En Nazaret, junto a Belén la otra ciudad de Tierra Santa ligada al nacimiento de Jesús, los cristianos viven la Navidad en la esperanza de que los peregrinos no se olviden de ellos y en medio de una tensión subyacente con sus vecinos musulmanes.

Escenario del anuncio del arcángel Gabriel a María de que quedaría embaraza con el hijo de Dios, Nazaret tiene estos días un ambiente tranquilo que contrasta con el bullicio de Belén, donde son constantes las idas y venidas de autobuses turísticos.

"En esta época por aquí está todo muy tranquilo, esperamos al turismo quizás después del Día de Navidad porque estos días están todos en Belén", explica Susana Mazzawi, encargada de una tienda de recuerdos junto a la Basílica de la Anunciación.

Según esta vendedora, los primeros turistas comenzarán a llegar en masa entre el 26 y 27, aunque el aluvión a Nazaret, epicentro de la Galilea, sólo durará una semana y después volverán a la temporada baja hasta finales de marzo, cuando se conmemora la Anunciación.

Levantada en 1969 sobre el lugar donde había una iglesia cruzada, y antes una bizantina, la Basílica es una moderna estructura de piedra beige coronada con una cúpula gris de 55 metros.

Se yergue sobre la llamada Gruta de la Anunciación, la cueva en la que se cree que vivió María y dónde, según el catolicismo, se le apareció el arcángel Gabriel (los greco-ortodoxos sitúan la Anunciación en un manantial cercano).

Alrededor de la Basílica, en el casco antiguo de Nazaret, se ubican decenas de instituciones religiosas y escolares cristianas, así como tiendas de recuerdos para turistas de cualquier religión.

Como si no existiera el amargo conflicto de Oriente de Medio, en la tienda de Susana conviven banderas israelíes con palestinas, "kipas" (solideos judíos) con "kefías" (pañuelo típico árabe y símbolo palestino), crucifijos con "menorás" (candelabro de siete brazos), rosarios cristianos con árabes, biblias con coranes.

Una convivencia que parece romperse en las calles de Nazaret, donde el mismo origen palestino de su población no apaga viejas tensiones entre cristianos y musulmanes, aunque ambas comunidades compartan el recelo ante el gobierno judío de Israel.

"La tensión es diaria, los musulmanes nos tienen celos a los cristianos, y en los últimos diez años la situación va a peor", declara aun joven empresario que pide no ser identificado.

Nazaret, conocida como la "capital árabe de Israel" y de unos 66.000 habitantes, ha sido siempre de mayoría cristiana, aunque en las últimas décadas se ve superada por la musulmana.

El cambio demográfico comenzó tras la guerra de 1948, cuando el Estado de Israel se hizo con el control de la región de Nazaret y desplazados los musulmanes de sus alrededores, tanto palestinos como los vecinos cristianos, comenzaron a asentarse en la ciudad.

Un mayor índice de procreación entre los primeros les convirtió rápidamente en mayoría, en una proporción de 70 a 30.

Hace unos años, la comunidad musulmana intentó construir una gran mezquita sobre la que creen es la tumba de Shihab A-Din, guerrero de Saladino, situada justo a los pies de la Basílica y que de haber sido construida la hubiera ocultado.

La polémica internacional y la mediocre mediación del gobierno israelí -que quedó acorralado entre los intereses del cristianismo, los del Islam y los suyos propios- enervó los ánimos de un conflicto social y religioso que, aseguran algunos en Nazaret, "estalla por cualquier lado y en cualquier momento".

"Vivir aquí, como minoría, es un peligro permanente para nosotros", asegura en ese sentido una acompañante del joven empresario, que acusa al gobierno israelí de aprovecharse del conflicto en Nazaret con sus propios fines políticos.

Abu Zayed, que suele sentarse a tomar el sol en la nueva plaza ajardinada construida en lugar de la mezquita, no cree que sea para tanto, y evoca el derecho de todos, incluidos los musulmanes como él, a tener lugares de rezos donde lo consideren oportuno.

"La tumba está aquí, si hubiera estado allí (en otro lugar) la hubiéramos querido levantar allí, no tenemos nada contra nuestros hermanos cristianos", asegura quien ha conocido de niño el sabor de la guerra.

Imperceptible para el extranjero, los peregrinos deambulan libre y tranquilamente por las calles de Nazaret, una ciudad a la que sólo ven como símbolo de paz.

"Aquí sentimos el significado del sermón de la Montaña de Jesús y su exigencia a nosotros de que nos amemos los unos a los otros", proclama la estadounidense Kay Lemontage.

Para el turista indio Romeo Di Souza, en busca de "paz espiritual", Nazaret es mucho más que eso: "es el lugar donde realmente nació el cristianismo".