La fobia a los exámenes académicos es definida como un trastorno de ansiedad social: un estado emocional determinado por el nerviosismo y la ansiedad extrema que se vuelve intolerable para la persona que lo padece, y que detona frente a una situación tensionante, como dar examen frente a un jurado evaluador o enfrentar una entrevista laboral. “Cuando la ansiedad pasa el umbral adaptativo, empiezan a aparecer los síntomas: sudoración, tartamudeo, mente en blanco, aceleración del ritmo cardíaco, angustia respiratoria, etc.”, señaló la psicóloga Carina Leocadio, de la Fundación Fobia Club Santa Fe.

El estudiante “fóbico” no puede comenzar a exponer su tema: suda exageradamente, tiembla y flaquea su voz. Se bloquea mentalmente y vuelve a escuchar la clásica frase “vuelva el próximo turno”.

En la ciudad de Santa Fe, entre el 20 y 30 % de las personas que asisten a esa fundación tiene algún trastorno de fobia social, y el porcentaje crece cada año. El problema serio aparece cuando esta situación se agrava y se perpetúa en el tiempo, ya que puede derivar en un cuadro depresivo. De no tratarse a tiempo, esta patología se potencia durante la universidad. “Es que durante esta etapa de estudios las exigencias, la exposición y las presiones son más fuertes, y aparece con más frecuencia la ansiedad. No obstante, también atendemos chicos del nivel medio,” dijo la especialista.

Un elemento clave en este tipo específico de fobia es el recurrente pensamiento anticipatorio y siempre negativo (“seguro que me irá mal en el examen”, “voy a hacer el ridículo”). “Hablamos de una situación incapacitante para el desarrollo académico, laboral y social. Es como quedar con los brazos atados, sin recursos”, afirmó Leocadio, y completó: “La ansiedad es una emoción primaria, un legado del hombre primitivo. Sus causas deben buscarse en factores hereditarios y predisposiciones genéticas, en la propia historia biográfica del paciente y hasta en condicionamientos socioculturales (ver aparte)”.

Lo preocupante es que muchos estudiantes, por no poder controlar sus miedos, se ven imposibilitados a rendir un examen oral o escrito, aún estando muy bien preparados para enfrentar la instancia. “Y, aunque cueste creerlo, hemos tratado pacientes que, luego de haber estudiado durante muchos años, debieron abandonar sus estudios por no poder enfrentar una simple evaluación académica, echando por la borda mucho esfuerzo, dinero y tiempo. Ello sin dejar de mencionar la culpa infundada por la recriminación familiar”, reveló la especialista.

Fuente: El Litoral