Por Marcelo Santecchia

La selección argentina de básquet llegó a Japón como firme candidata a llevarse el título. La derrota por un punto contra España no sólo impidió la obtención del trofeo dorado sino que además postergó al equipo a jugar contra Estados Unidos, contra quien también perdió. En síntesis: Cuarto puesto, nada de podio ni medallas.

Por otra parte aún no cierran las heridas causadas por la temprana eliminación del combinado de José Pekerman contra Alemania. El equipo pisó tierras germanas y rápidamente adquirió el mote de "candidato" tras el contundente triunfo por 6 a 0 frente a Serbia y Montenegro.

Pero la ilusión duró poco, en cuartos de final y frente al dueño de casa tuvo que regresar tras perder en la definición por penales. En síntesis: la selección no quedó entre los cuatro mejores de la competencia aunque sí jugó mejor que la mayoría de los 32 equipos que formaron parte del Mundial.

El tenis argentino tuvo su momento de éxtasis cuando por primera vez en la historia 3 jugadores se ubicaron entre los 10 primeros lugares de ranking mundial. Hoy sólo puede encontrarse dentro de esos puestos a David Nalbandian, quinto, mientras que Gastón Gaudio esta después de los 20 primeros y Guillermo Coria de los 40. En síntesis: más que nunca, la frase "fácil es llegar, lo difícil es mantenerse".

En vóley, lejos se está de aquel tercer puesto en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Este año, y por más que la selección batió su record de victorias consecutivas en torneos internacionales, no alcanzó a clasificar a las instancias finales de la World League. En síntesis: El equipo contagia, emociona, los hinchas llenan estadios pero no obtiene títulos.

Por estos tiempos disfrutamos del boxeador santafesino Carlos Baldomir, flamante campeón mundial de la categoría welter, que en poco tiempo pondrá en juego la corona obtenida hace dos meses. También del joven garrochista Germán Chiaraviglio, que batió la marca histórica en la categoría juvenil sobrepasando los 5,70 metros.

No obstante, en cualquier conversación entre amigos nos sentimos los mejores del mundo en cualquier disciplina. El argentino se cree superior o por lo menos igual a las grandes potencias deportivas. Hace 20 años no ganamos un Mundial de fútbol y 13 que ni siquiera sumamos una Copa América. En básquet somos buenos pero no invencibles, el vóley ya no cuenta con Hugo Conte y Daniel Castellani, los tenistas no son lo que por momentos fueron.

Eso somos, un país que tiene ganas, que se esfuerza por alcanzar resultados, que no cuenta con la infraestructura del primer mundo y en donde no hay una política deportiva en serio. ¿Tendremos que acostumbrarnos a que no somos tan buenos como creemos? Quizá no, probablemente mejor sea sentirnos como siempre "los campeones morales".