El hígado graso no alcohólico (HGNA) es la enfermedad hepática más frecuentemente vista en la actualidad en países industrializados y afecta entre el 20-40% de la población adulta y el 10-20 % de la pediátrica. Se asocia fundamentalmente a diabetes no dependiente a la insulina, obesidad y aumento del colesterol y los triglicéridos. Es más frecuente en el hombre que en la mujer y se ve con mayor frecuencia en personas añosas.

Alrededor del 10-15% de los pacientes con hígado graso puede asociar inflamación hepática. Desafortunadamente un tercio de estos pacientes puede evolucionar a fibrosis y luego a cirrosis. Seguramente estos porcentajes serán más preocupantes en los próximos años debido al creciente aumento en la tasa de obesidad y diabetes en la población general.

La mayor parte de los casos no presenta síntomas y se descubre por un aumento de transaminasas en un estudio de sangre (examen que demuestra inflamación hepática) o bien por el hallazgo de grasa hepática en la ecografía.

En ocasiones puede llamar la atención la presencia de un hígado aumentado de tamaño en un examen médico de rutina. A pesar de que una minoría de los casos puede presentarse con dolor en el abdomen superior, desafortunadamente gran parte de los pacientes desconoce su padecimiento y puede presentarse en la consulta en estadios avanzados de la enfermedad.

En ocasiones puede haber fatiga y sensación de debilidad generalizada que altera la calidad de vida, debido sobretodo al exceso de sueño y cansancio.

En muchas oportunidades este cuadro de cansancio puede enmascarar una depresión, la cual es observada con mayor frecuencia en los portadores de hígado graso que en la población general. La enfermedad hepática avanzada en contadas situaciones donde se complique con insuficiencia hepática, puede necesitar de un transplante hepático para recuperar la calidad de vida.

La punción biopsia hepática suele necesitarse muy pocas veces para evaluar la extensión de la enfermedad y la necesidad o no de implementar un tratamiento.

Este tratamiento debe ser dirigido fundamentalmente a tratar los factores coexistentes que representan riesgo de evolución de la enfermedad (obesidad, diabetes, colesterol y triglicéridos elevados).

El descenso de peso asociado a actividad física demostró tener un efecto beneficioso sobre la disminución de la inflamación hepática. La cirugía en pacientes con obesidad mórbida puede ocupar un lugar importante mejorando el laboratorio hepático a través de la marcada pérdida de peso

Existen muchos medicamentos en investigación y solo algunos de ellos mostraron efectos beneficiosos en estos pacientes (en general utilizados también en el tratamiento de la diabetes no insulino dependiente). Recientes trabajos publicados en la literatura médica han demostrado que algunas drogas utilizadas para tratar el hígado graso, disminuyen la evolución a la fibrosis evitando de esa forma el desarrollo de una cirrosis hepática.

Finalmente debe recordarse que la mejor manera de evitar las consecuencias derivadas de una enfermedad hepática avanzada generada por grasa, es alentar a todas las personas que presenten uno o varios de los factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad (fundamentalmente exceso de peso, diabetes, colesterol y triglicéridos elevados) a que se realicen un examen de sangre que incluya laboratorio hepático y una ecografía abdominal para descartar la presencia de grasa hepática.

Dr. Fernando Bessone
Docente de la Facultad de Medicina de Rosario
Docente de la carrera de posgrado de Gastroenterología
Universidad Nacional de Rosario