Tres casos estremecieron esta semana la opinión pública. Tres violaciones a menores de edad –la de una nena de tres años en Corral de Bustos que murió tras ser sometida sexualmente por su padrastro, la de una joven discapacitada mental de 17 años abusada por el pastor de una iglesia evangélica y la de una beba de dos años violada por un joven de 22 que vivía en su misma casa– que dejaron al desnudo una realidad cada vez más común.

Más allá de los detalles de cada caso, estas noticias revelan un infierno que es cotidiano para muchas niñas y adolescentes. Según adelantaron a Canal 3, en el Centro de Atención a la Víctima de Abusos Sexuales, más conocido como la Comisaría de la Mujer de Rosario, se reciben 60 denuncias por mes entre abusos sexuales simples (manoseo y corrupción) y agravados (violaciones con penetración).

Pero el dato que más alarma es que “el 74 por ciento de esas denuncias corresponde a abusos a menores de 15 años”, según señaló a Rosario3.com Mariel Arévalo, responsable de esa repartición.

“La mayoría de las víctimas son niñas muy pequeñas o que están en la etapa de la adolescencia y en pleno desarrollo. El 95 por ciento de los esos casos corresponden a agresores que se encuentran en el entorno más cercano”, explicó la titular de la Comisaría de la Mujer. Y acotó: “Sólo el cinco por ciento es abusado por desconocidos o en episodios completamente fortuitos”.

Según Arévalo, “hasta mayo de este año se contabilizaban 42 casos de abusos agravados y 125 de abuso simple”. Lo que hace suponer que la cifra de violaciones se puede haber disparado con respecto a años anteriores si se tiene en cuenta que se están recibiendo 60 denuncias por mes.

De acuerdo a los registros de la Comisaría de la Mujer, en 2002 se notificaron 162 casos de abuso simple y 34 abuso agravado, en 2003 la cifra de corrupción aumentó a 244 y las violaciones treparon a 77, en 2004 hubo 267 agresiones sin penetración y 57 con ingreso carnal. En tanto, en 2005 se registraron 194 casos de abuso simple y 69 de abusos agravados.

Amenazadas por sus abusadores y ubicadas en una situación de culpabilidad, las víctimas no siempre se quiebran ni logran romper el círculo de silencio que las envuelve. Para Arévalo, lo más importante para desmantelar esa lógica es poner en juego la circulación de la información.

“Si hay más casos registrados lo atribuyo a la difusión que hace del trabajo que hacemos en el centro no sólo en la primera asistencia física sino también psicológica violencia sexual y familiar”, evaluó la titular de la Comisaría de la Mujer. Y aconsejó: “Hay que informar para formar y lo noto cuando no se tiene información necesaria es difícil hablar del tema. A veces las niñas dicen que no se animaban a decirle a su mamá, por eso es importante que los lazos y los vínculos se afiancen”.

Cómo detectar los casos

La vida cambia después de sufrir un abuso sexual. La marca cala hondo en el carácter de la víctima. Para los especialistas, esa modificación es todavía más visible en los niños y niñas sometidos.

“A veces lloran sin motivo y cambian su modo de ser. Los que son silenciosos se vuelven revoltosos y los que son más sociables se repliegan”, explicó la psicóloga Claudia Mauri, de la Casa de Mujer, una ONG que desde hace años trabaja en talleres de sexualidad para chicos, padres y docentes.

Según la profesional, otras cosas que actúan como síntomas de un abuso sexual son “los cambios en la forma de alimentación (comer compulsivamente o no querer comer), o en el aprendizaje escolar (muy excesivos y cumplidores o con dispersión y falta de atención)”.

Ante todo, Mauri remarcó al igual que Arévalo la importancia de que exista un espacio de diálogo entre padres y niños. “Sólo cuando hay una buena relación de confianza eso se puede charlar”, señaló. Y añadió que los más chicos tienen otras formas de contar las cosas más allá de las palabras. “Hacen dibujos con colores oscuros y manos muy grandes. Lloran o se oponen a ir de visita a la casa de esa persona, o no quieren besar al abusador que a veces es un abuelo o un tío”, enumeró.

En este sentido, recomendó a los padres indagar sobre esas conductas y no obligar a los chicos a hacer lo que no quieren.

Por último, Mauri recalcó la importancia de que se implemente la educación sexual desde los cinco años en las escuelas para prevenir el abuso sexual en los más chicos. “Necesitan saber que el cuerpo es de ellos, conocer sus derechos, los límites del otro para no ser sometidos por los adultos”, concluyó.