La Fiebre Hemorrágica Argentina (FHA) es una enfermedad infecciosa de origen viral, cuyo agente causal es el virus “Junín”. Este virus es hospedado por algunas especies de roedores campestres que lo eliminan por medio de la saliva, generando la posibilidad de contagio del hombre al ponerse en contacto con el ambiente contaminado. El anticuerpo modificado por el equipo de investigadores se une a una proteína denominada “receptor de transferrina”, que se encuentra en la superficie de las células y coincide con el sitio de unión que utilizan los virus para infectar las células humanas.

Los anticuerpos son agentes naturales del sistema inmune que se caracterizan por su exquisita especificidad. “En la actualidad, los anticuerpos monoclonales constituyen la clase de drogas más avanzadas en la industria farmacéutica y la que registra un mayor crecimiento, con un mercado global estimado de 44,6 mil millones de dólares para 2011”, explica Carlos Bregni, doctor en Farmacia y Bioquímica.

“Este nuevo anticuerpo monoclonal contra la Fiebre Hemorrágica Argentina es una proteína que ha sido modificada genéticamente y pertenece al tipo ‘quimérico’, ya que consta de una parte humana y otra de ratón”, continúa Bregni.

Los investigadores observaron que la presencia del anticuerpo inhibe la capacidad de infectar células humanas del virus Junín. También observaron que disminuye en más del 90% la entrada de otros virus causantes de las fiebres hemorrágicas boliviana, venezolana y brasileña, incluyendo los virus Machupo, Guanarito y Sabiá, por lo que se trataría de un tratamiento de amplia aplicación.

El mismo anticuerpo funciona contra todos estos virus porque todos ellos utilizan la misma vía de entrada a las células que van a infectar. “Es de suma relevancia el papel que desempeña el receptor de transferrina. Los virus que provocan las fiebres hemorrágicas sudamericanas se adhieren a ese receptor para ingresar en las células humanas”, describe Gustavo Helguera, biólogo y doctor en Biología por la Universidad Nacional de Córdoba.

Por eso, desarrollaron un anticuerpo que se une al mismo sitio al que se “pegan” estos virus. “Al bloquear esta vía de entrada, se bloquea la internalización de todos los arenavirus que causan las fiebres hemorrágicas sudamericanas”, relata Helguera.

Los tratamientos convencionales utilizan suero de pacientes que han sufrido la infección, ya que contienen anticuerpos que se unen a la superficie de los virus y los desactivan. “También desencadenan señales que hacen que el sistema inmune identifique a los virus y los elimine. Pero esta terapia tiene una limitación: el plasma de los pacientes es específico sólo contra el virus que los infectó y no es efectivo contra los otros arenavirus. Así, por ejemplo, el suero de un paciente que sufrió fiebre hemorrágica argentina, provocada por el virus Junín, no sirve para tratar a un paciente que padece la fiebre hemorrágica venezolana (FHV), que es causada por el virus Guanarito”, señala Helguera.

Por otro lado, como el número de infectados es relativamente bajo, limita la cantidad de suero de pacientes con el que se puede contar para el tratamiento de los nuevos casos de FHA que se presentan por año. Entonces, las ventajas de este desarrollo residen en que los anticuerpos monoclonales, al no permitir el ingreso de los virus, los dejan expuestos, a la “deriva”, de modo que las “patrullas” del sistema inmune puedan descubrirlos y aniquilarlos. “Esto implica que la terapia con anticuerpos monoclonales conferiría al organismo infectado una ventana de oportunidad para que ponga en acción sus estrategias defensivas”, remarca Helguera, y agrega: “Por otra parte, esta nueva terapia podría utilizarse en combinación con la aplicación de suero de pacientes a fin de fortalecer el ataque”.

A pesar de que se cuenta con una vacuna efectiva contra la FHA, en la Argentina durante 2010 fueron reportados 276 casos de la enfermedad, con un porcentaje de fatalidad del 6,5%. Dado que no existen tratamientos absolutamente fiables para este tipo de enfermedades infecciosas, los investigadores proponen realizar estudios en animales para luego comenzar su evaluación clínica en pacientes.

Fuente: UBA