Un grupo de científicos rosarinos trabaja en la producción de celulosa a partir de la cascarilla del poroto de soja, calculada en el 2 por ciento del total producido que suele no usarse. La iniciativa apunta a cuidar el mediomabiente y generar una nueva industria con consecuentes puestos de trabajo.

En declaraciones al programa Radiópolis de Radio 2, el científico rosarino Guillermo Picó, actualmente director del Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario (IPROBYQ) que funciona en la Facultad de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), confirmó que hace 10 años “estamos recuperando sustancias valiosas que están en los residuos en el sur de Santa Fe” junto a otros profesionales locales.

“Apareció la cascarilla producto de la molienda de la soja, una pasta con alto contenido de proteína que se vende, queda la cascarilla que es el 40 por ciento de la célula con la que se hace la pasta”, explicó y alertó: “Es algo que no tiene valor, se tira o alimenta el horno para hacer vapor o queda en el campo y se la lleva el viento”, destacó.

Para Picó se trata de un verdadero desperdicio teniendo en cuenta que se podría transformar en unas 400 mil toneladas de celulosa para fabricar papel y así, dejar de talar árboles en medio de un consumo creciente. Es lo que está intentando conseguir con una treintena de profesionales que lo acompañan en esta verdadera cruzada que significa generar una tecnología nacional, balanceándose entre los intereses del empresariado y los vaivenes del Estado.

Juntos intentan aislar las moléculas valiosas del descarte que hacen las principales industrias de Santa Fe: la frigorífica y la cerealera. El proyecto más avanzado es el de la soja, el poroto mágico que cambió la fisonomía del país hace más de dos décadas, y que concentró capitales en el Gran Rosario y el sur de Santa Fe.

Otro proyecto del instituto, de acuerdo a lo que estableció, es usar lel páncreas de las vacas. Los productores de cuero la importan cuando quieren usar menos cromo que contaminante. Paradójicamente, productores de China se llevan los páncreas para después fabricar y vendernos la enzima.