Pablo R. Procopio y Luis Schenoni (*)

Las elecciones en Estados Unidos están, a esta hora, en una etapa crucial. En algunos estados, los ciudadanos han hecho uso de su posibilidad de votar "en ausencia" y se adelantaron, al igual que quienes enviaron sus sufragios por correo. Sí, en varias zonas del país, como en el King county (Seattle), se puede dejar la papeleta en un buzón. Sin embargo, sólo el 50 por ciento de la población irá a las urnas para elegir presidente habida cuenta de que eso es optativo. El voto obligatorio no cuenta.

Las figuras del actual mandatario Barack Obama, que va por la reelección (la Constitución lo permite sólo una vez) y de Mitt Romney son omnipresentes en todo el país. Los estadounidenses conviven desde mayo pasado con caricaturas, muñecos, remeras, gorras y todo lo imaginable que lleve las imágenes de los contendientes. Los turistas, deseosos de llevarse souvenirs, se encargan de expandirlos alrededor del mundo. Es parte de un folclore muy arraigado y de una economía de consumo acostumbrada a este clima que, a pesar de las fuertes disputas entre ambos aspirantes a la Casa Blanca, se evidencia pintoresco.

Esa es la clave: la economía en un país que intenta recuperarse de un 8 por ciento de desempleo. Así, Obama propone crear puestos de trabajo mediante planes de inversión pública en proyectos de infraestructura y a través de un paquete de estímulo estatal, y Romney descarta la intervención del Estado para ayudar directamente a los más necesitados.

No obstante, para buena parte de los norteamericanos el pasado empresario de este candidato y el funcionamiento Massachusetts (estado que gobernó por cuatro años y es hoy un ejemplo de relativa prosperidad), hablan de su capacidad para pilotear esta crisis. Pasados la invasión de un consulado en Libia, tres debates presidenciales y un huracán devastador, la economía sigue siendo el leitmotiv de estos comicios. Le siguen, de lejos, algunos temas sociales relevantes.

Entre los millones de votantes, Nancy, a pesar de ser una inmigrante vietnamita (y pertenecer a una minoría, en general más cercanas a Obama) se muestra conservadora. Está casada con un yanqui de pura cepa y no parece consustanciarse con el sentir de quienes se alínean con el espíritu demócrata y apoyan la propuesta de una reforma integral del sistema migratorio. Lejos de eso, se muestra cuestionadora del presidente de origen afroamericano.

¿Será la buena posición social de Nancy lo que la predispone a pensar en la economía y desestimar otros temas sociales? Los argumentos de la mujer se muestran sólidos. "¿Por qué el Estado debería afrontar la salud de los que no tienen trabajo?", se pregunta. "Mi hermano era mecánico cuando llegó de Vietnam; ahora tiene su taller", pone de manifiesto para explicar que, con trabajo, el resto de los beneficios llegan casi solos y que el progreso individual es la madre del sueño americano. "Nosotros (los estadounidenses) somos solidarios, seguro que ayudaríamos por iniciativa propia a alguien que lo necesite, pero Obama no puede obligarnos a hacerlo", despotrica sobre ciertas políticas sociales impulsadas por el primer mandatario.

Como Nancy, los republicanos tienen cuatro años para criticar y un mal por erradicar: el intervencionismo estatal, cuya versión más aberrante se plasmó en la reforma al sistema de salud que se daría en llamar (en un principio despectivamente), el ‘Obamacare’.

Los demócratas creen, no obstante, que Obama debe profundizar el cambio iniciado en esta y otras iniciativas. De todos modos, uno de sus desafíos pasa por lograr que el electorado participe en estos comicios. Es claro que el entusiasmo y la perspectiva de cambio del 2008 se han esfumado y que el clima de estancamiento y polarización de estas elecciones desalienta la participación en general.

Una especie de máxima que comentó un docente de ciencia política de la Universidad de New Hampshire, podría explicar el panorama: "Cuando la economía funciona mal, suele culparse al partido del presidente. Si sos demócrata, ¿a quién vas a responsabilizar?". De este manera, supuso que será complicado que quienes se sientan más cerca de Obama vayan a votar esta vez.

Aun así, la contienda está tan reñida que los indecisos (corporizados en unos pocos estados swing o battleground por el sistema de ‘colegio electoral’) tendrán la llave.

En estos momentos, mientras los candidatos se dedican frenéticamente al proselitismo y los avisos de campaña inundan los espacios publicitarios, existen en muchos estados fuertes iniciativas de base que incluyen, entre otras cosas, ir de puerta en puerta impulsando el voto (optativo en todo el país). Lo hacen los partidos a través de sus estructuras internas, como los jóvenes, pero fundamentalmente organizaciones no gubernamentales (ONGs) que promueven la participación como un modo de alcanzar otros derechos. Por ejemplo, La Raza, organización que aboga por las reivindicaciones sociales y políticas de los hispanos. "Los ayudamos a registrarse para sufragar", expresan sus máximos referentes antes de aclarar que "el voto latino será decisivo" en determinados sitios, como el estado de Florida.

En este contexto, un dato no menor sirve para pintar la realidad: en el condado de Miami Dade (al sur del estado) la población hispana llega a alrededor del 90 por ciento.

Un periodista del diario Miami Herald, coincide con este panorama. Y aporta: "Este sector geográfico suele ser un bastión republicano, pero todos buscan capitalizar el voto hispano". La frase depara un final abierto. Junto con Florida (el estado donde se definió por unos pocos votos la controversial elección de Bush en el 2000) estados como Ohio, Virginia y New Hampshire son el terreno de la batalla en que se estará librando, entre hoy y el 6 de noviembre, la lucha por los votos que definirán esta elección. Sin embargo, como lo planteó el propio Miami Herald en uno de sus títulos recientes, la situación permanece "Too close to call" (demasiado pareja para adivinar).

 

 

(*) Pablo R. Procopio (periodista de Radio Dos-Televisión Litoral) y Luis Schenoni participaron en las últimas semanas de un programa del Departamento de Estado sobre el sistema político y electoral estadounidense entrevistando a miembros de ambos partidos, ONGs y oficinas públicas en cinco estados de los Estados Unidos.