La reina Isabel II de Inglaterra, de 80 años de edad, puede faltar a la apertura oficial del Parlamento británico, debido a que el peso de la corona de diamantes y la capa de armiño que debe llevar empeorará sus dolores agudos de espalda, reveló la prensa inglesa.

Los cortesanos allegados a Isabel II prepararon un plan de contingencia en caso de que la reina no pueda participar de la tradicional reunión parlamentaria del próximo 15 de noviembre, informó el diario The Sun.

Las autoridades del Palacio de Buckingham consideran que la corona imperial y la capa de armiño afectarán a la anciana soberana. 

La monarca se lesionó los músculos de la espalda durante su estadía de vacaciones en el castillo de Balmoral, en Escocia. Los médicos reales le aconsejaron a Isabel II descansar hasta recuperarse de los dolores, que la obligaron a cancelar una seguidilla de galas oficiales, aperturas de Estado e inauguraciones de instituciones.

En caso que la soberana decida no participar de la apertura del Parlamento, ocuparán su lugar el Lord Chancellor, Peter Falconer y algunos lores de la Cámara Alta, pero no la reemplazará su hijo y heredero al trono, el príncipe Carlos de Inglaterra.

La apertura del Parlamento es uno de los actos más tradicionales de Gran Bretaña, que se repite cada noviembre desde hace varios siglos. Durante ese encuentro de pompa y tradición, que dura dos horas, la reina ingresa con su capa de armiño, la corona imperial y el cetro de diamantes al trono dorado de la Cámara de los Lores, donde lee los planes del gobierno para el próximo período legislativo.

Ese documento está escrito por funcionarios de la residencia oficial de Downing Street, bajo las órdenes del primer ministro de turno, en este caso Tony Blair. Para cada ocasión, la monarca debe viajar desde el Palacio de Buckingham hasta el Parlamento de Westminster en un carruaje dorado, restaurado en 1989 por problemas con la suspensión.

Además de la corona imperial, que cuenta con 2.868 diamantes, 273 perlas, 17 zafiros, 11 esmeraldas, cinco rubíes, y el Zafiro de St. Edward, tomado del anillo medieval de Eduardo el Confesor, la reina debe lucir el collar por la Orden del Garter, instaurado por el rey Eduardo III en el siglo XIV.