La autora del libro “Distraídos: la erosión de la atención” explora los efectos de la sobrecarga, la alta velocidad, la hiper fragmentación y la multitarea sobre la capacidad de atención en lo que denomina sociedad cibercéntrica. Maggie Jackson sostiene que “la cultura de la interrupción tiene que ser analizada como una cuestión colectiva y social”.

Los estudios científicos interdisciplinarios de las últimas décadas (neurociencias y genética, por ejemplo) tienen hoy una imagen más compleja de lo que es la atención. El punto de vista actual entiende a la atención como un sistema al igual que lo son el sistema digestivo, el circulatorio o el inmunológico, con su propia lógica anatómica, funcionamiento de circuitos, fisiología y química en delicado equilibrio.

Basándose en este enfoque, los investigadores están descubriendo que las habilidades de atención puede ser reforzadas con la práctica en los niños y en los adultos, incluidos aquellos con supuestos trastornos por déficit de atención. En pruebas que sólo llevaron cinco días de talleres de formación con uso de computadoras, los cerebros de niños de 6 años comenzaron a incrementar significativamente la medida de la atención en los objetivos propuestos. Otro estudio sugirió que impulsar la memoria a corto plazo parece mejorar la capacidad de atención de los niños a permanecer concentrados en la tarea.

Estas investigaciones aún no permiten saber con certeza cuáles podrían llegar a ser los mejores métodos para la estimulación y desarrollo de la atención, pero la demanda es clara: decenas de escuelas en Estados Unidos ya incorporaron en sus planes de estudio, algún tipo de programa de capacitación para trabajar la atención.

La supuesta maleabilidad de la atención que los estudios científicos están explorando ofrece interesantes posibilidades para un mundo de “sobrecarga” de información y estímulos de todo tipo como es el escenario en el que vivimos actualmente.

"Si un joven o un adulto logran el control de su atención, pueden hacer algo más que prestar atención a un docente o a alguien hablando en una conferencia o en una reunión de trabajo, pueden también controlar procesos cognitivos, emociones y lograr una mejor articulación de sus acciones", dice Amir Raz, neurocientífico cognitivo de la Universidad McGill. "En otras palabras, pueden relajarse un poco más y disfrutar de una mejor calidad de vida”.

La atención se ha comparado con un filtro, un centro de control mental y una herramienta para la asignación de los recursos cognitivos. Sin embargo, cada vez más, la atención se considera como un sistema complejo compuesto de tres redes o tres tipos de atención: el foco, la conciencia, y la atención ejecutiva, que regula la planificación en la toma de decisiones de mayor orden. Según este modelo, propuesto por Michael I. Posner, neurocientífico de la Universidad de Oregon, USA, las tres redes de atención son independientes pero trabajan en estrecha colaboración.


Armados con una mayor sensación de cómo funciona la atención, Posner y otros se dedicaron a investigar si la atención se puede entrenar. Y sus resultados han sido bastante interesantes.

Después del entrenamiento, Posner y Rothbart informaron que los niños de 6 años mostraron un patrón de actividad en la corteza cingulada anterior - una región cerebral que se considera el epicentro de la atención ejecutiva - similar a la de los adultos, junto con puntuaciones ligeramente más altas en pruebas de inteligencia y un claro incremento de la atención ejecutiva. Los niños que eran más distraídos fueron los que más progresaron con el programa. La experiencia ha sido reproducida por investigadores de otros países.

"Pensamos que esta era una posibilidad remota", señaló Posner, "pero los resultados demostraron todo lo que puede lograrse con el entrenamiento de la atención”. Aunque en pequeña escala, los resultados de su laboratorio y otros han sido tan notables que él y Rothbart, aconsejan a los educadores incorporar programas de entrenamiento de la atención en la educación desde la etapa preescolar. "Debemos pensar que esta no es una propuesta de rehabilitación, sino un componente normal de la educación", dijo Posner.

Para Maggie Jackson autora del libro Distracted: The Erosion of Attention and the Coming Dark Age, “la atención es una habilidad cognitiva con profundas raíces neurobiológicas y esta facultad compleja, lamentablemente, se está minando por la forma en que estamos viviendo”.

Jackson explora los efectos de la sobrecarga, la alta velocidad, la hiper fragmentación y la multitarea sobre la capacidad de atención en lo que denomina sociedad cibercéntrica. Según ella, la cultura de la interrupción tiene que ser analizada como una cuestión colectiva y social.

La corriente sin fin de llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes instantáneos, líneas de twitter y mensajes de texto que forman parte de una cultura institucionalizada de la “interrupción” no contribuye a la concentración, señala Jackson.

Por supuesto, la autora advierte que esta no es una cuestión nueva ya que cada momento de la historia plantea diversas preocupaciones por el advenimiento de tecnologías innovadoras. Pero la sobrecarga de información, imágenes y estímulos y la hiperfragmentación innegablemente son características distintivas de nuestro presente.

Jackson coincide con la mayoría de las investigaciones científicas que describen tres tipos de atención, haciendo hincapié en la importancia de cada una y en cómo reaccionan en la cultura de la “interrupción”.

El hombre está programado para ser interrumpido. Jackson explica que recibimos una sacudida de adrenalina cada vez que orientamos la atención a los nuevos estímulos: “Nuestro cuerpo, en realidad, nos recompensa por prestar atención a lo nuevo. De ahí que en este mundo plagado de estímulos es fácil y tentador reaccionar siempre a lo nuevo. Sin embargo, cuando vivimos en una forma reactiva, se minimiza nuestra capacidad para conseguir objetivos”.

Las distracciones provocadas por la sobreestimulación se suman a las interrupciones introducidas por las multitareas y la fragmentación. Los estudios muestran que los trabajadores de la información cambian el foco de su atención en promedio cada tres minutos durante el día.

Jackson señala que el grado de interrupción que vivimos hoy se correlaciona con el estrés y la frustración. “Cuando uno está disperso es menos creativo, si el tiempo de reflexión es bombardeado resulta más difícil profundizar en la resolución de problemas”.

La autora explica que el constante desarrollo de las tecnologías nos brinda oportunidades -sin duda- extraordinarias: la posibilidad de conectar con otros, aprender y crear conocimiento de diferentes maneras. Pero, al mismo tiempo, “generamos un ambiente cultural que socava nuestra capacidad de atención”, alerta Jackson. “Lo importante es discutir la interrupción como una cuestión ambiental y como una cuestión social colectiva. En nuestro país (se refiere a Estados Unidos) la quietud y la reflexión no son especialmente valoradas en el lugar de trabajo”.

Fuente: Educ.ar