Los más de 20 suicidios registrados entre empleados de France Telecom desde el pasado mes de febrero activaron todas las alarmas en el país galo, que empezó a mirar de reojo la salud mental de sus trabajadores. El Gobierno de Nicolás Sarkozy instó a las grandes empresas a que tomen medidas para prevenir este tipo de situaciones.

En España, el estrés laboral tiene un costo económico que ronda los 20.000 millones de euros anuales, eso sin contar los numerosos problemas de salud que se le pueden atribuir directa e indirectamente. "Activamos ciertos elementos para poder procesar más deprisa, por ejemplo", explicó Antonio Cano, psicólogo y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.

El problema surge cuando ese proceso dura demasiado tiempo. "Si pasamos dos años con un trabajo excesivo, y no obtenemos resultados satisfactorios", pone Cano como ejemplo, esos elementos de alerta naturales se cronifican, y sitúan a nuestro organismo en un estrés permanente que nos va mellando poco a poco a través de diversos frentes.

Ansiedad, cefalea, dolores musculares, palpitaciones, irritabilidad, abuso de sustancias, insomnio, trastornos digestivos sin causa aparente, resfriados continuos, herpes y aftas bucales, alteraciones de la piel, caída del cabello, depresión, úlceras, cardiopatías son síntomas del estrés crónico.

De hecho, el escenario de suicidios múltiples de France Telecom es la excepción. Lo más habitual, señaló Cano, es que el estrés vaya generando una espiral ascendente en la que primero surge la ansiedad, después las somatizaciones y los problemas físicos de origen difuso y, en el último peldaño la depresión y otros trastornos mentales. "Un trabajo estresante por sí solo no conduce al suicidio", tranquilizó.

Como señala por su parte Marisa Rufino, secretaria de Salud Laboral del sindicato UGT, en España los riesgos psicosociales asociados al puesto de trabajo "se obvian totalmente", a pesar de que son uno de los aspectos (además de los riesgos físicos) clave de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales del año 1995.

"Las empresas no lo contemplan como algo interno, argumentan que es algo que el trabajador se trae de casa, no consideran que la mala organización del trabajo pueda estar detrás del problema", explicó la secretaria.

"Es muy triste que haya tenido que pasar algo en Francia para que se estén tomando medidas", señaló Rufino. "Aquí los riesgos psicosociales son los grandes olvidados, y ni siquiera se contemplan como una enfermedad profesional".

Y agregó que "los propios médicos de cabecera podrían detectarlos si tuviesen las herramientas adecuadas para saber detectar si un dolor de estómago persistente está causado por una mala situación en el puesto de trabajo".

Las encuestas señalaron que el 28 por ciento de los trabajadores considera que su trabajo es bastante o muy estresante (unas cifras algo más altas en las mujeres), pero sólo un 5,7 por ciento tiene tres o más síntomas de estrés cuando se desciende a un nivel más concreto en un listado de patologías. Y sólo un 2,3 por ciento acudió al médico a causa de este problema.

Por eso, más que dar cifras de la gente que vive estresada resulta más fácil medir sus consecuencias en forma de trastornos concretos. Y como explicó el doctor Francisco Ferre, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, el libro verde de la Unión Europea indica que el 6,3 por ciento de los europeos (unos 18 millones de personas) tiene trastornos somatomorfos o inespecíficos.

"Mucho menos habitual es que el estrés desencadene respuestas agudas, como una crisis de pánico o un suicidio", señaló.

Se calcula, por ejemplo, que entre un 10 por ciento y un 20 por ciento de la población adulta sufre bruxismo, un característico rechinar de dientes nocturno provocado por una acumulación de estrés que se libera mientras dormimos.

Un problema que puede llegar a causar la caída de los dientes con el paso del tiempo y que cada vez afecta más a menores de 20 años.

Cada vez más personas sufren, sin una causa fisiológica, problema de colon irritable, estreñimiento, reflujo, diarreas frecuentes. "La mitad de los casos que llegan aquí no tiene un diagnóstico aparente, y eso que sólo vemos la punta del iceberg", reconocen a dúo los doctores Fernando Azpiroz y Javier Santos.

"Si el paciente hace una vida normal, no hay necesidad de tratamiento", resumió el doctor Jesús de la Gándara jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos. Pero si el problema nos impide comer, dormir o trabajar, tal vez la cosa sea algo más seria.

"Si un pequeño empresario que se quedó sin trabajo llega a mi consulta y bebe mucho alcohol, y además tomó la determinación de venir a verme, entonces sí necesita tratamiento farmacológico para contrarrestar la automedicación que se impuso", sintetizó como ejemplo.

"En la mayoría de los casos no hay que usar tratamiento", coincidió el doctor Ferre, "pero hay ocasiones en las que un determinado nivel de estrés impide hacer una vida normal. Y es el psiquiatra quien debe establecer ese umbral".

Fuente: Télam