La cuarta audiencia en el juicio que se le sigue al ex represor Miguel Etchecolaz se inició hoy con la declaración de nuevos testigos que describieron el horror que vivieron al ser sometidos a torturas y vejámenes. “Todas fuimos violadas y manoseadas; era lo general”, declaró hoy Nora Ungaro en la cuarta audiencia del nuevo juicio al ex comisario Miguel Etchecolatz minutos después de que Walter Docters evocara cómo picaneaban a un bebé colocado sobre el cuerpo de su padre para que “cantara”. Ambos testimonios ni siquiera tocan los seis nuevos casos de de homicidio de los que se acusa al ex número dos de la policía bonaerense durante la dictadura y por los que podrían ser condenado a "perpetua", y se parecen más a los "tormentos reiterados" en 91 oportunidades por los que tiene condena firme a 23 años. Pero la multiplicación de detalles horrorosos en hechos ocurridos hace treinta años, apenas juzgados y que persisten en la memoria de sus víctimas, explican el clima electrizado que reina en el Palacio Municipal platense, donde se desarrolla el primer juicio tras la derogación de las Leyes del Perdón. "Era una cuestión general", apenas reiteró Ungaro, secuestrada 12 días después que su hermano Horacio y su amigo Daniel Racero, dos de los siete chicos del grupo de La Noche de los Lápices (los estudiantes que reclamaban medio boleto en 1976) que nunca más aparecieron. Nora estuvo desaparecida menos de tres semanas, lapso por el que pasó por cuatro sitios de detención clandestinos y allí aprendió todo sobre el denominado "circuito Camps", por el jefe de la bonaerense que administraba una veintena de ellos. En Arana estuvo en una celda con Nilda Eloy, una sobreviviente que la semana pasada identificó a Etchecolatz como el jefe del grupo que la secuestró, la trasladó y la torturó en persona en La Cacha. "Estaba muy estropeada por la picana", contó hoy Ungaro. Antes pasó por el Pozo de Quilmes, donde por Emilse Moller y Patricia Miranda -dos secuestradas de la Noche de los Lápices que sobrevivieron- tuvo noticias de su hermano Horacio y su amigo Daniel: habían estado con ellas tras ser "chupados" pero luego fueron separados y ya se les perdió el rastro, al igual que de María Claudia Falcone. Emilse Moller testimonió la semana pasada y su caso tiene algún parecido con el de Walter Docters, quien lo hizo hoy: ambos eran hijos de comisarios bonaerenses y por esa razón mantuvieron algún contacto con sus familias, y acaso sobrevivieron, aunque no se salvaron de la picana ni el submarino a manos del comisario Vides. "A mi viejo le dijeron que yo era irrecuperable y que me iban a matar, pero viví: tuve una oportunidad que los demás chicos no tuvieron", dijo Moller a Télam. Un tramo del testimonio de Docters reproduce con fidelidad el que hace veinte años dio por primera vez en el Juicio a los Comandantes: "Me habían limpiado y emprolijado, y oigo que Etchecolatz le dice a mi viejo: «Bueno Pichón, allí lo tenés vivo, a ver si me dejás de joder ahora»". Luego lo llevaron a Quilmes, donde vio a Nilda Eloy, a los chicos de la Noche de los Lápices, a la joven paraguaya Marelene Kruguer toda cortajeada con bayonetazos y oye a los guardias contar lo del bebé picaneado encima de su padre. "Mi viejo siempre dijo que Etchecolatz se había portado bien con él; mi viejo está parado en la vereda de enfrente mío", remató.