Fernanda Blasco

Es una mañana fría en Rosario. Los clientes del bar ubicado en Dorrego y Córdoba toman sus cafés apurados, en su gran mayoría oficinistas. Martín, uno de los dueños, apenas si tiene un rato para explicarle a Rosario3.com por qué se sumó a la movida del Café Pendiente. “Creo que fuimos el cuarto bar en la ciudad, ahora hay muchos más por suerte. En realidad con mi socio Nicolás jugábamos al rugby en Italia y allá también teníamos un bar que estaba asociado al Café Pendiente”, resume. Precisamente, la movida nació en Italia y luego se extendió por Europa y cruzó incluso el océano.

Pasan unos minutos sin que nadie deje pago el café a algún desconocido, que es justo lo que se necesita para el debut de La Posta. Entonces entra Bibi. Con un abrigo rojo y lentes, la abogada saluda a todos como si fuera parte de la familia. “Es una de las clientas habituales y una de las primeras que se sumó al Café Pendiente”, cuenta Martín, contento de verla. Bibi acepta sin problemas ser la protagonista del primer episodio La Posta. “Está bueno contar buenas noticias”, evalúa con una sonrisa.  

“Yo trabajo en la Facultad de Derecho y tengo el estudio acá cerca, así que al bar vengo siempre. Cuando me enteré del Café Pendiente pensé que era una muy buena idea, ya pagué varios. Me parece maravilloso que pequeñas voluntades se junten para lograr un objetivo”, plantea. Ante la atenta mirada de la cámara, una de las mozas del bar deposita un café en la mesa para Bibi. “Anotá el pendiente, así salís vos también en la filmación”, le dice a la moza, mientras le da la plata entre risas. Dicho y hecho.

La famosa lista solidaria queda pegada en una de las paredes de la cocina. Poco después llega otra clienta habitual a dejar su café pendiente pago y ni siquiera desayuna: sólo pasa para hacer el gesto solidario. Y otras dos mujeres que leen en el pizarrón del bar cómo funciona el sistema lo llaman a Martín para avisarle que, cuando les lleve la cuenta, sume dos cafés pendientes.

¿Quiénes reciben los cafés pagos? "El primer Café Pendiente del día se lo damos a un hombre que duerme en la vereda de enfrente, que vive en la calle. También les damos café con leche a los chicos que vienen a pedir", detalla Martín. “El otro día, que tuvimos más pendientes que posibilidades de entregarlos, llevamos una tanda de desayunos a la Maternidad Martin, que está acá cerca, para los acompañantes de las mamás internadas”, cuenta. 

El dueño del bar accede a nueva nueva petición de Rosario3.com: completar la historia. Le pide a una de las mozas que prepare dos cafés para entregarlos a alguien que esté pasando frío en la plaza San Martín. Bandeja en mano, la chica cruza la calle –incluso un auto le cede el paso– y camina unos pocos metros hasta encontrar, sentados en un banco, a una pareja. Enfundados en gruesos abrigos que intentan protegerlos de las bajas temperatuas, Adrián y Sabrina aceptan los cafés con una sonrisa. “¿Para nosotros? Gracias”, dice ella, sin poder creerlo. Cuenta que con su hijo vino a buscar al marido, que trabaja como vigilador privado y pasa las noches en vela. “A esta hora de la mañana ya no me da sueño”, confiesa Adrián.

Cuando Sabrina se entera de que la movida se enmarca en el Café Pendiente, agradece otra vez. “Qué increíble que alguien que no me conoce me pague un café. Porque si te lo paga un amigo, es porque te conoce. Estas cosas te ponen bien”, analiza. Una buena acción genera otra buena acción. Sentado en el mismo banco de plaza se encuentra Agustín, que cuida coches en la cuadra. “¿Querés un poco?”, invita Adrián y le ofrece su café. Agustín acepta tímidamente, mientras mira cómo la moza del bar vuelve en lenta caminata a su puesto de trabajo. Misión cumplida.