El 8 de abril de 2006, el médico de cabecera de Ermelinda Godoy, el especialista en inmunoalergia Iván Kriunis, le solicitó a la intendenta Mónica De la Quintana “ayuda ante un caso que se torna tan dramático como a su vez previsible y solucionable”.
El además profesor de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) dejó en claro en aquel texto que la grave afección de Ermelinda era producto de la cáscara de soja y que “la hemos atendido (en el Hospital Granaderos a Caballo) en innumerables oportunidades al borde la muerte, con su cara color azulado por la cianosis”.
En la carta que escribió 14 meses antes de que su paciente pierda la vida, el académico resaltaba la importancia de evitar el polvo de soja como “único medio para aliviar esta condición”. “En resumen –señaló-, necesitamos que Ermelinda se mude de forma urgente a otra zona de la ciudad”.
“Los tiempos son cortos y las acciones las debemos tomar ahora antes de que sea tarde”, advirtió entonces.
El médico le contó después a De la Quintana que el propio abogado de la firma Molinos le reconoció que el pedido de comprarle o alquilarle otra casa a la paciente seria “desestimado” por la firma y que de la otra firma involucrada, Vicentín, no tenía novedades.
Entonces sí, se despide: “Nuestro país reacciona espasmódicamente sólo una vez que los hechos se han consumado. Esta es una oportunidad para demostrar que podemos cambiar esa realidad. Afectuosamente y gracias de antemano. Iván Kriunis.”