Sabrina Ferrarese

La tarde del viernes era especial, en algunas horas ocurriría lo que habían esperado desde marzo, cuando con los últimos calores comenzaron a preparar su participación en la quinta edición del Carnaval que organiza el gobierno municipal. Los Amazónicos del Oeste, una de las nueve comparsas nacidas y criadas en el distrito Oeste, estaba en pleno ensayo en el Centro Municipal de Distrito Felipe Moré ajustando los últimos detalles entre: la colocación de canutillos y lentejuelas en corpiños y sobrepuestos, la prueba del maquillaje y el testeo de las distintas tonalidades; siempre con el ensayo de la batucada, golpe tras golpe a los tambores.

En medio de tanto despliegue, Clyde Britos, el alma mater de la comparsa, iba y venía, dando los toques finales a la vestimenta del centenar de integrantes de la comparsa, antes del desfile de la noche del sábado en el inicio del Carnaval 2007. Pasadas las cinco de la tarde, llegó Rebeca, la reina de la batucada, de 17 años de vida y siete de moverse al son de la zamba. Práctica y resuelta empezó su metamorfosis de cenicienta y en unos minutos su cuerpo quedó sólo cubierto por el plateado de un traje, viciado de canutillos que le prestan sonido a sus caderas cuando reina en el corsódromo improvisado de las calles rosarinas.

“Cuando desfilo me olvido de todo, me divierto y la paso bien. Siempre me gustó bailar y en la comparsa puedo hacerlo. Lo más importante es mostrar esto que nos gusta hacer y si ganamos, mejor. Pero no es lo que nos lleva a participar en los carnavales”, asegura la soberana de los tambores y redoblantes de los Amazónicos del Oeste, mientras Daiana, Jessica y Daniela, sus hermanas de zamba, sostienen que a ellas, les sucede lo mismo: bailar les da placer y no existe nada comparable con el sonido del carnaval.

Las pasiones del Oeste

El nombre de la comparsa tiene un sentido, que fue revelado por Clyde, en un alto del ensayo: “Usamos El Amazonas por las guerreras amazónicas que fueron mujeres precursoras, ya que la mayoría de los participantes de las comparsas son mujeres, son las que trabajan desde atrás, haciendo el vestuario, cosiendo, las mamás que colaboran, integrando a la familia que ese es el propósito de la comparsa. También, porque el Amazonas es el pulmón del mundo y claro, porque Brasil es la capital del Carnaval”.

De acuerdo a la organizadora: “El lema de este año es mostrarle a la gente la pasión que tenemos los vecinos del oeste: la cumbia, la zamba y la batucada". "Esas son las pasiones que hay en esta zona, porque a la gente de acá le gusta la cumbia. Las nenas que vienen al distrito tienen la ilusión de aprender a bailar como bailan en Gualeyguaychú o en los carnavales de Río donde el baile más popular es el zamba, y a los varones les encanta la batucada”, sintetizó Clyde, a la vez que ayudaba con los trajes a los integrantes de la Nueva Tropical, que al paso de la cumbia cruzada, van al frente del grupo. Además, la mujer atendía las sugerencias de Cristian Álvarez, a cargo de la confección de los títeres gigantes, sin dudas el gran atractivo de la comparsa.

Toda la noche es carnaval

El sábado a la noche llegó y se fue rápido. La primera jornada de carnaval se vivió en el oeste, precisamente sobre bulevar Avellaneda, entre Pasco y Presidente Perón, donde se dispuso un vallado que recortaba un corsódromo de barrio, tan simple como su gente. Por allí latió el corazón de Amazónicos, que pasó ante el jurado acomodado al lado del escenario principal, dando lo mejor de sí. Rebeca brillaba en medio de los batuqueros –que con toda su fuerza le arranaban zamba a los palillos– y bailaba sin parar junto a sus compañeras, que con la sonrisa en el cuerpo, ponían en movimiento el sueño de mezclarse y confundirse en esta fiesta hecha de colores chillones, música y espuma.

Cerca de las doce de la noche, no había más dudas, el carnaval había llegado a la ciudad. Unas catorce comparsas locales e invitadas entregaron al público, en su mayoría familias, los resultados de meses de esfuerzo (físico y también económico ya que sólo reciben subsidios para la compras de telas) y los aplausos no tardaron en mostrar una devolución. El comentario fue unísono, las comparsas del oeste habían crecido este último año, no sólo en participantes sino en la calidad de su puesta en escena.

Minutos después de las dos de la mañana, el domingo despertaba con los suspiros finales del carnaval. El Rey Momo se desvanecía en una siesta reparadora, sólo unas horas más tarde, volvería a desplegar su magia en la ciudad, que promete quedarse hasta finales de este febrero, al que no le alcanzan sus noches para tanta fiesta.