Trabajadoras de La Rosa pidieron este lunes la liberación de Juan Cabrera, alias Indio Blanco, el titular del local clausurado el fin de semana en Callao al 100 bis e incluso reclamaron la reapertura del sexy bar wiskería de Pichincha. Sol, una de las empleadas que el fin de semana participó de los foros de opinión en las notas publicadas en este medio, envió una carta a
Rosario3.com donde sostuvo que sus compañeras “no eran víctimas” de explotación sino que en el local recibían “protección”. Y sobre el Indio Blanco, detenido bajo los cargo de facilitamiento de la prostitución y proxenetismo, sostuvo que es una “gran persona”. También aseveró que en el operativo del sábado a la madrugada no fueron asistidas sino “maltratadas”.
“No había comisión”
Alejandra, una de las alternadoras de La Rosa, dijo este lunes al programa De 12 a 14 (El Tres) que muchas familias se quedan sin trabajo con el cierre del local.
“Hay chicas que bailan, hay mozas, hay gente que hace pases”, detalló. Dijo que las chicas que estuvieran dispuestas podrían arreglar “directamente con el cliente” ir a un hotel sin que nadie las obligara y que lo que el cliente abonara siempre quedaba para las chicas. “Jamás tuve que poner comisión”, aseguró Alejandra.
Sobre el hotel lindero a La Rosa, la alternadora dijo que “no hay ninguna conexión”. “No se puede pasar (al hotel) sin salir a la calle”, expresó.
En tanto, Alejandra manifestó que el operativo que derivó en la clausura del local “fue horrible”. “Nos tiraron al piso, nos filmaron, nos maltrataron. Las únicas que nos trataron bien fueron las representantes del Instituto de la Mujer de la Municipalidad pero es mentira que nos hayan dado alternativas de trabajo”, dijo la mujer.
“No somos víctimas”
Sol W., en tanto, también sostuvo que hubo maltratos en el procedimiento del sábado a la madrugada. “Entraron como en una guerra, con armas, escopetas a diez centímetros de nuestra cabeza, nos arrastraron a empujones hubo zamarreo hacia el piso”, dijo.
“En el vestuario, había una inspectora que nos abrió las carteras, reviso cada rincón, cada bolsillo y se dio el lujo de tocar todo absolutamente todo, desde abrir nuestras agendas (leer nuestras escrituras intimas), porta cosméticos, chicles, y hasta por adentro de las lapiceras. Una invasión a la intimidad degradante la cual te hacia sentir como una delincuente, no como una trabajadora”, escribió la empleada.
“Una médica constató no estábamos golpeadas, drogadas, maltratadas”, añadió Sol y relató que luego “a la vista de todo el mundo” fueron trasladadas a “una camioneta con la estampa que decía trata de blancas”.
Después, las mujeres fueron llevadas al Cemar. Sol recordó que a ese mismo lugar habían ido a firmar contratos para trabajar en La Rosa.
“No somos víctimas. Estamos ahí porque tenemos patovicas, médicos, techo, excelente ambiente laboral, hotel, contención, y protección. No fuimos asistidas, fuimos denigradas”, aseguró.
Además, sostuvo que Juan Cabrera “le dio y da trabajo a muchísima gente” y es “una gran persona”.
“No había comisión”
Alejandra, una de las alternadoras de La Rosa, dijo este lunes al programa De 12 a 14 (El Tres) que muchas familias se quedan sin trabajo con el cierre del local.
“Hay chicas que bailan, hay mozas, hay gente que hace pases”, detalló. Dijo que las chicas que estuvieran dispuestas podrían arreglar “directamente con el cliente” ir a un hotel sin que nadie las obligara y que lo que el cliente abonara siempre quedaba para las chicas. “Jamás tuve que poner comisión”, aseguró Alejandra.
Sobre el hotel lindero a La Rosa, la alternadora dijo que “no hay ninguna conexión”. “No se puede pasar (al hotel) sin salir a la calle”, expresó.
En tanto, Alejandra manifestó que el operativo que derivó en la clausura del local “fue horrible”. “Nos tiraron al piso, nos filmaron, nos maltrataron. Las únicas que nos trataron bien fueron las representantes del Instituto de la Mujer de la Municipalidad pero es mentira que nos hayan dado alternativas de trabajo”, dijo la mujer.
“No somos víctimas”
Sol W., en tanto, también sostuvo que hubo maltratos en el procedimiento del sábado a la madrugada. “Entraron como en una guerra, con armas, escopetas a diez centímetros de nuestra cabeza, nos arrastraron a empujones hubo zamarreo hacia el piso”, dijo.
“En el vestuario, había una inspectora que nos abrió las carteras, reviso cada rincón, cada bolsillo y se dio el lujo de tocar todo absolutamente todo, desde abrir nuestras agendas (leer nuestras escrituras intimas), porta cosméticos, chicles, y hasta por adentro de las lapiceras. Una invasión a la intimidad degradante la cual te hacia sentir como una delincuente, no como una trabajadora”, escribió la empleada.
“Una médica constató no estábamos golpeadas, drogadas, maltratadas”, añadió Sol y relató que luego “a la vista de todo el mundo” fueron trasladadas a “una camioneta con la estampa que decía trata de blancas”.
Después, las mujeres fueron llevadas al Cemar. Sol recordó que a ese mismo lugar habían ido a firmar contratos para trabajar en La Rosa.
“No somos víctimas. Estamos ahí porque tenemos patovicas, médicos, techo, excelente ambiente laboral, hotel, contención, y protección. No fuimos asistidas, fuimos denigradas”, aseguró.
Además, sostuvo que Juan Cabrera “le dio y da trabajo a muchísima gente” y es “una gran persona”.