Gabriel Soto es matemático, pero ante todo es un docente apasionado por difundir las aplicaciones que tiene la ciencia a la que dedica sus días y a la que define como “una ciencia social por excelencia”. Se formó en su tierra, la Patagonia, se doctoró en Estados Unidos y después volvió al país a empezar con su “evangelización”, es decir, que sus alumnos aprendan a “hacer matemática” en el aula y, de paso, terminar con la “mala prensa” que esta ciencia tiene en la escuela. Soto está en el Instituto de Ciencias Básicas como profesor asociado y dialogó con Argentina Investiga.

“La matemática es hoy fundamental para construir ciudadanía, es parte de la cultura. Se trata de una herramienta fundamental para poder diferenciar información de propaganda, por la estructura mental que te da para procesar cuáles son los mecanismos de esa información. Pero es claro que en el sistema educativo ese objetivo no se está logrando” comentó el docente, para luego agregar que la matemática “siempre resuelve problemas complejos y en tanto producto del trabajo intelectual del ser humano es una ciencia social. Y si la matemática es una construcción social, uno debería empezar a pensar en cuáles son los problemas o las cuestiones actuales que enfrenta la sociedad y mirar si la matemática que se enseña tiene algún aporte, algún efecto o aplicación. La mala prensa se debe a que la presentación de los contenidos no se ha ido actualizando. Por ejemplo, las secciones cónicas es un contenido matemático clásico, viene de los griegos, se desarrolla por un problema filosófico, una cuestión totalmente diferenciada de la realidad social”.

En la comunidad matemática, se dice que el conocimiento está despersonalizado, descontextualizado y destemporalizado. “El tema es todo el proceso anterior para llegar a ese conocimiento, las frustraciones, las alegrías, toda esa cuestión personal no está presente en un paper o en una charla de media hora. Pero, probablemente, ese resultado que se presenta haya sido el trabajo de ocho meses, de noches enteras de desvelo”, aclara el investigador.

Soto dice que lo que hay que hacer en el aula es mostrar la trastienda, cómo se llegó a eso. “La idea es humanizar la matemática, pero eso implica que los profesores que formamos a los futuros profesores también la deshumanicemos: no pensar que la matemática es sólo un proceso de teoremas y demostraciones, sino que se debe hacer que los chicos hagan matemática en el aula, esto es: frustrarse, alegrarse, comunicarlo a los pares, sentir esa adrenalina que pasa cuando uno resuelve algo. Estas cosas son las que tienen que empezar a cambiar”.

Y ejemplifica: “Cuando uno mira las antenas satelitales debe saber que ahí hay matemática. Es decir, la matemática es una construcción social, en el sentido de que es un trabajo intelectual y colectivo a la vez, lo que no quiere decir que los únicos problemas que debería resolver son los que tengan una aplicación directa en el día a día”.

“Es difícil de explicar en qué momento se perdió el costado social de las matemáticas. Newton tenía el problema de la gravitación universal y de cómo se movían los planetas. Y muchos pueden opinar que eso no es parte de la construcción social y otros que sí. Pero resuelve problemas de la gente; algunos son parte del día a día y otros son consecuencia del avance natural de estas preguntas en matemática. Es fundamental entender que las verdades en matemática son todas relativas, relativas a la premisa, es decir, dentro de un contexto bien determinado la teoría es irrefutable. Ahora, yo cambio el contexto y la teoría se cae”, afirma Soto.

Fuente: Universidad Nacional de Cuyo