Los devotos de Antonio Cruz Gil, más conocido como Gauchito Gil, se reunieron este lunes en su santuario ubicado sobre la Ruta Nacional 123, en el acceso a la ciudad de Mercedes, para rendirle homenaje en un nuevo aniversario de su muerte.

Desde distintos puntos del país, los creyentes soportaron las altas temperaturas que se registraron en el norte del país para poder demostrar a su santo el amor y la fe que le tienen, en el marco de una festividad pagana que convoca a multitudes y hasta a representantes de la Iglesia Católica.

Como cada año, miles de personas llegan a este lugar, donde rezan al Gauchito en medio de un despliegue comercial de llaveros, mates y estatuillas con la cara de Gil, asesinado por la policía a fines del siglo XIX y enterrado en algún sitio cercano a donde hoy se levanta su santuario, según reza la tradición. De acuerdo a las creencias de sus seguidores, el santo pagano concede cada uno de los favores solicitados por sus fieles.

La Iglesia Católica no lo tiene en sus filas: Gil forma parte del santoral profano por lo que no se halla econocido oficialmente por la Iglesia Católica, a pesar de que el fervor que ha despertado en la gente impulsó a sacerdotes católicos y un obispo a concurrir hasta la gruta donde se rinde tributo a su persona.

De soldado rebelde a santo patrono

No existe una única versión sobre quién fue el Gauchito Gil. Se conoce que nació en Mercedes, Corrientes, y vivió entre los años 1830 y 1870 con el nombre de Antonio Mamerto Gil Núñez o bien, Antonio Gil. Dicen que era una persona buena y siempre dispuesta a ayudar.

En medio del conflicto entre Colorados y Celestes –la tradición ubica a Gil en el bando de los Colorados– cerca de 1850 se enfrentan ambos bandos y un coronel cita a los hombres para librar las batallas, pero el Gauchito expresó que no iba a participar en una pelea entre hermanos. Esa determinación la pagó siendo degollado y la leyenda cuenta que le dijo al sargento que lo iba a matar: “Cuando llegues a Mercedes junto con la orden de mi perdón te van a dar la noticia de que tu hijo se está muriendo de mala enfermedad, y como vos vas a derramar sangre de un inocente, invócame para que yo interceda ante Dios y cure a tu hijo”.

De generación en generación, se ha trasmitido el final de esta historia: el sargento regresó a su casa y comprobó que lo dicho por el Gauchito era verdad, y lo invocó. Su hijo se salvó de la muerte y el Gauchito comenzó a ser objeto de devoción de los pobladores, hasta extenderse a todo el país.