Por Ricardo Robins
La entrega de viviendas en Villa Gobernador Gálvez que significó la primera visita a la provincia como presidenta de Cristina Fernández de Kirchner (quien anunció que estará en Rosario el 20 de Junio) fue un acto breve y de discursos concretos. Los tres oradores (además de Cristina, el gobernador Hermes Binner y el intendente Jorge Murabito) hicieron eje en el trabajo conjunto, en la construcción entre el Estado y las organizaciones civiles (en este caso un sindicato, el de la carne, que ideó el plan de viviendas) y apostando más allá de las diferencias partidarias.
Esa idea (que ya no tiene nada que ver con la transversalidad K, porque el ex presidente se decidió a reorganizar el Partido Justicialista) se caía de maduro ante la realidad que marcaba quienes estaban arriba del palco, socialistas y justicialistas, pero sobre todo por los “ánimos” de quienes quedaron abajo: los muchachos del Sindicato de la Carne de José Fantini y los numerosos (y ruidosos) seguidores del (¿ex?) hombre fuerte de V. G. Gálvez, Pedro González.
“Soy peronista, pero además soy fanáticamente argentina, que es lo más importante de todo”, señaló la presidenta casi al cierre de sus quince minutos de discurso, donde además dejó en claro de entrada el importante rol de Fantini y su gente, desde donde se había criticado más temprano la falta de reconocimiento. “Todos saben que estas tierras fueron compradas y donadas por el Sindicato de la Carne”, sostuvo.
Hechas las aclaraciones formales para evitar cualquier problema (era el primer acto en años de un presidente en tierras de Pedro pero sin Pedro; con un Murabito a quien no dejaron ni hablar porque le cantaron la marcha peronista durante los tres o cuatro minutos que estuvo frente al micrófono); también se avanzó en resaltar el valor la vivienda y el trabajo.
“Estamos aquí para realizar una de las actividades más nobles, entregar viviendas que sirven para formar el corazón de nuestra sociedad que es la familia”, aseguró Binner, quien mandó dos guiños, uno para Pedro González (“ha sido un hombre que ha trabajado mucho”, dijo) y otro para Fantini (a quien calificó como una de “las grandes personalidades de la provincia” que no hace “simple gremialismo sino que incorpora valor agregado”).
Después fue el turno de la presidenta, quien respondió el pedido de Binner para que participe del acto por el Día de la Bandera en Rosario. “Acepto gustosa la invitación para este 20 de junio para recordar el ejemplo que fue Manuel Belgrano que entregó su vida sin pedir nada a cambio”, lanzó desde el escenario. También reiteró –como lo hizo en el acto de campaña en el shopping de Rosario pero ahora en otro contexto- su felicidad por compartir “una tarde tan santafesina, calurosa y húmeda”, resaltó la importancia del hogar propio y la dignidad de tener trabajo que le agradece la gente por la calle.
Remarcó que el “proyecto de inclusión social de este gobierno no pertenece a un sector en particular y que esta por sobre las pertenencias partidarias” y volvió a convocar a “seguir contruyendo un nuevo país y articulando esfuerzos”.
La cuarta llave
No hubo grandes anuncios, no se esperaban tampoco. Cristina bajó a saludar pero apenas si intercambió unas palabras con los periodistas. Fue entonces la polémica por los protagonismos lo que animó la tarde de sol en el nuevo barrio de V. G. Gálvez, de unas 426 viviendas (unas 230 se inauguraron este martes).
El titular del Sindicato de la Carne (el varias veces coreado por los presentes “Beto, Beto”), lanzó por la mañana su molestia de no estar arriba del palco cuando fue esa institución la que compró los terrenos y armó el plan de viviendas. Y se ve que las quejas llegaron a oídos de la Nación porque, según contaron a Rosario3.com, se agregó a último momento una cuarta llave de entrega simbólica.
Después de que Cristina de Kirchner, Binnner y Murabito entregaran tres casas a sus nuevos propietarios, en representación del resto, el locutor anunció la entrega de una cuarta casa. Entonces, Fantini subió al escenario nomás, entregó la llave ante una mini ovación y volvió a bajar.
“No, no agregaron ninguna llave. La realidad es que yo tenía que estar allá arriba y en realidad la mía era la 2ª llave”, respondió ante la pregunta-chicana de este medio. Lo cierto es que más allá de algunos chispazos (hubo algunos cánticos e insultos a Murabito y Binner), el acto transcurrió en paz y los beneficiarios de los hogares estaban más que felices. “Es el sueño de tener casa propia hecho realidad”, contó Miguel, trabajador del Swift, de 48 años y padre una nena; él miró todo el acto sentado como uno más y algo indiferente a los codazos políticos.



