La aplicación de un exoesqueleto es muy amplia. Se trata de un dispositivo que rodea el brazo y le ayuda a moverse. No es una prótesis que reemplaza al miembro.

Podría ser usado por personas que tienen una discapacidad y su movilidad está disminuida y como apoyo a pacientes que estén en rehabilitación. Ezequiel Simeoni y Alejandro Kollmann desarrollaron como tesis de la carrera de ingeniería en biomedicina un exoesqueleto de un brazo que se mueve con las señales eléctricas musculares (mioeléctricas).

Los músculos generan una señal eléctrica muy débil. Es la millonésima parte de un voltio (un pila tiene 1,5 voltios). Esas señales son captadas por electrodos. Pero deben ser filtradas para eliminar “ruidos” generados, por ejemplo, por un tubo fluorescente. También deben ser amplificadas para que pueda procesarlas un circuito electrónico que manejará el motor eléctrico.

El exoesqueleto es una estructura de acero que se fija al brazo con tiras de velcro. En lo que sería el codo del dispositivo está el motor. “Usamos el motor de un levantavidrios de un auto porque era el más barato y compacto”, comenta Alejandro.

En una mochila están el circuito electrónico diseñado íntegramente por los alumnos y las baterías. Los electrodos van conectados a los tríceps y al pectoral. “La idea era usar tríceps y bíceps para que sean músculos antagonistas. Pero la señal del bíceps es más potente y por limitaciones de procesamiento se decidió reemplazar el tríceps con el músculo pectoral”, explica Ezequiel.

Para lograr que el aparato copiara los movimientos humanos, recabaron información de varios individuos con un equipo llamado biopack . Con estos datos se realizó un protocolo de movimientos diferentes para caracterizarlos y poder incorporarlos en el circuito electrónico. Debieron programar un software.“Enseguida se adapta al nivel de señal de cada persona y a las diferencias de señales de cada músculo. Esa ductilidad se la dio la base de datos”, explica Alejandro.

Ezequiel está tan entusiasmado que ahora quiere continuar con el proyecto. “Hay que atravesar una fase de desarrollo y mejoras continuas; así se puede devolver a la universidad el conocimiento que me dio”, comenta. “Cuando te vas metiendo en el tema, te entusiasmás y vas buscando soluciones a medida que lo vas probando”, agrega Alejandro.

En Argentina no hay empresas que desarrollen estos dispositivos. En Estados Unidos, la empresa Myomo produce un exoesqueleto similar que cuesta cinco mil dólares. Es superior porque pesa menos y no necesita de una mochila, pero el concepto es el mismo.

Fuente: La Voz del Interior