Las estadísticas, impactantes pero frías, esconden cientos de historias en primera persona. Como las de rosarinas y rosarinos que acuden todos los días al comedor “San Cayetano” del barrio Ludueña, en la zona noroeste de la ciudad. Aseguran que allí la situación “empeoró” tomando como referencia el año pasado y que cada vez más gente llega para pedir leche para sus hijos o un plato de comida. Son los relatos que humanizan los números oficiales de la pobreza en Rosario.

Esta semana el Indec publicó que en Rosario viven 400 mil personas en situación de pobreza y que en aproximadamente 109 mil hogares sus ocupantes no llegan a fin de mes cubriendo las necesidades básicas.

La periodista Almudena Munera realizó un informe para Telenoche (El Tres) desde el comedor que funciona en Gorriti al 600, en el barrio Ludueña de Rosario. Allí se dirigen unas 450 personas por día para retirar raciones de comida.

“Jamás pensé que iba a tener que venir al comedor a retirar la comida”, contó Elena con angustia en su voz. “Pasa que como está hoy la situación, una se la tiene que rebuscar en algún lado”, agregó.

La mujer detalló que ella se encarga de baldear los pisos del comedor los viernes y a cambio se lleva la comida para sus dos hijos. Había logrado una estabilidad económica, pero en la actualidad la perdió.

Mabel, otro mujer que desde hace un par de meses va al centro asistencial, describió que no alcanza la plata, pero además no alcanza la comida, hay mucha gente en lista de espera”.

Según contaron las organizadoras de la distribución, en el comedor se entregan unas 450 raciones de comida por día. Nación le otorga fondos para unas 400 raciones y el resto las consiguen a través de donaciones o con aportes de la provincial y el municipio.

Las cocineras del centro comunitario en plena faena. (Facebook)

Un hombre que trabajaba de sereno en una fábrica que cerró recientemente, también contó sus vivencias retirando alimentos para él y para su hermana.

Estela hace 15 años que asiste al comedor y tiene siete hijos, cuatro de los cuales están a su cuidado, y su marido es changarín: “Acá estamos tirando; a la mañana nos dan la leche, al mediodía nos dan la comida y la fruta y a la tarde la merienda. Yo retiro la comida acá y se la llevo a mi hijo a la escuela, y lo que sobra “lo comemos a la noche”, detalló.

Luego agregó: “Yo tengo siete hijos, cuatro chiquitos y los otros ya son grandes, formaron sus familias pero también están sin trabajo”.

Las personas esperando la comida en la puerta del centro comunitario. (Facebook)

Unas 10 mujeres voluntarias sacan adelante día a día el comedor “San Cayetano”. Algunas de ellas trabajan en el Banco de Alimentos a cambio de mercadería para este centro comunitario. “Cada día entre todas estas grandes mujeres que ven trabajando a la par, golpeamos puertas para que esto siga delante, para que cada familia tenga su alimento”, expresó Claudia, una de las encargadas.

Y concluyó: “Nuestro sueño es que no existan más comedores; que todos tengan un trabajo digno para que sus hijos puedan estudiar y cumplir sus sueños”.