Podría llamarse Jazmín. Una flor blanca y fresca que surge en primavera a pesar de que el invierno haya helado sus brotes. Con 22 años confió a Rosario3.com su doloroso padecimiento tras enfermarse de bulimia con sólo 12 años, una patología que no sólo afectó su cuerpo sino también su forma de vivir. A fines del año pasado, inició un tratamiento para curarse que está dando éxito y enfundada en la alegría de haber decidido salir del encierro de la enfermedad, decidió ser mensaje para los demás.

“Tengo 22 años y desde los 12 años que sufro trastornos alimenticios, anorexia y bulimia”, se presenta con valentía esta joven estudiante universitaria. Durante la entrevista, no abandonará su tono seguro y tranquilo de quienes están en el buen camino. Pero no siempre fue así: “Me negué dos veces a hacer un tratamiento. La primera vez pensé que estaba bien y era todo lo contrario. Era consciente de las defunciones de mi organismo que estaba teniendo pero esta enfermedad es tan grave que te deja muy ciega”, comentó.

Pasaron meses y años y se hizo imperioso cortar con la esclavitud a la que somete la bulimia. “Me di cuenta que lo necesitaba, que quería estar bien, saludable, la enfermedad me estaba afectando, también a mi pareja, a mi familia y entonces busqué un lugar. Hicimos muchos tramites en la obra social y el año pasado a fines de año empecé de nuevo y el centro es increíble, te ayudan y te sacan adelante”.

El despertar de la adolescencia fue un momento crucial para la hoy joven estudiante. “Tenía 12 años y no me acuerdo mucho pero sí recuerdo que me sentía fuera de los estereotipos de belleza que impone la sociedad y empecé a buscar alternativas para adelgazar”, sostuvo. “Hacía deportes, básquet, natación, tenía en la espalda muchos deportes pero no me sentía a gusto con mi cuerpo”, agregó sobre la génesis de la enfermedad que se instalaría en su vida por más de una década.

Ni tan niña ni tan joven, Jazmín se sentía atrapada en formas que resultaban incómodas, dolorosas, agresivas. Para quitárselas “una de las alternativas que aparecían en Internet era que tenía que vomitar y tomar mucho agua y así empezó mi trastorno alimenticio”, manifestó. “El dejar de comer fue el primero, después comencé a vomitar. Al principio me metía los dedos y con los años el organismo se acostumbró y con cada ingesta yo lo vomitaba, se fue haciendo un reflejo, en cada ingesta tenía que salir corriendo al baño porque se me salía todo de la garganta. Después vomité sangre y me asusté, lo dejé por unos meses pero es una enfermedad que volvés a recaer por eso necesitás ayuda terapéutica”, contó sobre el desgarro que le causaba la patología.

La enfermedad se afianzó, se plantó en los días en que Jazmín cursaba el secundario y estaba allí cuando optó por estudiar una carrera universitaria. “A través del tiempo fue empeorando. Empecé a tener problemas en el estómago, en los intestinos, en el hígado y mucha bilis en el estomago, algo muy dañino. Iba al baño muy pocas veces y siempre tenía el estómago hinchado y dolorido”, detalló acerca de las huellas que iban dejando las purgas constantes.

Pero no sólo había un registro en el cuerpo. Su ánimo, su afectividad y su estado mental también fueron contaminados por este desequilibrio. De aquellos días más intensos, recordó: “El ánimo siempre bajo, tenés recaídas y van acompañadas de ataques de pánico. Necesitás medicamentos para estar bien, una al no sentirse a gusto con su propio cuerpo piensa que la única manera de poder lograrlo es vomitado o no ingiriendo alimentos”.

En medio del camino de la recuperación, se puede ver con mayor claridad y logra advertir el peso de “la influencia social en esta enfermedad, que su principal causa”. “La persona no se siente a gusto porque hay estereotipos que nos dicen que tenemos que estar en esos rangos. A mí me afectó demasiado esto de tener que tener un cuerpo flaco, tetas, cola. Esto de que si no es así no vas a entrar, vas a ser fea y no aceptada”. Es por eso que para Jazmín “la sociedad debería recapacitar, advertir la influencia de las redes sociales en los chicos que terminan cayendo en esta enfermedad porque los estereotipos que imponen son inalcanzables, allí surgen los trastornos, jamás podés sentirte a gusto con esas imposiciones”, evaluó.

Poco a poco

El regreso de la bulimia es arduo, es dar batalla diaria, constante, contra un impulso difícil de domar. Sin embargo, Jazmín aceptó el desafío de desandar la enfermedad aunque duela: “Mi organismo tiene que volver a aprender a que en vez de subir tiene que bajar”, graficó en relación al recorrido que los alimentos hacen desde la boca al estómago. “Cuesta bastante porque hubo mucho daño pero poco a poco y con ayuda de medicación lo vamos logrando”, remarcó optimista.

“Después de 10 años con esta enfermedad puedo decir que los tratamientos psicológicos tienen que estar desde el principio, también los psiquiátricos porque inhiben ciertos pensamientos que te enferman, como la distorsión que tenés de tu propia imagen”, observó y completó para terminar su testimonio: “Este tratamiento que estoy haciendo es buenísimo, logré dejar vomitar hasta una semana entera cuando llegué a vomitar 7 veces en un día. Lo voy logrando de a poco pero sé que sí o sí para lograrlo tiene que estar la predispoción del paciente”.