La inteligencia artificial no tiene límites: aseguran que pronto los robots también podrán oler. Los sistemas automáticos hasta ahora podían seguir huellas visuales, táctiles o audibles. Sin embargo, eran incapaces de seguir un rastro olfativo debido a que las pistas olfativas del mundo real no forman trayectorias continuas, sino que el viento las fragmenta, las esparce y las desordena.

El problema fue resuelto por científicos franceses y norteamericanos imitando la estrategia de los insectos: la infotaxis, un algoritmo que no busca la máxima concentración de la sustancia, sino la máxima información sobre su fuente.

La estrategia adoptada es la contraria a lo que hacía la quimiotaxis, método empleado hasta el momento, consistente en medir la concentración de la sustancia olorosa en dos puntos cercanos, dirigiéndose hacia el que da un nivel más alto.

Los investigadores Massimo Vergassola, del Instituto Pasteur en París, y Boris Schraiman, de la Universidad de California en Santa Barbara explicaron al diario El País que "las bacterias quimiotácticas se guían por gradientes locales de concentración, pero éstos no siempre están disponibles en las escalas macroscópicas. Un rastreador macroscópico debe orientar su movimiento basándose en trazas esporádicas y una información muy parcial".

Vergassola y Shraiman niegan haber plagiado a los insectos pero las trayectorias de su rastreador artificial recuerdan mucho a una polilla buscando pareja (es decir, siguiendo el rastro de ciertas feromonas). Las polillas, como muchos otros insectos, empiezan sus rastreos hormonales con unos comportamientos (el zigzag y un tipo de contorneo llamado casting) que no parecen destinados a aproximarse a la fuente de la feromona, sino a muestrear el entorno. Estos comportamientos, sin embargo, ya se habían intentado programar en los robots, con resultados muy pobres.

Los científicos han visto ahora por qué. El zigzag y el casting no son comportamientos programados, sino dos de los resultados más comunes de la infotaxis: emergen inevitablemente de cualquier estrategia general que intente maximizar la cantidad de información obtenida.

Un zigzag programado no sirve de nada: sólo es útil en circunstancias reales muy concretas, locales y transitorias. Y cuando se dan éstas, el zigzag no es un programa, sino una mera consecuencia de un algoritmo mucho más básico, profundo y general. La aplicación más obvia para la nueva infotaxis, destacan sus inventores, es el diseño de "robots para rastrear sustancias emitidas por las drogas, fugas químicas, explosivos y minas".