La tasa de natalidad aumentó ligeramente durante los últimos diez años en el viejo continente y también en la mayoría de los países desarrollados. Sin embargo, la crisis y la falta de perspectivas económicas y laborales que azota al mundo entero actúa como un factor disuasorio a la hora de planificar un nacimiento.

"Desde que se decide tener un hijo hasta que nace transcurre una media de un año", advierte Olivier Thevenon, investigador del Instituto francés de Estudios Demográficos y economista en la División de Política Social de la OCDE. "Esperamos un efecto negativo en la natalidad dada la incertidumbre y la precariedad. Es muy probable que en términos reproductivos la gente haga un paréntesis".

Nadie espera una estrepitosa caída porque la demografía tiene una cierta inercia, como dice el profesor de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid Julio Vinuesa. Las españolas, como la mayoría de las europeas, esperan hasta rozar los 30 años para lanzarse a la maternidad. No disponen de un gran margen de tiempo para posponer su decisión. Pero otro dato confirma los peores presagios: las mujeres de hoy en día son más fecundas si tienen empleo. Raramente encuentran en la inactividad laboral la situación ideal para ser madres.

Vinuesa es reacio a establecer una relación directa entre crisis económica y descenso de la natalidad, pero sí advierte: "Lo preocupante es que el número de mujeres en edad fértil va a ir disminuyendo en los próximos años (por las que no nacieron entre las décadas de los setenta y los noventa)".

Cabe preguntarse si crisis económicas anteriores tuvieron un efecto negativo en la natalidad. En los años setenta, marcados por la crisis del petróleo en España descendió la natalidad, como explica Rafael Puyol, presidente del Instituto Empresa. Posteriormente, los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) demuestran que España registró el menor número de nacimientos y las tasas de natalidad y fecundidad más bajas de su historia entre los años 1995 y 2000, es decir, los años siguientes a la recesión económica de los noventa.

Pero hubo caídas generalizadas en todo el mundo. "Se vio en Francia y en Estados Unidos, entre otros. La Gran Depresión de los años 30, la crisis petrolera de los setenta y la recesión de los noventa produjeron curvas descendentes paralelas a las de la economía en las tasas de fecundidad", dice Thevenon.

En este terreno, la gran diferencia con aquellas otras crisis la marcan el distinto papel social de la mujer y, sobre todo, las políticas de protección social, las únicas que logran elevar o mantener la natalidad de los países desarrollados.

Según las últimas proyecciones de la División de Población de la ONU (con datos de 2007 y 2008), el ritmo del crecimiento del planeta sigue ralentizándose. Vaticina una población de 9.000 millones de almas en el año 2050 (ahora somos 6.800). En los países más pobres las tasas de fecundidad van a seguir reduciéndose mientras que en los países más desarrollados ocurrirá lo contrario. Todos tienden a converger en el 2,01.

Pero en tales proyecciones no se tuvo en cuenta la crisis actual, que está castigando a países ricos y pobres por igual. Habrá que esperar a la próxima revisión.

Pero dentro del mundo rico de bajísima fecundidad, los que ya se aproximan a esa tasa de dos hijos por mujer, además de Irlanda, son Francia y los países nórdicos. Hay un dato revelador al respecto: Francia dedica el 3,8% del PIB a protección social frente al 1,5% español.

"La tasa se eleva allá donde se facilita el cuidado de los niños y donde hay más flexibilidad laboral", dice un reciente informe de Eurostat, la oficina estadística europea. "La recesión de los noventa en los países nórdicos redujo la tasa de fecundidad en Suecia, pero no en Finlandia, donde el Gobierno instituyó una importante ayuda familiar", recuerda Thevenon.

No obstante, los demógrafos consultados dejan una puerta abierta a otras hipótesis distintas al esperado descenso de la fecundidad. La natalidad depende del comportamiento humano, difícil de predecir. "Quién sabe si con la crisis la gente gasta menos en viajes y lujos y glorifica lo doméstico. En ese escenario, los niños encajan muy bien", bromea Anna Cabré.

Fuente: El País