El “Oasis of the Seas” es el más largo, ancho, alto y caro de todos dos cruceros del mundo. Un espacio pleno de atracciones cuya pretensión es desmontar el mito de que un crucero es sinónimo de unas vacaciones sedentarias.

El crucero más grande del mundo costó 1.400 millones de dólares, pero entra en funcionamiento en el peor momento económico de la industria. Sin embargo, es tan exuberante y excesivo que su propietario predice que dará beneficios desde el primer día.

El Oasis es una mole de 225.000 toneladas, 361 metros de largo y 16 pisos que puede transportar a 6.292 turistas y a una plantilla de 2.165 empleados.

Tiene rockódromo, cancha de básquet, pista de hielo, parque de atracciones, un centro comercial, varias piscinas gigantes y un gran parque con más de 12.000 plantas y árboles.

Su patio central está rodeado por un acuario en el que se puede disfrutar de actuaciones de buceo y de natación sincronizada. Uno de sus múltiples bares, el Rising Tide (marea alta) es un local móvil.

Aunque el Oasis ahorra en gasolina, un 30% por pasajero si se compara con otros buques turísticos, otros costos son muy superiores, porque, por ejemplo, se necesita mucho servicio para atender sus 24 restaurantes y limpiar sus 4.100 baños o sus 42 ascensores. "En otros barcos tampoco tenemos buceadores o jardineros, o técnicos de mantenimiento de pistas de hielo", señala Fain.

El tamaño descomunal del Oasis limita también sus rutas. De momento se queda en el Caribe, teniendo como punto intermedio de su viaje la capital de Bahamas, Nassau.

Sus primeros viajes –el inaugural será el 5 de diciembre– serán por el Caribe, centrándose en las Bahamas.

Pero el Oasis ya cuenta con sus primeros detractores, expertos periodistas de viajes que critican una oferta turística que sólo "sirve para que las personas que no son capaces de distraerse por si mismas busquen siempre actividades para esconder su depresión", o los propietarios de cruceros de menor tamaño que apuestan por un trato "más personalizado" a cada turista.