diaria. Tan simple y tan complejo al mismo tiempo.

El espectáculo tiene su recorrida desde 2010. Llena siempre, incluso en Capital donde la dupla desfachatada –la palabra “rebeldes” es mucho más que dos–se presenta en un coqueto bar de Palermo cada fin de semana. ¿Qué atrapa tanto a este público que con sólo escuchar a Malena autodefinirse como “feminista” arde en aplausos?

Eso es lo que sucedió en la plaza local. Mucho festejo para un concepto que suele repudiarse o con suerte, desentenderse. Ahí está la pequeña treintañera que desde una actitud mitad femme fatal, mitad “de acá”, combinando la sutil mirada “sanisidrense” con el chabón del conurbano, grita “concha” y “pija” una, otra vez, y otra vez más. Y todos ríen, incluso cuando la genitalidad viene a mano como recurso para mostrarnos débiles, contradictorios, xenófobos y sexistas. Tan comunes que damos gracia. La excitación de los presentes descansa un poco cuando Pichot intenta colar al aborto, promoviendo su práctica como provocación. Hay que saber leerlo, ojo.

Pero remonta rápido con otros clásicos del humor y ahí es donde se revela menos mágica. Mujeres que no saben manejar, las “malco”, la curiosa costumbre de padres de exhibir a sus niñitos en Facebook, la doble moral de su propia familia, el costado más vergonzoso y execrable de la iglesia católica. Un compendio que Pichot se permite traer a cuento desde sus propios ojos. Quizás la síntesis sea la frase que escupió a los gritos: “¿Por qué si una mujer es mal cogida se la insulta a ella?”. Barajar, dar de nuevo quedándose mucho tiempo en los temas de siempre pero que sin dudas son los que mueven el humor argentino. Prueba de ello, lo dicho arriba: teatro a pleno.

Campa apareció después para el placer de ellas. Se complicaba escuchar con tanto por mirar. El actor se distanció de su compañera. Apenas. Porque también recurrió al sexo para relajar la carcajada. Y lo logró y con mucho margen. Porque entre tanto “coger y coger” pudo desandar una serie de situaciones cotidianas que, según calificó, nos convierten en “boludos”.

Y allí fue con una descripción de momentos tan comunes, tan propios del ser humano que no dejaron duda alguna: al final, nos reímos de lo mismo, y lo mejor que nos puede suceder es reírnos de nosotros mismos.