Sabrina Ferrarese/ Rocío Baró

El sol traspasa la copa y sigue al suelo con otro color. La lluvia cargó de agua las hojas que ahora gotean brillos. El viento arrastra ramas de acá para allá y se oye un crujido de madera. Un pájaro construye un nido, un viejo apoya una silla sobre un tronco y se adormece, la vecina barre raíces sobre la vereda, levanta tierra y vuela un polvillo que la hace estornudar.

Los árboles en Rosario. Sus hojas, sus ramas y raíces están contadas. Un censo municipal realizado en 2005 –se actualizará el año que viene– contabilizó y clasificó unos 300 mil ejemplares plantados en parques, plazas y veredas de la ciudad. Conectores del cielo con la tierra, embellecen las calles y animan el espíritu, brindan una multiplicidad de beneficios al medioambiente y envuelven historias centenarias.

De acuerdo a lo informado por el director de Parques y Paseos municipal Nicolás Mijich, a Rosario3.com, en la ciudad hay 185 mil árboles en alineación y el resto está plantado en parques y plazas. Los principales ejemplares de la ciudad son fresnos. Son unos 60 mil y ocupan el 25% de los árboles en alineación. Las otras dos especies de mayor presencia son ligustro y paraíso, que entre ambas suman alrededor de 45 mil ejemplares.

“En función de los datos del último censo estamos haciendo esfuerzos para diversificar las especies que hoy posee la ciudad”, sostuvo y remarcó que, debido al clima cada vez más tropical imperante en la zona, Rosario se ha convertido en “tierra fértil”, tanto para ejemplares nativos como exóticos. Pero ¿existe en las calles rosarinas suficiente cantidad de árboles? Y los plantados, ¿están en buen estado?

Oscar Taborda está al frente de la editorial de la Municipalidad de Rosario y encabeza la elaboración de un libro sobre los árboles de Rosario. Observador agudo del verde sobre el pavimento, consideró al respecto: “Durante los últimos 30 años el municipio ha desarrollado una política sostenida en el tiempo, que contempla la incorporación de nuevas especies y las podas de formación, limpieza y correctivas necesarias. Incrementó el número de espacios verdes en los 6 distritos y ha organizado diversas actividades de valorización del arbolado urbano”. Sin embargo, advirtió: “Rosario es una ciudad con muchos árboles, pero estaría buenísimo que tuviera más”.

En ese sentido, valoró “el esplendor de la floración de los árboles autóctonos (ceibo, jacarandá, palos borrachos, ibirá pitá, tipas y lapachos) que contrasta con las características ornamentales de numerosas especies originarias de Oceanía (eucaliptos, roble sedoso, bunya-bunya, algunas acacias, etc.), de Europa (cipreses, robles, nogales y fresnos europeos, plátano), de Asia (arces, ginkgos, moreras) y de América del Norte y Central (liquidámbar, robles y fresnos americanos, catalpa, acacia blanca)”. Destacó “las hermosísimas calles arboladas y parques maravillosos" de la ciudad. "Rosario tiene calles que tuercen su traza para respetar viejos árboles y cuando uno anda por los barrios ve asomarse detrás de los tapiales ejemplares de naranjos, paltas, espinillos, jacarandás, olivos, etc., que dan muchísima felicidad, o nostalgia del paraíso”, contó.

Para la arquitecta Raquel García Ortúzar de Amigos del Árbol, “la ciudad se ha ido poblando de árboles y se ha puesto más y más verde desde el inicio de la democracia”. Confió: “A nosotros nos gustaría que se reemplazaran los faltantes de las veredas y que hubiese más espacios verdes. Es verdad que los hay nuevos pero no alcanzan. No hay más que ver los domingos la gran ocupación de los parques y aún de pequeños lugares verdes que quedan entre las calles”.

La docente de la Escuela de Diseño de Paisaje, Lidia Calderón, coincidió en que en los últimos 30 años ha habido un avance en la forestación urbana: "Se han sumado especies nativas que tienen ventajas en la adaptación y presentan una coloración en la floración espectacular y la gente de acá lo aprecia y los turistas se apasionan porque no ocurre en todos los lugares”.

Pero planteó la necesidad de que los vecinos colaboren con un Estado que no da abasto. "El estado sanitario es bueno a pesar del cuidado escaso del arbolado de parte de los vecinos. El control público es insuficiente para lograr atender tantos ejemplares, hay que mantenerlos y los vecinos debemos ayudar. Caminar por una calle sin árboles es espantoso y la solución está al alcance de la mano”, expresó.

Historias entre ramas

“Los árboles tienen un registro de lo que les sucede. En sus troncos, a través de sus cicatrices, podemos leer si han sido maltratados, si crecieron bien y cuidados. Sus inclinaciones, sus formas nos dicen mucho de sus vidas”, reveló Mijich. Y si tienen su propia historia escrita, también son testigos de muchas otras, algunas tan íntimas como secretas como también, de aquellas que conforman el mapa colectivo de la ciudad.

Hay múltiples ejemplos en los rincones rosarinos. El Aguaribay de gran historia, que cayó y se conservó recostado. Atrás se plantó otro ejemplar y originó la creación de la Plazoleta Aguaribay, en Oroño y Zeballos.
A una cuadra de allí, se conservan algunos retoños del pino histórico de San Lorenzo. Están plantados frente a la Facultad de Ciencias Económicas, en el cantero central del bulevar. Desde la Municipalidad de Rosario también  destacaron la presencia, en la costa central (detrás del bar Flora) de un algarrobo, uno de los primeros árboles de la ciudad.

Otro árbol “mítico” es el palo borracho de la esquina de la plaza de la Coronación, en Rioja y Belgrano, que se destaca por su gran tamaño. O bien, la Tipa de Iriondo y 27 de Febrero, que para garantizar su conservación se procedió a abrir la calle obligando la bifurcación del tránsito vehicular.

Y en la plaza Guernica, ubicada en Salta y Mitre, hoy se encuentra emplazado un roble europeo que trajeron los primeros inmigrantes que llegaron a Rosario.