Según se detalla en un estudio agroclimatológico desarrollado por investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), de la serie analizada -1932 a 2006- se observa que en el 50% de los casos el índice fue menor al límite necesario para considerar un evento como seco. Sólo en un 1% de los casos ocurrieron sequías severas, mientras que en el 20% se observaron desde períodos muy húmedos, a extremadamente húmedos.

“Episodios como el que estamos viviendo con meses de precipitaciones insuficientes son fenómenos normales que se dan en un punto de la curva de un ciclo hidrológico. Más o menos cada 10 años se cumple ese ciclo”, señaló la ingeniera agrónoma Perla Leva, investigadora a cargo del trabajo.

Además, concluyeron que estos fenómenos disminuyeron a partir de la década de 1970. Para el estudio agroclimatológico, los investigadores emplearon un índice que tiene en cuenta la combinación del suelo y la atmósfera. Su novedad reside en que no está exclusivamente referido al nivel de precipitaciones, sino que también considera aspectos del suelo como cuánta lluvia necesita y cuánta humedad tiene.

El estudio se realizó sobre la base de datos de precipitación mensual y temperaturas medias suministrados por la Estación Experimental Agropecuaria Rafaela del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Los investigadores utilizaron índices meteorológicos para el análisis temporal de los registros y así detectaron el inicio, fin, intensidad y frecuencia de eventos extremos como las sequías, además de los niveles de probabilidades para la localidad de Rafaela.

El índice de sequía utilizado mide la pérdida de la humedad partiendo del concepto demanda-suministro de agua y teniendo en cuenta el déficit entre la precipitación real y la precipitación necesaria para mantener las condiciones de humedad climática normal. Leva explicó que “una de las ventajas que presenta este índice es que toma en cuenta la combinación del suelo y la atmósfera para evaluar la sequía. Al no estar exclusivamente referido al nivel de precipitaciones, sino también a la consideración del suelo -cuánta lluvia necesita, cuánta humedad tiene y hasta qué punto puede ceder- es más adecuado para un estudio de agroclimatología”.

El índice está compuesto por categorías que van desde la sequía extrema hasta episodios extremadamente húmedos. Al graficar las series temporales del índice de sequía, los investigadores identificaron los aumentos o disminuciones de la intensidad de la sequía en el período analizado de 74 años. Finalmente, se estableció la existencia de patrones temporales de ocurrencia de sequías y la tendencia gradual hacia la disminución de su intensidad a partir de los comienzos de la década del ‘70.

Desde aquel momento, los eventos de sequías severas y extremas disminuyeron su duración, intensidad y aparición. Paralelamente, los expertos identificaron un marcado aumento de eventos muy húmedos y extremadamente húmedos. Al haber más precipitaciones se reducen los riesgos de ocurrencia de sequías severas, pero aún suceden de manera excepcional, como los casos de 1989 y 1997.

El mayor limitante a la hora de producir granos y forrajes en el centro de la provincia son las precipitaciones. En especial, porque la mayor parte de los productores cultivan dependiendo exclusivamente de la lluvia, es decir, practicando una agricultura de secano.

La organización meteorológica mundial define “sequía” como un período con condiciones meteorológicas anormalmente secas, tan prolongado como para que la falta de precipitaciones provoque un grave desequilibrio hidrológico. “No se trata de que no haya ninguna precipitación, sino de que son insuficientes”, afirmó Leva. Y concluyó en que “nos estamos moviendo en el terreno de las probabilidades. No es posible saber con certeza qué es lo que va a pasar”.

Fuente: Infouniversidades