Imposible acabar con los roedores en Rosario. La tarea de desratización se hace difícil en una ciudad donde hay decenas de basulares crónicos en espacios públicos y donde los trenes y camiones que transportan cereales son parte de la postal de la urbe.

Gabriel De Santiago, el director de Vectores de la Municipalidad, sostuvo que se necesita la colaboración de los vecinos para controlar la presencia de roedores. "Es necesario que aquellos que viven del cirujeo y la basura arrojen los residuos orgánicos en los contenedores para no alimentar a las ratas", advirtió en contacto con Rosario3.com. Y añadió: "Hacemos todos los esfuerzos posibles, pero humanamente no alcanzan".

La Dirección de Control de Vectores desarrolla desde hace años trabajos de control de plagas en el ámbito privado y público. Unas cuadrillas están en contacto con las empresas (sobre todo con los autoservicios), mientras que las otras desarrollan la labor con los hospitales, escuelas y otras entidades estatales, que no sean espacios abiertos.

A ese esquema se suman cinco equipos de tareas que en espacios a cielo abierto ejercen control sobre roedores pero también sobre alacranes, abispas, hormigas, murcielagos y según la época hasta y mosquitos.

"Tenemos el monitoreo de cinco inspectores por distrito que visitan los drenajes a cielo abierto temporarios y hacen recorridos periódicos. Mientras que tenemos convenios firmados con empresas de recolección de residuos y compañías de desinfección para trabajar en los basurales fijos", añadió De Santiago.

Este mapeo se complementa con las denuncias de los vecinos que pueden llegar directamente a la oficina y que generan órdenes de trabajo para salir a la caza de todo tipo de alimañas. Y con una frecuencia de dos meses se hacen desinfecciones en los bordes, avenida Circunvalación, arroyo Ludueña al norte, arroyo Saladillo al sur y río Paraná al este, para frenar el ingreso de estos bichos al corazón de la ciudad.

Pero el trabajo que realizan desde esta dirección tiene ciertos límites. Las inspecciones y desinfecciones van desde la línea de edificación de una vereda a otra vereda, ya sea calle o avenida, porque todo lo que es espacio privado queda afuera. Y la ingerencia que la dependencia tiene puertas adentro de un hogar es mínima. "La ordenanza dice que no se puede ingresar a una casa salvo que sea un caso extremo", agrega.

En la zona sudoeste donde hace una semana falleció un chico de 15 años de hantavirus los basurales son moneda corriente. Y muchos de los vecinos del lugar hacen del cirujeo un rebusque cotidiano para sobrevivir. Es en esta práctica donde se centran los esfuerzos de la Municipalidad para crear conciencia. Por eso, comenzaron a reforzar la comunicación con las escuelas del barrio para educar en prevención y riesgos.

"Aquellos que trabajan con la basura deshechan la parte orgánica –que es la única no tiene valor comercial–
y la arrojan afuera. Para no mezclarla con los residuos que aún resta seleccionar, la tiran al lado del contenedor o en su propia casa, a un costado. Las bolsas se rompen, el contenido se desparrama y una vez que pasó el sistema de recolección la rata aparece y come tranquilamente porque hasta se acostumbró a la presencia humana, convive con nosotros y ya no se espanta", explicó.

Este circuito –que se convirtió en uno de los problemas más graves que actualmente afronta Higiene Urbana– demanda que Control de Vectores aúne tareas con el Área de Epidemiología del ministerio de Salud y la Guardia Urbana Municipal.

"Estamos coordinando visitas casa por casa en las zonas de los asentamientos de La Bombacha, Mangrullo y La Fanta para prevenir, porque somos ambientalistas y entendemos que el control químico debe ser el último recurso", sostuvo.