Tras la internación de 17 jóvenes cadetes de la Policía Federal de Buenos Aires, víctimas de un feroz “baile” impuesto por dos oficiales instructores, se multiplicaron las denuncias que dan cuenta de la continuidad de un trato denigrante e infrahumano hacia los cursantes en las distintas divisiones de la fuerza de seguridad. La provincia no fue la excepción y se señalaron no sólo maltratos sino también una escasa alimentación. "Yo misma como la comida que les sirven a ellos", salió al cruce la titular del nuevo Instituto de Seguridad Pública (Isep), Adela Aichino, en diálogo con Rosario3.com.

Es que un médico de la ex Escuela de Cadetes de Rosario ubicada en Alem y Pasco y recientemente convertida en un instituto autárquico público denunció que el maltrato y las humillaciones son moneda corriente y en el mismo sentido se pronunció la madre de un aspirante a convertirse en agente.

Si bien en períodos militares esta metodología de instrucción era aplicada con total impunidad y hasta justificada por algunos altas jerarquías de la fuerza policial, en la actualidad y “a partir de la transformación de la escuela en una entidad civil, aspiramos a que esos resabios prusianos sean desterrados totalmente”, aseveró Aichino, licenciada en Ciencia Política y flamante directora, desde el 10 de enero de este año, del Isep.

La funcionaria se mostró preocupada por las versiones de allegados a los cadetes según las cuales los jóvenes aspirantes sufren castigos físicos, están mal alimentados, son obligados a lavar los autos de los superiores y son menospreciados en forma continua.

“Hace apenas un mes que asumí y sé que será difícil modificar algunas costumbres arraigadas", asegura Aichino, quien cuenta que al momento de su ingreso encontró varios cadetes haciendo trabajos administrativos en las oficinas (contrario a lo que indica el reglamento). “Ya he dado directivas para que los cambios comiencen a implementarse: los cadetes deben cursar, no trabajar y ningún auto ingresa a la escuela para ser lavado por los aspirantes, excepto los pertenecientes a los jefes de área”, agrega.

En la institución cursan actualmente 407 aspirantes a policías y según la directora del instituto sólo 19 –y no más de 100 como se denunció– pidieron la baja. “Siete de ellos nunca se presentaron a la convocatoria, a pesar de haberse inscripto y los doce restantes adujeron razones laborales –consiguieron un empleo o tienen incompatibilidad horaria con otras tareas para ellos prioritarias–”, precisa Aichino.

A pesar de las denuncias públicas sobre la mala alimentación de los cadetes, Aichino dice haber dado órdenes muy claras a los cocineros de economato para que en caso de recibir carne en mal estado para preparar la comida de los aspirantes, la mercadería sea devuelta al frigorífico. Además, dice que incorporaron dos facturas al mate cocido del desayuno después de que Ricardo Colicini, jefe de Sanidad, le advirtiera sobre varios casos de hipoglucemia, a causa de la escasa alimentación recibida por los jóvenes en las primeras horas del día.

“Ellos tienen que alimentarse bien porque después del desayuno van al parque Urquiza donde habitualmente hacen ejercicio físico, y tienen que tener energía. Es más –remarca Aichino– yo misma como la misma comida que les sirven a ellos cuando no tengo tiempo de volver a mi casa” y agrega que algunos ingresantes reciben atención especial por parte del equipo médico (al el caso de una mujer embarazada de 33 semanas, a la que se la exime de realizar ejercicio físico) y varios casos de exceso de peso que están siendo tratados.

Los cadetes cursan unas seis horas diarias y además del ejercicio físico deben mantener limpias las áreas en las que ellos circulan, pero según la directora los platos son lavados por los cocineros y ninguno de los alumnos debe desempeñar tareas serviles hacia sus superiores. Las nuevas órdenes ya están dadas y aguardan ser cumplidas por los responsables de formar a los nuevos policías que durante este año y el próximo deberán cubrir las 1.700 vacantes que dejarán los efectivos a punto de retirarse.

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Adela Aichino habló con Alberto Lotuf