Henry Moore armoniza escultura y paisaje al integrar su obra en el famoso jardín botánico londinense conocido como Kew Gardens, en el suroeste de la capital, donde se podrán ver hasta el próximo 30 de marzo.
Veintiocho obras monumentales del británico Henry Moore (1898-1986), junto al suizo Alberto Giacommetti uno de los grandes referentes de la escultura del siglo XX, han sido distribuidas por ese parque de 121 hectáreas, un lugar donde hace dos milenios las huestes de Julio César cruzaron el Támesis en su invasión de estas islas.
Nada mejor, pues, que este lugar, que fue reconocido en el 2003 como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO, para acoger la obra de un artista como Moore que dijo del paisaje que había sido para él una de sus "fuentes de energía".
"Considero que todas las formas de la naturaleza son fuente de interés perenne, los troncos de los árboles...la textura y la variedad de las hierbas..., escribe el escultor en "Energy in Space".
A partir sobre todo de 1958, Moore comenzó a crear esculturas monumentales que rebasan los límites de los espacios habituales de las galerías y exigen espacios abiertos: plazas y sobre todo parques y jardines.
Según David Mitchinson, director de exposiciones de la Fundación Henry Moore, éste siempre quiso que su escultura pudiera verse desde todos los ángulos, desde 360 grados a la redonda.
Las obras expuestas en Kew Gardens reflejan diversas influencias: desde las esculturas precolombinas toltecas o el arte clásico europeo - desde la pintura de Giotto o Massaccio hasta la escultura de Maillol-, hasta el surrealismo y el cubismo picassiano o las formas aerodinámicas de Brancusi.
Y frente a esas figuras reclinadas y otras esculturas monumentales biomorfas, el visitante no puede menos de admirar la extraordinaria habilidad con la que Moore explora la tensión entre el vacío y lo sólido o su interés por los problemas espaciales sin que en ningún momento de su abstracción formal olvide al hombre, siempre en el centro de su preocupación como artista.
Los Kew Gardens se deben en primer lugar al gusto por la jardinería de la reina Carolina, esposa alemana de Jorge II de Inglaterra, que contrató a Charles Bridgeman y William Kent, considerados como los padres del movimiento paisajista inglés, para que transformaran su propiedad de Richmond siguiendo la última moda naturalista.
El hijo de ambos, Federico, era un apasionado jardinero y admirador del movimiento paisajista, pero quiso crear al mismo tiempo una colección botánica y así ordenó plantar cientos de árboles además de adornar el parque con un gran lago.
Federico murió en 1751 sin tiempo de ver realizado su plan y fue su viuda, la princesa Augusta, quien se encargó de llevarlo adelante al fundar un jardín botánico en 1759 y crear luego otro jardín paisajístico aconsejado por varios expertos, entre ellos el arquitecto William Chambers.
Jorge III, hijo de Federico y Augusta, heredaron distintas propiedades en la zona, las fusionaron en 1802 y emplearon al famoso Lancelot "Capability" Brown para rediseñar el jardín de Richmond.
La fama del jardín se debe, sin embargo, sobre todo al naturalista y botánico Joseph Banks, que acompañó al capitán James Cook en el primero de sus viajes, y bajo cuya dirección coleccionistas de especies botánicas viajaron por todo el mundo en busca de plantas de interés económico o científico.
A lo largo de los años, el jardín botánico de Kew se fue ampliando, en él se levantaron varios templetes neoclásicos además de palacios de cristal como el famoso invernadero, uno de los mayores del mundo, hasta un total de 39 edificios, incluida una bellísima pagoda de inspiración china.
Veintiocho obras monumentales del británico Henry Moore (1898-1986), junto al suizo Alberto Giacommetti uno de los grandes referentes de la escultura del siglo XX, han sido distribuidas por ese parque de 121 hectáreas, un lugar donde hace dos milenios las huestes de Julio César cruzaron el Támesis en su invasión de estas islas.
Nada mejor, pues, que este lugar, que fue reconocido en el 2003 como patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO, para acoger la obra de un artista como Moore que dijo del paisaje que había sido para él una de sus "fuentes de energía".
"Considero que todas las formas de la naturaleza son fuente de interés perenne, los troncos de los árboles...la textura y la variedad de las hierbas..., escribe el escultor en "Energy in Space".
A partir sobre todo de 1958, Moore comenzó a crear esculturas monumentales que rebasan los límites de los espacios habituales de las galerías y exigen espacios abiertos: plazas y sobre todo parques y jardines.
Según David Mitchinson, director de exposiciones de la Fundación Henry Moore, éste siempre quiso que su escultura pudiera verse desde todos los ángulos, desde 360 grados a la redonda.
Las obras expuestas en Kew Gardens reflejan diversas influencias: desde las esculturas precolombinas toltecas o el arte clásico europeo - desde la pintura de Giotto o Massaccio hasta la escultura de Maillol-, hasta el surrealismo y el cubismo picassiano o las formas aerodinámicas de Brancusi.
Y frente a esas figuras reclinadas y otras esculturas monumentales biomorfas, el visitante no puede menos de admirar la extraordinaria habilidad con la que Moore explora la tensión entre el vacío y lo sólido o su interés por los problemas espaciales sin que en ningún momento de su abstracción formal olvide al hombre, siempre en el centro de su preocupación como artista.
Los Kew Gardens se deben en primer lugar al gusto por la jardinería de la reina Carolina, esposa alemana de Jorge II de Inglaterra, que contrató a Charles Bridgeman y William Kent, considerados como los padres del movimiento paisajista inglés, para que transformaran su propiedad de Richmond siguiendo la última moda naturalista.
El hijo de ambos, Federico, era un apasionado jardinero y admirador del movimiento paisajista, pero quiso crear al mismo tiempo una colección botánica y así ordenó plantar cientos de árboles además de adornar el parque con un gran lago.
Federico murió en 1751 sin tiempo de ver realizado su plan y fue su viuda, la princesa Augusta, quien se encargó de llevarlo adelante al fundar un jardín botánico en 1759 y crear luego otro jardín paisajístico aconsejado por varios expertos, entre ellos el arquitecto William Chambers.
Jorge III, hijo de Federico y Augusta, heredaron distintas propiedades en la zona, las fusionaron en 1802 y emplearon al famoso Lancelot "Capability" Brown para rediseñar el jardín de Richmond.
La fama del jardín se debe, sin embargo, sobre todo al naturalista y botánico Joseph Banks, que acompañó al capitán James Cook en el primero de sus viajes, y bajo cuya dirección coleccionistas de especies botánicas viajaron por todo el mundo en busca de plantas de interés económico o científico.
A lo largo de los años, el jardín botánico de Kew se fue ampliando, en él se levantaron varios templetes neoclásicos además de palacios de cristal como el famoso invernadero, uno de los mayores del mundo, hasta un total de 39 edificios, incluida una bellísima pagoda de inspiración china.