Científicos de la Universidad Estatal de Ohio en Estados Unidos han encontrado que ciertas moléculas derivadas del betacaroteno tienen un efecto contrario en el cuerpo: En realidad, bloquean algunas acciones de la vitamina A, que es fundamental para la visión, los huesos, la piel, el metabolismo y la función inmunitaria.

Debido a que estas moléculas derivan del betacaroteno, los investigadores predicen que una gran cantidad de este antioxidante va acompañada también de una mayor cantidad de estas moléculas anti-vitamina A.

La vitamina A beneficia a la salud activando cientos de genes. Esto significa que si compuestos contenidos en una fuente típica de la vitamina están en realidad reduciendo su actividad en lugar de promover sus beneficios, demasiado betacaroteno podría paradójicamente limitar a la vitamina A.

El equipo de Earl Harrison, Profesor de Nutrición Humana en la Universidad Estatal de Ohio, aclara que no está instando a nadie a dejar de comer alimentos ricos en betacaroteno, y que todavía hay que investigar más para determinar qué condiciones ambientales y biológicas aumentan las probabilidades de producción de estas moléculas.

Con Harrison, han trabajado en este estudio Robert Curley, profesor de química farmacéutica, y Steven Schwartz, profesor de ciencia y tecnología de los alimentos, ambos de la Universidad Estatal de Ohio. Curley está especializado en la producción de moléculas sintéticas en el marco de la búsqueda de nuevos fármacos, y Schwartz es un experto en análisis de carotenoides.

Según Harrison, lo descubierto en esta investigación podría explicar los resultados de un ensayo clínico bien conocido que ha intrigado a los científicos durante años. En ese estudio, que se terminó prematuramente hace un par de décadas, personas con alto riesgo de cáncer de pulmón, concretamente fumadores y trabajadores del sector del amianto (asbesto) recibieron dosis masivas de betacaroteno durante un largo período de tiempo, en un intento de reducir ese riesgo. El ensayo se interrumpió porque una cantidad mayor de participantes que recibieron betacaroteno desarrollaron cáncer en comparación con quienes no lo recibieron. Este resultado fue confirmado por un estudio de seguimiento en animales.

“Aquel ensayo todavía está enviando ondas expansivas 20 años después”, comenta Harrison, comparando el ensayo a una explosión. “Lo que encontramos podría explicar por qué grandes cantidades de betacaroteno condujeron a efectos inesperados en ese ensayo”.

Si Harrison, Curley y Schwartz están en lo cierto, podría no ser una buena idea promover el uso de cultivos transgénicos con niveles de betacaroteno elevados artificialmente hasta valores muy superiores a los normales.

Es importante aclarar, para evitar el riesgo de que se culpe del problema a factores no determinantes, que los propios autores de este controvertido estudio planean comprobar ahora si algún paso en la manipulación de los alimentos o algún proceso biológico específico afecta a la producción de esos compuestos dañinos a partir del betacaroteno.

También conviene tener en cuenta que los resultados de estudios anteriores sugieren que el estrés oxidativo, el cual puede ser fruto del tabaquismo y de la exposición a la contaminación atmosférica, puede conducir a una mayor producción de estas sustancias que actúan contra la Vitamina A.

Fuente: Noticias de la Ciencia y la Tecnología