Francia vive este viernes el primer aniversario del suceso dramático que desencadenó una oleada de disturbios callejeros con la preocupación de que pueda producirse una nueva chispa que degenere en una situación similar.

Hace un año, dos adolescentes murieron electrocutados y otro resultó herido de gravedad en Clichy-sous-Bois (periferia norte de París) cuando se escondieron en un transformador eléctrico de lo que pensaban que era una persecución policial. La Justicia francesa investiga todavía cómo se desarrollaron los hechos y a mediados de noviembre varios policías de servicio en esa zona ese día tendrán que declarar como testigos.

El suceso dio origen esa misma noche a incidentes en ese pueblo, donde grupos de jóvenes quemaron coches y mobiliario urbano y dieron paso a un fenómeno que se amplió a casi trescientas localidades de Francia durante tres semanas, lo que obligó al Gobierno a decretar el estado de emergencia.

Una marcha silenciosa y pacífica a la que asistió cerca de un millar de personas recorrió hoy las calles de Clichy-sous-Bois antes de parar ante el transformador donde se produjo la tragedia para depositar una corona de flores y descubrir una pequeña estatua en el colegio en el que estaban matriculadas las víctimas.

Estas iniciativas pretenden recordar un suceso que hace un año alimentó el malestar que se vive en numerosas barriadas periféricas de las grandes ciudades francesas, guetos en los que vive una población sin muchas esperanzas de progresar, pasto de la marginación y, en ocasiones, de la delincuencia.

En estos doce meses se han publicado diferentes estudios y libros que han analizado el problema desde diferentes puntos de vista, para concluir en general que la violencia es una respuesta exacerbada de un sector, mayoritariamente juvenil, que padece la exclusión social.

El gobierno se apresuró a anunciar medidas para favorecer el empleo y el alojamiento, pero la impresión de los sociólogos es que las causas que originaron el movimiento de violentos persisten, por lo que también las posibilidades de un rebrote.

El fenómeno de la quema de coches ha sido frecuente en Francia desde la pasada década de los años 70, pero los expertos consideran que en los últimos tiempos se ha generalizado y engloba no sólo una respuesta a la exclusión social, sino que también puede explicarse por gamberrismo.

En los últimos días, según se acercaba la fecha del primer aniversario del suceso de Clichy-sous-Bois, se han registrado varios incidentes que han llevado la preocupación al primer plano. Grupos de encapuchados han asaltado autobuses en zonas periféricas (sobre todo de París, pero no sólo) y, tras obligar a los pasajeros a descender, han pegado fuego al vehículo.

La última noche fue tranquila, sin incidentes, pero las autoridades desconfían y tanto el primer ministro, Dominique de Villepin, como el titular de Interior, Nicolas Sarkozy, han hecho hincapié en estos días en que no habrá impunidad y que los responsables de esos hechos violentos serán perseguidos y puestos ante la Justicia.

Los políticos son conscientes del efecto que los desórdenes tienen en general en la opinión pública y ahora pueden ser amplificados por el hecho de que quedan seis meses para las elecciones presidenciales y ocho para las legislativas.

Por eso, tanto los conservadores como los socialistas, aspirantes a desbancarles del poder en 2007, hacen equilibrios para combinar un mensaje de firmeza ante los violentos con la necesidad de un discurso social que tenga en cuenta las desigualdades.

Fuente: EFE