Todavía sonaban en el aire las protestas de muchísimos ciudadanos del centro de Rosario por la noche sin dormir que les hicieron pasar los chicos de algunos colegios céntricos… Todavía se oían los ecos del griterío que armaron los secundarios de 5º durante la madrugada del día “D” en que comenzaban las clases de su último año de escuela… Todavía permanecía intacta la calentura de los incendiados vecinos, cuando sonó el teléfono en Rosario3.com. Y nos costó bastante creer que lo que decía la mujer del otro lado de la línea era en serio, y no un chiste.
La señora en cuestión era la madre de un adolescente de 5º de un colegio céntrico que en ese momento –15.30– estaba festejando en el Monumento a la Bandera con el resto de su curso en el marco de lo que se denomina “la previa” (aunque como ya era la tarde del primer día de clases, de previa no tuviera nada).
Lo extraño del llamado era que –a diferencia del resto de los que veníamos escuchando, que contenían quejas por los ruidos molestos ocasionados por los chicos, por la presencia de menores con uniforme escolar alcoholizados y tirados en los umbrales de casas y edificios– éste era un pedido de cobertura periodística.
Sí, así como escuchás (o como leés): la mamá entusiasmada con “la previa” tardía que protagonizaba su hijo en el Monumento junto a los compañeros, pedía que mandaran móviles y cámaras de televisión para que reflejaran la algarabía estudiantil (como si se tratara de una cámara doméstica de uso familiar) ante el inminente final de una etapa educativa. Y fue muy difícil explicarle la dificultad de responder a su pedido, sin herir sus sentimientos.
¿Festejar qué? ¿Empezar qué? ¿Terminar qué? ¿Mostrar qué? Lo que los chicos festejaban ya estaba siendo registrado por los innumerables teléfonos celulares con cámara que ellos mismos tenían. Lo que los chicos celebraban no tardaría demasiado en subir a You Tube o a los fotolog personales. ¿Por qué mamá necesitaba además ver al nene en la tele rateándose en el primer día de clases como si fuera una especie de héroe nacional digno de imitar por las nuevas generaciones?
La mamá del quintoañero feliz, reclamaba más, quería difusión masiva del festejo anticipado. Pero si todavía no terminaron; si le faltan más de cuatro meses para irse a Bariloche (hecho que también festejarán), pero si todavía no empezaron las clases… ¿Festejar qué? ¿Que ya nadie va a encargarse de su instrucción básica? ¿Qué tendrán más tiempo para nada? ¿Qué de ahí en adelante aprenderán menos cosas todavía?
Que festejen los chicos, vaya y pase; pero que una madre quiera que en un día de semana como cualquier otro (con accidentes de tránsito, cortes de rutas y gente molestísima porque los nenes de 5º interrumpieron el sueño de bebés, ancianos, chicos y grandes) los medios se ocupen alegremente de un festejo inexplicable, es demasiado.
Si algo de positivo tuvo el llamado de “mamá egresada” (que sorprendió a más de cuatro) fue que entendimos por qué a tantos chicos les importa nada de la vida de los otros.
No sería casual que esa misma madre, u otra del mismo grupo, sea capaz de denunciar ante el Ministerio de Educación, a cualquier docente que se le ocurra exigirle a su bebé de 16 años que haga la tarea, que no escuche el MP3 en clase o que entre a la escuela a horario.
La señora en cuestión era la madre de un adolescente de 5º de un colegio céntrico que en ese momento –15.30– estaba festejando en el Monumento a la Bandera con el resto de su curso en el marco de lo que se denomina “la previa” (aunque como ya era la tarde del primer día de clases, de previa no tuviera nada).
Lo extraño del llamado era que –a diferencia del resto de los que veníamos escuchando, que contenían quejas por los ruidos molestos ocasionados por los chicos, por la presencia de menores con uniforme escolar alcoholizados y tirados en los umbrales de casas y edificios– éste era un pedido de cobertura periodística.
Sí, así como escuchás (o como leés): la mamá entusiasmada con “la previa” tardía que protagonizaba su hijo en el Monumento junto a los compañeros, pedía que mandaran móviles y cámaras de televisión para que reflejaran la algarabía estudiantil (como si se tratara de una cámara doméstica de uso familiar) ante el inminente final de una etapa educativa. Y fue muy difícil explicarle la dificultad de responder a su pedido, sin herir sus sentimientos.
¿Festejar qué? ¿Empezar qué? ¿Terminar qué? ¿Mostrar qué? Lo que los chicos festejaban ya estaba siendo registrado por los innumerables teléfonos celulares con cámara que ellos mismos tenían. Lo que los chicos celebraban no tardaría demasiado en subir a You Tube o a los fotolog personales. ¿Por qué mamá necesitaba además ver al nene en la tele rateándose en el primer día de clases como si fuera una especie de héroe nacional digno de imitar por las nuevas generaciones?
La mamá del quintoañero feliz, reclamaba más, quería difusión masiva del festejo anticipado. Pero si todavía no terminaron; si le faltan más de cuatro meses para irse a Bariloche (hecho que también festejarán), pero si todavía no empezaron las clases… ¿Festejar qué? ¿Que ya nadie va a encargarse de su instrucción básica? ¿Qué tendrán más tiempo para nada? ¿Qué de ahí en adelante aprenderán menos cosas todavía?
Que festejen los chicos, vaya y pase; pero que una madre quiera que en un día de semana como cualquier otro (con accidentes de tránsito, cortes de rutas y gente molestísima porque los nenes de 5º interrumpieron el sueño de bebés, ancianos, chicos y grandes) los medios se ocupen alegremente de un festejo inexplicable, es demasiado.
Si algo de positivo tuvo el llamado de “mamá egresada” (que sorprendió a más de cuatro) fue que entendimos por qué a tantos chicos les importa nada de la vida de los otros.
No sería casual que esa misma madre, u otra del mismo grupo, sea capaz de denunciar ante el Ministerio de Educación, a cualquier docente que se le ocurra exigirle a su bebé de 16 años que haga la tarea, que no escuche el MP3 en clase o que entre a la escuela a horario.


