Claudia Bonato
Hospice Rosario es una asociación civil sin fines de lucro, conformada por voluntarios que brindan su tiempo para “cuidar, amar y acompañar a enfermos terminales que se encuentran en situación de desamparo”. Comenzaron en 2010, en el marco del proyecto Hospice Argentina y Hospice Internacional.
Acompañar a enfermos terminales desamparados es una tarea más que solidaria que un grupo de jóvenes profesionales, estudiantes y trabajadores, desarrolla en Rosario. El origen del nombre hospice que denomina a la organización a nivel mundial remite a hospital y hospicio, pensando en este último como una casa donde puedan ser albergados los enfermos terminales que no tengan un lugar donde vivir sus últimos días. Ése es el objetivo de máxima que la ONG de Rosario se plantea. Mientras tanto, siguen colaborando voluntariamente en los centros de salud donde los convoquen.
“Estamos tratando de conseguir una vivienda, a través de donación o comodato, porque consideramos que en un lugar así, con espíritu y calor de hogar, diseñado, pensado y preparado para acompañar a las personas en esos momentos, podremos cuidar mejor de los pacientes que en los hospitales”, explicó en diálogo con Rosario3.com, Omar Zárate, integrante de la organización.
Hospice Rosario tiene, actualmente, un convenio con el hospital Provincial. Cuando se detecta el caso de un paciente terminal que no tiene familia o que su familia atraviesa una situación delicada, desde el efector se comunican con ellos para que acompañen al enfermo (y a su familia, si la tiene) espiritual, emocional y psicológicamente. También hacen acompañamiento en los hogares de las propias personas cuando no tienen familia.
Omar relata el caso de un hombre internado con una enfermedad terminal. El hombre tenía esposa e hija , pero su esposa tenía a su otra hija internada en el Heca, con un estado de salud muy delicado. Ambos –el hombre y la joven– iban a morir y de hecho, fallecieron con una semana de diferencia. Entonces, si bien existía contención familiar para los dos pacientes, era necesario un acompañamiento sobre todo a la esposa que iba y venía de un hospital a otro. “Nosotros le ayudábamos a cuidar a su esposo, para que ella pudiera estar más tiempo con su hija”, cuenta el voluntario.
Entre los voluntarios, hay varios estudiantes de Medicina. “Ellos dicen que entraron a estudiar la carrera con una vocación marcada por la solidaridad, y que con el correr del tiempo fueron perdiendo ese objetivo; se hicieron más profesionales y más fríos. Por eso vienen a Hospice a buscar los orígenes de su vocación médica”, explica Omar y aclara que también integran el equipo de voluntarios: ingenieros, contadores, abogados, amas de casa y trabajadores. “Es un grupo interdisciplinario y abierto, afirma.
Cada paciente es una historia distinta
Desde que el enfermo sabe o intuye que el final está cerca, son muchas y muy variadas las reacciones que experimenta, según sus experiencias, sus vivencias personales y la formación que haya recibido. “Lo que nosotros hacemos es acercarnos a esa vida, a esa historia, acompañando y escuchando muy despacio, porque consideramos que acercarse a una vida en esta situación es muy sagrado”, señala Zárate.
“En momentos como ése –describen los voluntarios– el enfermo suele hacer un balance de su vida, tiene miedos, a veces siente dolores, se enoja, tiene bronca y hasta ira. Después acepta, se rinde, asume; otros luchan. Cada persona va pasando por muchas etapas; por eso, nuestra idea es acompañar al enfermo sin violentar porque él no nos conoce y nosotros no lo conocemos”.
“Muchas personas que acompañamos en su etapa final, fallecieron al lado de un voluntario. Algunos, cuando llega el momento de la muerte, tienen miedo o se ponen nerviosos. Si el voluntario le habla suave, lo acaricia, le toma la mano y le pide que esté tranquilo, como si le hablara a un bebé, logran relajarse. En esa situación –dicen– a veces somos como bebés y necesitamos que alguien nos cuide y esté con nosotros”.
“Los voluntarios que recién se suman al grupo se plantean muchos interrogantes. Tienen miedo de no saber qué hacer o qué decirle al enfermo, y también de lo que ellos mismos sentirán cuando estén al lado del paciente; por eso trabajamos mucho en la formación de los voluntarios, para que vean que lo que hacemos desde Hospice es muy sencillo. Consiste en estar, hacer silencio, contemplar, poner el oído, escuchar, alcanzar un vaso de agua, respetar los silencios y respetar cuando la persona quiere hablar. En ese caso, estar dispuestos a escucharlos; es simplemente eso”, asegura Omar.
La ONG tiene una raíz cristiana, católica. En Rosario se reúne en la parroquia de Lourdes, Santiago 1169, pero el grupo está abierto a voluntarios de otras religiones, y también a quienes no creen ni profesan ningún credo. “El único requisito para los voluntarios –aclaran– es que tengan buena voluntad y un corazón solidario”.
“Los voluntarios que no creen en Dios o en el más allá, sí creen en el más acá. Entonces se encuentran con alguien que está acá, sufriendo, y descubren que ellos pueden hacer algo para calmar su dolor, con una caricia, con una palabra o con su compañía silenciosa”, explican.
Familias inexistentes y familias ausentes
De los casos que Hospice asistió, se desprenden distintas historias familiares. Hay pacientes que se encuentran en un total desamparo, sin familia o vínculos personales que les garanticen atención ni contención; mientras que otros, a pesar de tener familia, no cuentan con ellos, ni siquiera en el momento de la muerte.
“A veces nos encontramos con familiares de pacientes que, lamentablemente, quieren desligarse de la situación y se acercan a nosotros para sacarse un problema. Nosotros entendemos que todos vivimos en una sociedad muy acelerada, con muchos compromisos, obligaciones y trabajo; pero en esos casos –remarcan los voluntarios– tratamos de hacerles entender que es necesario que se tomen tiempo para hacer algo que quizás no sea agradable, que resulta doloroso, pero que si no lo hacen en ese momento, no podrán hacerlo más, como despedir al familiar, reconciliarse, decir te amo, te quiero, algo que quizás hace mucho no se dicen, o nunca se dijeron”.