El poeta catalán Carlés Torner visitó Argentina invitado por la Fundación TYPA y destacó que “ser educado en la propia lengua es un derecho que está siendo vulnerado por la vocación hegemonizadora de la globalización”.
Con la globalización, afirma quien es uno de los promotores de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos de la UNESCO, desaparecerán la mitad de las lenguas del mundo. Nos amenaza un fantasma de uniformidad que pretende convencernos de que el mundo sería más fácil si todos habláramos la misma lengua. Esa lengua es, por supuesto, el inglés, que se percibe a sí misma como idioma global, a tal punto que casi no traduce a autores extranjeros. Eso, paradójicamente, la va dejando anémica: los anglohablantes suponen que con su universo basta”.
Torner se especializó en derechos lingüísticos, un área nueva que se ocupa, entre otras cosas, del respeto por la preservación de las minorías culturales y la formulación de políticas públicas para promover su autonomía.
Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de París, nació y se educó en Cataluña, región que arrastra una larga tradición de lucha por la autonomía cultural y donde los chicos se educan en los dos idiomas oficiales (castellano y catalán). Actualmente preside en la Unesco, la plataforma que promueve la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos. En 2007, en la Feria de Fráncfort, coordinó la exitosa presentación profesional de Cataluña, que abrió un debate como caso testigo de autonomía lingüística.
“El siglo XXI será de destrucción cultural masiva –advierte-, pero la buena noticia es que hay una reacción en América latina, donde cada vez son más los que toman conciencia de que también existe una ecología lingüística en el planeta, que hay que preservar.”
Esta nueva dimensión de la ciudadanía que parece abrirse con el desarrollo de los derechos lingüísticos implica para Carlés “trascender ese fantasma de uniformidad. Las lenguas son las que le dan sentido al universo de cada cultura. Y todo niño tiene el derecho de ser educado en su propia lengua, manteniendo, desde luego, un equilibrio con la lengua del Estado, que de cualquier modo se impone, por la fuerza de su hegemonía. Incluye, además, la posibilidad de poder defenderse, en un juicio, en el propio idioma. Y debería traducirse en programas culturales propios, en televisión, radio o Internet. Y, finalmente, se trata del derecho de toda lengua a ser traducida: éste es el debate internacional que propusimos en la Feria de Fráncfort, en 2007”.
Fuente: Ahora Educación
Con la globalización, afirma quien es uno de los promotores de la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos de la UNESCO, desaparecerán la mitad de las lenguas del mundo. Nos amenaza un fantasma de uniformidad que pretende convencernos de que el mundo sería más fácil si todos habláramos la misma lengua. Esa lengua es, por supuesto, el inglés, que se percibe a sí misma como idioma global, a tal punto que casi no traduce a autores extranjeros. Eso, paradójicamente, la va dejando anémica: los anglohablantes suponen que con su universo basta”.
Torner se especializó en derechos lingüísticos, un área nueva que se ocupa, entre otras cosas, del respeto por la preservación de las minorías culturales y la formulación de políticas públicas para promover su autonomía.
Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de París, nació y se educó en Cataluña, región que arrastra una larga tradición de lucha por la autonomía cultural y donde los chicos se educan en los dos idiomas oficiales (castellano y catalán). Actualmente preside en la Unesco, la plataforma que promueve la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos. En 2007, en la Feria de Fráncfort, coordinó la exitosa presentación profesional de Cataluña, que abrió un debate como caso testigo de autonomía lingüística.
“El siglo XXI será de destrucción cultural masiva –advierte-, pero la buena noticia es que hay una reacción en América latina, donde cada vez son más los que toman conciencia de que también existe una ecología lingüística en el planeta, que hay que preservar.”
Esta nueva dimensión de la ciudadanía que parece abrirse con el desarrollo de los derechos lingüísticos implica para Carlés “trascender ese fantasma de uniformidad. Las lenguas son las que le dan sentido al universo de cada cultura. Y todo niño tiene el derecho de ser educado en su propia lengua, manteniendo, desde luego, un equilibrio con la lengua del Estado, que de cualquier modo se impone, por la fuerza de su hegemonía. Incluye, además, la posibilidad de poder defenderse, en un juicio, en el propio idioma. Y debería traducirse en programas culturales propios, en televisión, radio o Internet. Y, finalmente, se trata del derecho de toda lengua a ser traducida: éste es el debate internacional que propusimos en la Feria de Fráncfort, en 2007”.
Fuente: Ahora Educación


